21/06/2025                                                                            
                                    
                                                                            
                                            "Creo, con toda el alma, que en esta vida hay que aprender a honrar lo recibido, por pequeño o sutil que parezca. Porque la gratitud es la forma más luminosa de la memoria del alma. No cuesta nada decir “gracias”, y sin embargo, encierra en sí un universo de reconocimiento, de amor, de presencia.
Hay que ser profundamente agradecido con quien pensó en ti en medio del caos de su día. Con quien, desde el silencio, te envió un mensaje justo cuando tu mundo se tambaleaba y no sabías cómo sostenerte. Agradecer a esa persona que no huyó de tu tristeza, que en vez de juzgarla, intentó arrancarte una sonrisa para recordarte que aún había luz en ti.
Hay que agradecer al abrazo inesperado que llegó como bálsamo cuando el alma se rompía en fragmentos. Al gesto simple —pero inmenso— de quien te llevó a ese lugar donde tus memorias se sienten en casa, sin pedir nada a cambio, solo por el placer de verte bien.
Hay que agradecer profundamente a quien, en medio de su vida ocupada, detuvo el tiempo por unos minutos solo para mirarte, escucharte, abrazarte. A quien te sostuvo en tus lágrimas sin ofrecer soluciones, solo su presencia. A quien no huyó cuando estabas rota, sino que se quedó, sin promesas, solo con verdad.
Porque hay personas que, sin saberlo, te reparan. Que con una palabra, una mirada o un gesto cotidiano, le devuelven sentido a lo que parecía perdido. Y eso —eso— es un regalo sagrado.
Un “gracias” no es solo cortesía. Es reconocimiento. Es decir: “te vi, te sentí, y lo que hiciste dejó huella en mí”. Es sembrar amor en la tierra de lo humano. Porque un corazón agradecido no solo honra lo que recibe… también multiplica el bien que toca."
*Créditos a quien corresponde*