06/07/2025
No era solo un sangrado… era una advertencia que decidí ignorar.
Tengo 62 años.
Mis hijas ya son grandes.
Y después de jubilarme, por fin sentía que tenía tiempo para mí.
Tiempo para descansar, disfrutar, vivir en calma.
Hasta que un día, noté algo que no esperaba volver a ver:
sangrado vaginal.
Pensé: “Seguro es una infección… o algo hormonal, nada grave.”
Mi vecina incluso me dijo que a veces pasaba.
Y como muchas veces en la vida…
decidí esperar.
—
Pero el sangrado no se detuvo.
Y luego vino el dolor.
No un dolor intenso, pero sí persistente.
Una molestia que me hacía mirar el inodoro con miedo cada vez que iba al baño.
Fui al médico.
Y cuando le conté lo que pasaba, su cara cambió.
Ultrasonido.
Biopsia.
Esperas.
Y finalmente… el diagnóstico:
Cáncer de endometrio.
—
Durante la cirugía, lo vieron claro.
El tumor se había extendido en el interior del útero.
Como raíces escondidas entre la carne.
Como si ese tejido que dio vida a mis hijas, ahora se estuviera vengando de mí.
Me extirparon el útero, los ovarios, las trompas.
Y comenzó la siguiente etapa:
radioterapia, quimioterapia, y la incertidumbre.
—
Hoy, estoy viva.
Estoy aquí.
Pero aprendí una lección que grito con fuerza:
👉 Si sangras después de la menopausia, NO es normal.
👉 No esperes. No minimices.
👉 El Papanicolaou NO detecta este cáncer.
👉 Escucha a tu cuerpo antes de que sea tarde.
—
Porque ese sangrado no era un capricho.
Era un grito de ayuda.
Y aunque sobreviví, nunca dejo de pensar:
“Si hubiera ido antes… quizás todo habría sido distinto.”
—-
Advertencia: esta información es de carácter académico e informativo. No reemplaza la valoración médica presencial ni debe utilizarse para autodiagnóstico. Ante cualquier síntoma, consulta siempre con un profesional de salud.