
02/09/2025
Hace mucho tiempo, cuando el mundo se volvió pesado por la inconsciencia de las personas, los animales se reunieron preocupados. Los bosques estaban siendo talados sin agradecimiento, las aguas estaban envenenadas y los niños lloraban por la noche.
«¿Se apagará el fuego de la vida?», preguntó el pequeño conejo. «¿Seremos todos olvidados?».
La vieja tortuga, lenta y sabia, negó con la cabeza. «No, el fuego vive aquí», dijo, colocando su mano sobre el pecho. «Incluso cuando el mundo parece oscuro, la llama dentro de nosotros sigue ardiendo».
El águila voló alto y gritó: «La llama está en las canciones que cantamos, en los idiomas que enseñamos a nuestros hijos, en la forma en que damos gracias a las aguas y a los alces».
La gente escuchó. Recordaron que para mantener viva la llama, debían vivir con cuidado. Así que cada mañana saludaban al sol, cada noche contaban historias a sus hijos y cada estación daban gracias con una ceremonia.
La llama se hizo más fuerte. Incluso cuando la crueldad o la codicia intentaban apagarla, la llama volvía a levantar la cabeza. Porque esta llama no era solo una, era el fuego de todos los antepasados, y se transmitía en los corazones de las generaciones venideras.
Y así, nîtisân, la enseñanza es esta:
Cuando te enfrentes a la irreflexión, cuando el mundo se sienta lleno de sombras, recuerda la pequeña llama que hay dentro de ti. Aliméntala con gratitud, con amor, con bondad hacia todos los seres. De esta manera, la vida se afirma. De esta manera, el fuego nunca se apaga.
Kanipawit Maskwa
John Gonzalez
Mitakuye Oyasin !
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