02/02/2021
https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=256283315869817&id=100044644504407
LA PRIMERA VEZ QUE VAS A TERAPIA
La primera vez que vas a terapia puede ser absolutamente aterrador. Uno primeramente tiene que reconocer que hay algo mal dentro de nosotros, algo que no nos deja dormir, algo que no nos deja en paz o algo que nos duele tanto que ya no podemos con ello. Entonces toca investigar en internet sobre alguien que pueda ayudarnos porque nuestros amigos y familiares ya no nos dan consuelo.
Buscamos nombres por ahí y por allá, esperando no encontrarnos con uno que nos llame la atención. Esperando que, si los precios son muy caros, no podremos costearlo y poder moverlo para otra ocasión. Pero de repente la intuición nos lleva con un nombre que brilla como una luz, con un precio que no nos afecta la economía y en un lugar donde podemos llegar sin problema.
Hacemos la cita por mensaje porque aún nos da pena llamar para hacer la cita. La cita queda puesta en unos días. Y por mientras uno en su cabeza piensa de más sobre lo que acaba de hacer: “¿Necesitaré ayuda psicológica? ¿Y si no es lo que espero? ¿Y si acabo más loco? ¿Y si mejor sigo así como siempre he estado?”. La mente ya se volvió adicta a sentirse mal y no quiere que le quiten la droga que supone tanto dolor auto infligido.
Finalmente llega el día y te suda todo el cuerpo. Sientes un frío por toda el alma que te recuerda a aquellas veces que te sentías indefenso, frágil, pequeño. Poco a poco te vas acercando al lugar de la cita pensando si realmente es la mejor decisión. Aún estás a tiempo de escapar y volver a tu vida que, aunque está de la mi**da, es conocida. Le temes a lo desconocido.
Pero aun así caminas, un paso a la vez. Abres una puerta, luego alguien en la recepción te saluda y te da la entrada. Tomas asiento y alguien te sonríe. Entonces te hacen la pregunta que nadie jamás te había hecho en la vida:
-Así que cuéntame ¿a qué viniste?
Y lloras. Y te entregas. Y sientes una esperanza en el pecho.
Hoy es el primer día del resto de tu nueva vida.
-Carlos Cortés | Gorrión