20/11/2025
Sedamos lo que no escuchamos
Cada vez veo más niños pequeños medicados con risperidona por “irritabilidad”.
Niños que no pueden decir qué les pasa.
Niños que todavía no tienen palabras… pero sí síntomas.
Y me pregunto:
¿Desde cuándo un niño molesto se volvió un niño “agresivo”?
¿En qué momento empezamos a tratar la irritabilidad como si fuera un trastorno psiquiátrico y no un mensaje?
Cuando un niño se irrita, no está intentando dañar a nadie.
Está intentando sobrevivir a algo que lo incomoda, lo frustra, lo duele o lo desorganiza.
Pero como no sabe decirlo, lo dice con el cuerpo.
Y en vez de interpretar ese idioma… lo sedamos.
La risperidona baja la conducta, sí.
Pero también baja la energía, el interés, la motivación, la capacidad de conectar.
Y nos da la falsa sensación de “mejoría”.
Cuando en realidad solo silenciamos un síntoma.
¿Y si miramos más allá?
• Un trastorno del sueño.
• Una carencia nutricional.
• Una intolerancia alimentaria.
• Una sobrecarga sensorial.
• Una epilepsia sutil.
• Una alteración metabólica.
• Un dolor que nadie sospechó.
• Un miedo que nadie escuchó.
La irritabilidad es una alarma, no una patología.
Un niño irritado no necesita sedación.
Necesita diagnóstico.
Y necesita adultos que entiendan que la psiquiatría infantil no es para callar emociones, sino para comprenderlas.
Porque cuando apagamos un síntoma sin buscar su causa… lo único que logramos es perder tiempo valioso para ese niño.
Dra. Sanabria