08/10/2022
Todos tenemos hemorroides.
Son parte normal del ca**l a**l. Se trata de unos cojinetes rellenos de vasos sanguíneos que sirven para cerrar el ano de forma hermética y que no se nos escapen ni los gases. Así que tienen su función, como el apéndice.
Ahora bien, cuando crecen y se van deslizando hacia afuera del ano es cuando nos dan problemas. Los más típicos son el sangrado, picor, secreción mucosa o el prolapso. Es ahí cuando tenemos que tratarlos y es a eso lo que llamamos enfermedad hemorroidal.
Así que cuando hablamos coloquialmente de hemorroides nos referimos a la enfermedad hemorroidal (EH).
La EH se produce por una serie de factores predisponentes y otros desencadenantes. Existe mucha controversia al respecto, pero parece que algunos tenemos más papeletas para sufrir la EH. Esto no lo podemos modificar, nos viene de fábrica.
Lo que sí podemos modificar son los factores desencadenantes, esos que nos empujan (literalmente) a padecer la EH. La teoría más extendida es que el aumento de la presión intraabdominal hace que se vayan dilatando estos vasos sanguíneos y también se vayan rompiendo unos ligamentos que los sostienen dentro del ano.
Entre que se hacen más grandes y que ya no están tan bien sujetos, por su propio peso se prolapsan (o salen) del ca**l a**l, normalmente cuando defecamos.
¿Qué es lo que nos aumenta la presión dentro del abdomen? Lo más típico es el embarazo, el parto y la defecación.
Por el bien de la humanidad y de la supervivencia de la especie, mejor no evitar embarazos y partos.
Pero sí hay que evitar el esfuerzo defecatorio.
Eso de sentarse media hora en el baño a pujar (incluso sin ganas de defecar), se tiene que acabar. De ahí la importancia de diagnosticar problemas de defecación obstructiva y tratarlos. Así evitamos que la EH vaya a más, sino que también mejoramos los resultados de la cirugía.
Las hemorroides a veces son solo la punta del iceberg. El motivo de consulta más frecuente.
Pero es mejor prevenirlas que operarlas.