21/04/2025
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𝐄𝐩𝐢𝐠𝐞𝐧𝐞́𝐭𝐢𝐜𝐚: 𝐥𝐚 𝐡𝐞𝐫𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐦𝐚́𝐬 𝐚𝐥𝐥𝐚́ 𝐝𝐞𝐥 𝐀𝐃𝐍
¿Y si lo que vivieron tus abuelos (lo que comieron, lo que respiraron, o el estrés que soportaron) dejara huellas tan profundas que aún hoy se lean en tu biología? 🤯👨👩👦
Este fenómeno lo explica la epigenética, un campo que estudia cómo ciertos factores ambientales (como la nutrición, el estrés psicológico o la exposición a agentes tóxicos) pueden modificar la actividad de los genes mediante marcas químicas (como la metilación del ADN o modificaciones de histonas), sin alterar la secuencia genética... Aunque de eso creo que al menos casi todos hemos oído hablar.
Lo realmente disruptivo es que estas modificaciones no siempre se limitan al individuo expuesto: bajo ciertas condiciones, pueden transmitirse a las siguientes generaciones a través de la línea germinal. Este fenómeno, conocido como herencia epigenética transgeneracional, deja en evidencia lo lejos que puede llegar el epigenoma.
Un ejemplo paradigmático es el trabajo del Dr. Michael Skinner, quien expuso a ratas gestantes a un pesticida durante una ventana crítica del desarrollo fetal. A pesar de que la exposición fue única y puntual, sus crías (y hasta la F4) mostraron alteraciones reproductivas severas, como reducción en el conteo espermático y anomalías en los órganos sexuales. Estas alteraciones no respondían a mutaciones genéticas, sino a cambios estables en el patrón de metilación del ADN en células germinales. Es decir, el ambiente no solo afectó a los individuos directamente expuestos, sino que dejó una "firma epigenética" capaz de cruzar generaciones.
Y no es necesario mirar solo hacia la línea germinal para ver estos efectos. Un estudio longitudinal en gemelos monocigóticos, genéticamente idénticos y criados en el mismo hogar, demostró que solo uno de ellos, víctima de acoso escolar infantil, presentaba aumentos significativos en la metilación del gen 5-HTT, relacionado con la recaptación de serotonina y la respuesta al estrés. Este gemelo mostró una respuesta hormonal atenuada, es decir, una menor liberación de cortisol ante situaciones estresantes, en comparación con su hermano no acosado. Además, se observó una posible alteración en la sensibilidad de los receptores de serotonina, lo que sugiere que no solo se modificó la producción de cortisol, sino también la forma en que el sistema nervioso interpreta y reacciona ante el estrés.
¿Y qué implicaciones tiene esto más allá del laboratorio? En la práctica, el gemelo acosado desarrolló un perfil psicosocial distinto:
- Mayor vulnerabilidad emocional.
- Dificultad para gestionar el estrés.
- Un mayor riesgo de sufrir trastornos del ánimo en la adolescencia y adultez.
En otras palabras, una experiencia social negativa dejó una huella molecular que transformó su forma de adaptarse al mundo.
Estos ejemplos evidencian que la expresión génica es profundamente sensible al entorno, tanto a nivel individual como generacional. Pero la historia no termina ahí.
El investigador Michael Levin, biólogo del desarrollo y director del Allen Discovery Center en Tufts University, propone una visión aún más audaz y fascinante: la herencia no depende solo del genoma ni del epigenoma, sino que es un sistema dinámico e inteligente. Según Levin, las células no son meros autómatas siguiendo instrucciones; poseen lo que él denomina 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐞𝐭𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐦𝐨𝐫𝐟𝐨𝐠𝐞𝐧𝐞́𝐭𝐢𝐜𝐚, una capacidad para detectar errores, reorganizarse, compensar pérdidas e incluso resolver problemas estructurales durante la formación del organismo. En experimentos con 𝑿𝒆𝒏𝒐𝒑𝒖𝒔 𝒍𝒂𝒆𝒗𝒊𝒔 (una especie de rana ampliamente usada en biología del desarrollo), se ha demostrado que ciertas células pueden generar órganos funcionales, como ojos completos, en ubicaciones inusuales del cuerpo. Este tipo de plasticidad fenotípica activa revela que las células no solo ejecutan un plan, sino que colaboran, toman decisiones y se adaptan según el contexto. Una especie de ❞𝐢𝐧𝐭𝐞𝐥𝐢𝐠𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐝𝐢𝐬𝐭𝐫𝐢𝐛𝐮𝐢𝐝𝐚❞ que permite que el desarrollo encuentre soluciones viables incluso ante perturbaciones inesperadas.
Y aquí es donde la historia biológica da un giro filosófico: ¿y si Lamarck, tan criticado por la biología clásica, no estaba tan errado? Aunque sus mecanismos eran especulativos, la idea de que ciertos caracteres adquiridos pueden ser heredados no es tan descabellada en la era de la epigenética. Hoy sabemos que el ambiente puede dejar marcas moleculares sobre el genoma, y que algunas de esas marcas pueden persistir más allá de la vida del individuo.
La epigenética no reemplaza a la genética, pero la complementa, la amplía y la hace más sensible al entorno. Entender cómo interactúan estas capas de regulación nos permite revisar lo que entendemos por herencia, adaptación y evolución. Porque al parecer, no todo está escrito en las letras del ADN… sino también en los silencios y acentos que el ambiente imprime sobre ellas 🧬.
Referencias:
Levin, M. (2023). Darwin’s agential materials: evolutionary implications of multiscale competency in developmental biology. Cellular and Molecular Life Sciences, 80(6), 142. https://doi.org/10.1007/s00018-023-04790-z
Ouellet-Morin, I., Wong, C. C. Y., Danese, A., Pariante, C. M., Papadopoulos, A. S., Mill, J., & Arseneault, L. (2013). Increased serotonin transporter gene (SERT) DNA methylation is associated with bullying victimization and blunted cortisol response to stress in childhood: a longitudinal study of discordant monozygotic twins. Psychological Medicine, 43(9), 1813–1823. https://doi.org/10.1017/S0033291712002784
Skinner, M. K., & Nilsson, E. E. (2021). Role of environmentally induced epigenetic transgenerational inheritance in evolutionary biology: Unified Evolution Theory. Environmental Epigenetics, 7(1), dvab012. https://doi.org/10.1093/eep/dvab012