07/08/2025
—Papi, hoy no te preocupes si no pudiste venir a verme…
Tampoco si no pudiste abrazarme.
Mi mami ya lo hizo.
No te mortifiques por no haberme llamado para desearme buenas noches…
Mi mami vino a mi cuarto, me abrazó fuerte, me arropó con cariño y oró conmigo.
No te preocupes por si comí…
Mi mami me preparó mi platillo favorito. Hasta aprovechamos para platicar de la vida mientras me servía otro poquito.
Y si pensaste en aquellos zapatos rotos que traía la última vez que me viste…
No te preocupes. Mi mami pidió un préstamo en su trabajo y me compró los nuevos.
Ella se parte en mil por mí.
No te estreses por si enfermé y no sabías cómo llevarme al doctor…
Mi mami ya me llevó. Me dio mis medicinas, me midió la temperatura cada hora y hasta se sentó junto a mí para cuidarme mientras dormía.
Tampoco te preocupes por mis estudios, mis útiles, mis uniformes o los gastos escolares…
Mi mami los ha cubierto todos. Con esfuerzo, con desvelos y a veces con lágrimas, pero lo ha hecho.
No te sientas mal si no sabes cuáles son mis canciones favoritas, qué me gusta dibujar o quiénes son mis mejores amig@s…
Ellos sólo conocen a mami.
No creí importante decirles que tengo un “papi de sangre”… porque en mi vida no está.
Y no, no lo digo con rencor.
Lo digo con claridad.
Porque padre no es el que engendra.
Padre es el que ama, que guía, que educa, que se queda.
El que está para aplaudirte cuando ganas y abrazarte cuando todo sale mal.
El que se preocupa, el que escucha, el que enseña, el que se parte el alma para verte crecer.
Y ese, papi…
ese ha sido mami.
Ella ha hecho el doble papel.
El trabajo que tú abandonaste.
Pero no te preocupes…
Lo que tú dejaste, ella lo abrazó con amor.