14/03/2025
EL TRABAJO DE SANAR...
Sanar no es un alivio inmediato, ni un bálsamo que cubre el dolor sin dejar rastro. Es un duelo dentro del duelo, una guerra interna entre el amor y el vacío, entre la exigencia de sostener lo que fue y la obligación y necesidad de seguir caminando.
Me duele sanar porque significa aceptar que el mundo sigue girando sin ti, que la ausencia se vuelve costumbre, que las manos aprenden a soltar incluso cuando no quieren. Duele porque implica reconocer que lo que un día fue vida compartida ahora es solo eco en mi memoria, un susurro que a veces se escapa en medio de la madrugada.
Y debo permitir la visita inesperada de este dolor porque me ayuda a recordar que sigues aquí. Sigues latiendo en cada grieta de mi ser, sigues siendo mío, aunque sea en la forma de una cicatriz que aún arde. Pero si te dejo ir… ¿qué seré sin este dolor? ¿Cómo llenaré el espacio que ocupabas si cada intento se siente como una traición?
Pero sanar no es olvidar, no es borrar lo que fuiste, ni negar que dolió.
Sanar es aprender a recordarte sin quebrarme, a pronunciar tu nombre sin que me tiemble el alma. Es permitir que el amor que un día me diste no se quede estancado en el sufrimiento, sino que florezca en cada paso que doy.
Sanar duele, y mucho... pero más me dolería quedarme atrapado en un tiempo que ya no existe. Te llevo conmigo, pero ahora sin ataduras, sin cadenas.
No dejo de amarte, solo aprendo a amarte de otra forma: en mi risa, en mis pasos, en mi propia decisión de vivir. Porque si algo me enseñaste, es que la vida nunca se debe desperdiciar.
Y si me duele es porque te sigo amando...
Créditos: Fernando D'SSandi