10/09/2024
Te invito a especular
(El siguiente post no es informativo y está conectado con mi experiencia personal con el Yoga).
Tanto caos externo se había filtrado hacia el interior.
Existir era, para mí, un piloto automático de actividad, de etapas, de pasos, de normas y de romperlas, de respirar aun sin saber si quiera cómo.
Debe haber algo más allá que habitar un cuerpo que existe, pero que no vive, pensé.
Habitar la supervivencia, al punto de sentirla como un ambiente concreto con paredes y puertas, se había vuelto el motor de aquel vehículo en piloto automático.
Y no, nunca se está solo en esto, hay toda una maquinaria allá afuera que lo refuerza.
Tras cuestionarme la supervivencia, luego de reconocerla, conocí una forma nueva de ver que no había explorado antes: verme a mí misma.
Se dice que uno ve una luz, se dice que uno se siente tocado por esa luz y que todo se vuelve colorido, que uno flota hasta estar a kilómetros de distancia de los “mortales” (la clásica mirada desde arriba hacia abajo).
Sin embargo, el acto de verse a uno mismo es que no todo lo que está iluminado es agradable de sentir; hay algo llamado CONSCIENCIA, y no está escrito por seres sobrenaturales que vienen a desaparecer todo aquello que no quieres ver, sino por las vivencias, las decisiones, las alegrías, los dolores, las pérdidas, los pensamientos, las palabras.
Sin embargo, el acto de verse a uno mismo es que no todo lo que está iluminado es agradable de sentir; hay algo llamado CONSCIENCIA, y no está escrito por seres sobrenaturales que vienen a desaparecer todo aquello que no quieres ver, sino por las vivencias, las decisiones, las alegrías, los dolores, las pérdidas, los pensamientos, las palabras.
Es muy difícil SER cuando hay tanto ruido, y si éste es muy incómodo de sentir desde adentro, ganas no le faltan para convertirse en un inauténtico PARECER y sobrevivir en ello, en el piloto automático.
Nada que no esté vivo SIENTE y aquel piloto automático es la forma más cruel de no vivir.
Solo quienes no están “vivos” premian la ausencia del SENTIR y, peor aún, en un cuerpo despojado de su humanidad.
Aquello que creció con el paso de miles de años también debió tener sus orígenes en la duda, en la dolorosa pregunta de “¿quién soy?” y no saber qué decir.
Ellos y ellas posiblemente experimentaron su propio “piloto automático” y estoy segura que no ligaron la sensación de “superioridad” al sentirse más conscientes que otros, ya que abrir los ojos del alma, sentir el cuerpo y la propia existencia, aun sin conocerla un poco (dentro del infinito conocimiento sobre ella), en principio es bastante doloroso.
Al paso que voy es difícil no sentir, no conmoverse, no doler, no frustrarse, no desear, no reírse de cosas tontas y no alegrarse por otras pequeñas.
SENTIR es algo bueno, y aunque los tintes dolorosos se distribuyen en una gama amplia de colores, ayuda a no huir hacia el fantasmal piloto automático que también puede disfrazarse de algo muy “gratificante”.
No creo que solo sean pocos los hilos que mueven al piloto automático, pero es importante recordar que a éste no le gusta que seas tú, que te sientas, que no te compares, que no compitas, que no quieras ser “el ma***to poderoso del mundo” (del mundo, sí, tan insignificante dentro de un universo, hasta ahora, infinito).
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