05/09/2025
MAMÁ ESTÁ CAMBIANDO Y CASI NADIE SE DA CUENTA.
Ya no duerme como antes.
Se despierta en la madrugada empapada en sudor aunque afuera haga frío. Cierra los ojos, pero el insomnio no la deja descansar. Su cuerpo se siente cansado, como si llevara encima un peso que nadie ve. A veces le recorren escalofríos, otras veces parece que arde por dentro sin razón. El corazón se le acelera de pronto, la memoria se le escapa en detalles pequeños, y las lágrimas aparecen sin aviso, incluso en cosas que antes no le movían nada.
La piel cambió, el cabello se le va en silencio. Se mira al espejo y, a veces, no reconoce a la mujer que regresa su mirada. Y la sociedad, con su crueldad disfrazada de burla, la señala: “dramática”, “exagerada”, “es cosa de la edad”. Como si fuera una elección sentirse así.
Lo que no entienden es que su cuerpo está cerrando etapas, que reinventarse no siempre es sencillo, y que duele transitar un cambio que pocos se detienen a comprender. Ella no está “insoportable”: está transformándose. Está cruzando un puente invisible desde la mujer que fue… hacia la mujer sabia que está naciendo.
Pero se siente invisible.
Porque vivimos en un mundo que aplaude la juventud, la piel tersa y la voz callada, y olvida acompañar a la mujer madura que necesita paciencia, ternura y compañía.
Ella no necesita juicios.
Necesita que la sostengan, que la comprendan, que alguien la abrace y le diga mirándola a los ojos:
“Estoy contigo. No estás sola.”