25/11/2025
En el marco del , es imposible hablar de la erradicación de la violencia contra la mujer sin mirar de frente lo que ocurre dentro de nuestras propias salas de parto. La violencia obstétrica sigue siendo una de las formas más silenciadas de violencia de género: sucede entre protocolos y silencios aprendidos.
Cuando una mujer es presionada para aceptar intervenciones que no desea…
Cuando se agenda un parto por conveniencia del sistema y no por la salud de la madre…
Cuando se le niega acompañamiento en el momento más vulnerable…
Cuando su dolor es minimizado, su voz ignorada o su consentimiento pasado por alto…
Ahí también se manifiesta la violencia.
Estas experiencias no solo dejan huellas en el cuerpo, sino también en la salud mental perinatal. El trauma de parto puede sembrar miedo, desconfianza y un profundo sentido de desprotección. Y ese miedo tiene consecuencias: muchas mujeres en Puerto Rico expresan que no desean volver a tener hijos, no porque no quieran ser madres nuevamente, sino porque no quieren volver a pasar por lo que vivieron.
En una isla donde la natalidad continúa disminuyendo, tenemos que atrevernos a incluir esta conversación. Hablar de tasas y estadísticas sin hablar de experiencias humanas es incompleto. La decisión de no tener más hijos, para muchas, está atravesada por vivencias de violencia obstétrica que nunca debieron ocurrir.
Hoy, en el 25N, recordamos que proteger a las mujeres también significa proteger su derecho a un parto digno, informado, acompañado y respetado.
La justicia reproductiva y emocional también se construye en la sala de partos.
Y sí erradicar la violencia contra la mujer empieza mucho antes de cualquier denuncia. Empieza escuchando, creyendo, respetando y transformando los espacios donde ellas dan vida.