25/11/2024
La Congelada Danza de las Espinas
En la era glacial, cuando este mundo individualista se había convertido en un vasto refrigerador cósmico, la vida se aferraba con uñas y dientes a cualquier resquicio de calor. Los erizos, seres solitarios por naturaleza, se veían obligados a una danza macabra: acercarse para no perecer, alejarse para no herir.
Su piel, una armadura de púas, era a la vez escudo y daga. Al juntarse, buscaban el abrazo protector del otro, pero cada roce era una punzada, un recordatorio de que la intimidad era un campo minado. Se distanciaban entonces, buscando refugio en su soledad, pero el frío los acechaba, implacable.
La muerte los acechaba en cada rincón, fría y silenciosa como un cazador. Y en ese trance, entre la vida y la nada, se vieron obligados a elegir: la soledad gélida o la compañía espinosa.
Optaron por lo segundo. Se acercaron de nuevo, con cautela, midiendo cada movimiento, cada acercamiento. Aprender a bailar con las espinas, a convivir con las heridas que la proximidad de un otro infligía. Porque la unión, el orden y la armonía - en esencia … el amor-, en ese mundo hostil, era un fuego que ardía a pesar del hielo, un oasis en medio del desierto.
Y así, en medio de la helada danza, descubrieron que lo perfectamente ideal era un espejismo. Que la belleza residía en la imperfección, en la aceptación de las diferencias, en el valor de la compañía a pesar de las cicatrices.
Moraleja
La vida, como una danza en la nieve, está llena de tropiezos y pinchazos. Pero es en la compañía, en el abrazo imperfecto, donde encontramos el verdadero calor. Aprender a convivir con las espinas del otro es, en esencia, aprender a amar.
Fuente: Fábula popular de origen desconocido. Créditos a su autor.
Prompt engineer & Editor: Cesar Perea
AI Tools: CoPilot / Gemini