
07/31/2025
NO ME DIGAN QUE NO ES CIERTO...
A veces es muy duro convertirse en
madre.
Sí: vale la pena.
Sí: es la experiencia más poderosa que
puede llegar a vivir una
mujer.
Sí: nada te marca tanto como el
momento en que sostienes por fin en
brazos al hijo que acaba de salir de ti,
deliciosamente sucio, húmedo, caliente,
y te mira
a los ojos como diciendo: te conozco.
Pero es duro.
Y no sólo se trata de la falta de sueño, de
las secuelas del parto, de los cuidados
que
demanda un recién nacido (¡tan
pequeñito y tan exigente!), ni siquiera del
cóctel de
hormonas que te deja turuleta hasta
varias semanas
después. Tampoco la falta de
experiencia y la
incertidumbre acerca de si lo estás
haciendo bien o no,
ni las propias dudas y comentarios de
familiares
bienintencionados pero que no hacen
sino disparar tu
propia inseguridad, tu miedo.
Es bastante más que eso. Es la ruptura
total y repentina con tu propia identidad, con aquello que
hasta el momento de parir te había
definido: tus proyectos, tus ambiciones,
tu trabajo,
tus amigos, tu cuerpo, y todo aquello que
llamabas tuyo. Tu tiempo. Tu vida.
Es mirarte al espejo mientras tu criaturita
está prendada a tu pecho, y no
reconocerte.
¿En qué momento te convertiste en esta
mujer ojerosa que no tiene un minuto ni
para
darse una ducha? ¿Quién es ella? ¿Quién
eres ahora?
Sigues siendo tú, sólo que una versión
más grande de ti misma. Pero al
principio no lo
sabes. Al principio no te encuentras. No
hay nada que logre vincular esta nueva
vida tuya de cambios de pañal, tetadas a deshoras y canciones de cuna, con aquella otra vida que
parece tan remota, aquella en la que ibas
y venías a tu antojo, disponías de tu
tiempo y te pertenecías.
Porque, claro, todo tu ser es ahora para
otro. Y ese otro se está alimentando de
ti, no
sólo de tu leche, sino también de tus
caricias, de tus canciones, de tus
palabras, de tu
calor. Y el tiempo pasa, desde luego que
pasa. Llegará el momento en el que, sin
darte
cuenta casi, las tomas se acorten y las
horas de sueño nocturno se alarguen. Tu
bebé
aprenderá a sostener la cabeza, luego a
darse la vuelta, luego a gatear. El día
menos
pensado te regalará una sonrisa y
pensarás que todo el esfuerzo ha sido
poco. Un día te
dirá mamá. Lo verás correr en el parque,
subirse solo al tobogán, jugar con otros
niños,
garabatear las primeras letras que te
mostrará orgulloso. Y por nada del
mundo querrás
cambiarte por esa otra que eras, y que
tan poco sabía acerca del amor
Texto por | GIOCONDA