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La breve historia de HERA, la hembra que hacía soñar Jesús Pintor Ella, sobreviviente de su propia sonrisa que prometía ...
23/01/2025

La breve historia de HERA, la hembra que hacía soñar

Jesús Pintor

Ella, sobreviviente de su propia sonrisa que prometía primaveras, casi dueña del anagrama Crismón, ese mismo que le pedían a Constantino, el emperador romano, HERA se refugiaba en su psicodélica pero no por ello tierna concepción de la vida.

Eso mismo (el Crismón), que Humphry Osmond explicaba como «que manifiesta el alma», es lo que tenía la mujer en un acto no simple, sí, en cambio, complejo. El hombre ya no se pertenecía, había sido robado por la mirada angelical de la hembra, a quien había conocido unos meses atrás, apenas atisbando por las rendijas de sus perdidos suspiros.

HERA sonreía a la vida, era una hembra que provocaba sin ser vulgar, despertaba instintos y robaba sueños. El "hola" de inicio en la bandeja del conversatorio, fue respondido por ella, la sobreviviente de su propia sonrisa, en un acto que sintió el hombre como una descarga eléctrica desde el fondo de su alma.

Verla de lejos era su panacea, medicina de los dolores del casi ermitaño. Solo verla le iluminaba el día... y sus noches; allí, perdido en el silencio particular de un ser prófugo de su realidad, una realidad ¿inventada?, él mismo no lo sabía.

"Te veo en el jardín, cerca de la catedral, no me vayas a fallar", se dejó leer el mensaje un día de tantos y la respuesta pronta de asentimiento. Y sí, tras el muro de L invertida estaba ella, enfundada en una linda combinación subversiva: rojo y negro, pelo suelto y mirada brillante. Ya el Sol soltaba sus últimos rayos.

Luego de la tibieza carnal, una caricia furtiva, casi insolente. No era posible explicarlo: la piel era recorrida pedazo a pedazo sin que lo impidiera el aire, los escrúpulos, ni los miedos... ¿cómo llegaron allí?, la oscuridad cómplice no permitía explicarlo ¿había necesidad? Dos perlas húmedas que, brotaron de la piel masculina, golpearon el pecho de la hembra y un gemido invadió el área.

Eran ellos y la frenética locura, intensa, primitiva... instintiva. La fusión se dio con los intervalos que permitió Dioniso, el dios inspirador del éxtasis y la demencia. Pese a su individualidad se bifurcaron y pronto, en ese vaivén atroz, de nueva cuenta uno solo, así, con todo y nada.

Al cabo de una hora y con el pecho masculino aún agitado, se soltaron los cuerpos y el cansancio, benevolente, llegó a ellos.

-¿HERA? -preguntó el hombre tras unos 6 minutos de descanso.

Solo el silencio. Volvió a preguntar y la respuesta no llegó. Con las sábanas aún mojadas el hombre se irguió apresuradamente. No... solo evanescencia. Él ¿y ella?

La abrumadora soledad no dejó dudas.

El amor también ¿mata?Jesús Pintor Tenía la misma mirada de siempre: perdida en su triste horizonte, y si bien nunca (pa...
05/01/2025

El amor también ¿mata?

Jesús Pintor

Tenía la misma mirada de siempre: perdida en su triste horizonte, y si bien nunca (paradójicamente) había coincidido consigo misma, no contaba con que la vida fuera así: grosera, abrupta, hasta esquizofrénica.

"Es la historia de amor que nadie debía haber escrito", garabateó la mujer sobre una servilleta mientras bebía su café sin azúcar, allí, sola, relamiendo el silencio tan penetrante en ese restaurante sumido en un mutismo afónico.

El lugar, invadido de homeless, seres casi evanescentes y que a nadie importaba, no interrumpían las letras de una canción venida quién sabe de dónde: "... Si he sido lo que fui fue por tu cuerpo, si he sido noche, fue tu noche quien lo quiso...". Las hebras sensibles se movieron y las lágrimas brotaron vacilantes.

-Si te veo en la calle, ignórame -las palabras que su amado le había dicho unas horas antes retumbaron en el vacío craneal.

Hacía ya un tiempo, su pareja la desdeñaba y con claridad le decía que había dejado de importarle, pero ella, hembra de una sola palabra, se resistía a dejarle bajo la premisa "no hay peor lucha que la que no se hace".

Inició el desfile de recuerdos que dolían por simpleza. Pidió azúcar luego de tres tazas de café casi seguidos y bebió rápido. A los 15 minutos ingresó a su sórdida casa, hasta su silencio estaba acompañado, no ella, pero dolía.

Cuatro tazas de café en su estómago, tras un rictus de amor sin respuesta, un sueño y un dolor, soltaron el cuerpo que se deshizo en la poltrona. Allí no había nadie, mucho menos el amor de su herida, no de su vida, porque él mismo se había encargado de asesinarla.

Su veneno mortal silencioso se llamaba "amor", deprimente pero artero, a dos años de la explosión del sentimiento la conclusión estaba escrita: no tenía sentido seguir... ¿y cómo para qué?, ¿esperar algo mejor cuando los intentos habían sido infinitos?, ¿seguir con qué sentido? ¿Amar un solo corazón? Las lágrimas ganaron la batalla y un grito casi ensordecedor llenó la amplia sala.

Dolía hasta el alma, ¿más allá de la muerte? El corazón se detuvo, sin veneno, sin puñal. Sí, el amor también mata.

Una tarde, cuando todos dormían la siesta, no resistió más y fue a su dormitorio. Lo encontró en calzoncillos, despierto...
04/01/2025

Una tarde, cuando todos dormían la siesta, no resistió más y fue a su dormitorio. Lo encontró en calzoncillos, despierto, tendido en la hamaca que había colgado de los horcones con cables de amarrar barcos. La impresionó tanto su enorme desnudez tarabiscoteada que sintió el impulso de retroceder. «Perdone», se excusó. «No sabía que estaba aquí.» Pero apagó la voz para no despertar a nadie. «Ven acá», dijo él. Rebeca obedeció. Se detuvo junto a la hamaca, sudando hielo, sintiendo que se le formaban nudos en las tripas, mientras José Arcadio le acariciaba los tobillos con la yema de los dedos, y luego las pantorrillas y luego los muslos, murmurando: «Ay, hermanita; ay, hermanita». Ella tuvo que hacer un esfuerzo sobrenatural para no morirse cuando una potencia ciclónica asombrosamente regulada la levantó por la cintura y la despojó de su intimidad con tres zarpazos, y la descuartizó como a un pajarito. Alcanzó a dar gracias a Dios por haber nacido, antes de perder la conciencia en el placer inconcebible de aquel dolor insoportable, chapaleando en el pantano humeante de la hamaca que absorbió como un papel secante la explosión de su sangre.
Cien años de Soledad,
Gabriel García Márquez.

Caduco busca compañíaJesús Pintor En el ocaso de su vida, joven senecto (como se describió) dejó su petición en el seman...
03/12/2024

Caduco busca compañía

Jesús Pintor

En el ocaso de su vida, joven senecto (como se describió) dejó su petición en el semanario de su pueblito, San Juan de los Tabiques "... busca compañía femenina, risueña, mayor de 30 años y fiel...( )", resaltado en escala de grises para que todas lo vieran, dijo muy ufano mientras pagaba los cinco pesos por publicidad.

En espera de esa respuesta acudió, perfumado con la fragancia que hacía cuando menos cinco años, guardaba celosamente en ese cajón de lo más querido. En la banca del jardín público que anunció en el periódico, estaría esperando; ese primer día permaneció por tres horas seguidas, hasta que, se cansó para levantarse entumido de la cadera y las pantorrillas por lo que caminó con dificultad unos 20 metros.

Volvió a bañarse al día siguiente, la esperanza floreció, peinado con el pelo hacia atrás, se dirigió al lugar de su cita, allí donde esperaba a alguien, en realidad ¿quién sabe a quién?, el libro que leía ya estaba muy averiado por tanto manoseo ansioso del viejo.

Cualquier falda o pantalón ocupado por una dama, allí, contaba como posibilidad, podía ser cualquiera, 35 años, 38, 40, 45... la lista de requisitos se recortaba. El provecto sabía que algo era mejor que nada. Sí, llegar a casa y platicar, era la imagen de su sueño, romper ese ma***to silencio que le zumbaba los oídos como taladro y llegaba al cerebro luego de pasar por todo el cuerpo.
..Un año y la espera siguió, acudió fielmente todos los días salvo los del pago de su pensión, el hombre ya era parte del paisaje de ese centro público, entonces formaba parte de los detalles de ese escenario de por sí ignominioso. Su perfume se había vaciado y solo se pasaba la boquilla del envase por la ropa para que cuando menos la esencia quedara en el aire.

Un año más y la esperanza se diluyó. Ya el libro "El otoño del Patriarca" del desaparecido Gabriel García Márquez, impreso por Plaza and Janes en una edición escolar, había perdido muchas páginas, incluso la portada y los labios del hombre, resecos y lánguidos, apenas deberían abrirse, ya en casa - se prometió-, para saludar a la mujer de sus últimos días, aunque en ese momento ni fantasma era.

Del cesto de basura unas manos femeninas sustrajeron el semanario donde aparecía el anuncio del provecto, los ojos rodeados de rimel se pasearon por las líneas y una sonrisa de complacencia iluminó el rostro de esa cuarentona, su soledad inmisericorde iba a terminar por fin, alma gemela del viejo al final del día.

Pasó aceleradamente por una calle de donde emergieron voces dolientes: "concédele, Señor, el descanso eterno y que ilumine tu luz perpetua...", eran apenas seis personas con alma caritativa que reunieron dinero y su consideración para rezar y enterrar el cuerpo de un ser solitario, quien se fue con el aroma de una soledad que lo engulló vorazmente.

Me enamoré de su forma de coger■Este es mi libro abierto, léelo, poeta hijo de perra —exigíaGustavo Hernández Me enamoré...
28/11/2024

Me enamoré de su forma de coger

■Este es mi libro abierto, léelo, poeta hijo de perra —exigía

Gustavo Hernández

Me enamoré por su manera de coger,
por su manera de culear.
No por su cara,
no por cuerpo,
no por olor,
ni por su sabor;
no por sus sentimientos,
ni sus pensamientos,
¡no!,
me enamoré por su manera de coger.

Estaba medio pendeja,
escribía "oli", "sip", "nope" y "ps"
y decía un chingo de groserías;
era fría,
enojona y mamona;
no entendía los sarcasmos
y le aburrían los temas literarios.
Muchas veces quise cambiarla,
le regalaba libros,
le recitaba líneas,
le hacía poesías en papelitos regados,
y ella me devolvía las servilletas con
un "mejor cógeme como tú sabes, ca**ón"

Era una ignorante,
lo único que sabía era el ka*****ra
al derecho y al revés;
no conocía de libros,
ni de poesías,
ni de escritores,
si empezaba a hablarle de eso,
torcía los ojos y me bajaba la bragueta,
y succionaba hasta terminar en su boca,
después volteaba conmigo lamiéndose
los bigotes como una gata,
y altanera me decía:

—Qué rica sabe tu poesía.

Luego se despojaba de su ropa para
montarse en mi boca de espaldas.

—Este es mi libro abierto, léelo,
poeta hijo de perra —exigía.

Ahí se restregaba un rato hasta
venirse unas dos veces,
después se arrastraba como culebra por
mi vientre hasta que nuestros s**os
embonaran como piezas de rompecabezas.

—Tú naciste para coger —le decía mientras
ella cabalgaba como loca— pero no te das
cuenta que también eso es poesía.

—¡Cállate y cógeme sr. Grey!

"¿Grey? —pensaba— ¡de verdad que
está pendeja!".

Pero su manera de menearse lo compensaba,
su manera de hacerlo era tan inverosímil,
tan sin reserva,
tan sin tabúes;
más que una felación,
parecía un sacrificio humano;
se entregaba por completo,
como si de eso dependiera su vida,
como si fuera la primera vez que lo hiciera,
o la última;
como si estuviera enamorada tanto como
yo lo estaba por su manera de coger.

A veces de tanta entrega,
de tantas lágrimas que derramaba
mientras lo hacía,
y tantos balbuceos,
súplicas y jadeos,
pensaba que de pronto se le
escaparía un "te amo",
o un "no quiero estar sin ti",
pero no,
nunca nunca nunca pasó,
todo sucumbía despues del orgasmo.
Después de recuperarse,
ella se vestía,
se maquillaba,
se medio peinaba y me deba un
beso en la frente y se iba,
dejándome ahí con el cuerpo desfallecido
y el alma enamorada.

—Gracias poeta —decía.

En seguida tomaba una pluma y un papel,
para ahora eyacular en letras.
Ese día,
le escribí el poema más corto:

"Qué ironía,
no le gustaban las letras,
pero ella misma era poesía,
mí poesía..."

Y sinceramente ahora no sé
quién es el pendejo.

A la abuela no le pasará nada. Se pondrá bien. Vivirá cien años másJesús Pintor "La vida no es justa", no, no parece jus...
03/11/2024

A la abuela no le pasará nada. Se pondrá bien. Vivirá cien años más

Jesús Pintor

"La vida no es justa", no, no parece justa, se contradijo Leónides, lágrimas en los ojos y aferrado a las chanclas viejas de su esposa, quien yacía allí, dentro de su ataúd, fría y pálida, con los labios sellados con la lápida del silencio eterno.

22 años y cuatro meses juntos, 15 años y 2 meses, de casados... algún día iba a llegar este momento, llamó Leónides a resignación y encendió una vela sin soltar las chanclas rosas que él le había comprado porque unas iguales había deseado de niña, hiló la memoria angustiada.

El hombre, hasta los 14 años de edad, se sentía atraído por los varoncitos, en su cuerpo, había concluido, vivía una mujer explosiva qué necesitaba sentir las caricias de un hombre... hasta que conoció a Elena en ese baile al que no quería ir. La atracción fue inmediata, pero nesciente de la cultura de la conquista heterosexual, no pudo acercarse a la joven.

Llegó a espiarla y a seguirla de cerca ¿era homosexual o un hombre? Se cuestionó con dureza, ¿por qué le llamaba tanto la atención esa mujer?... ¿sería la promesa suelta de "no te dejaré escapar en la siguiente vida"?

Fue hasta que, valiéndose de un trozo de papel y una crayola roja, le escribió "me urge verte. Me interesas. Te espero en el parque a las tres de la tarde", así, sucinto. El hombre llegó, temeroso de que la hembra no fuera, pero ella ya estaba antes que él, y luego de "sabía que eras tú", en esa maraña de vida, escribieron su historia.

El s**o lo practicaron a un día de casarse, momento exacto en que la abuela era velada en casa, vencida por el cáncer, "no pasa nada, la abuela estará bien, vivirá cien años más", dijo el tipo a su hembra y se fundieron en un solo ser, para abrir el concierto de jadeos, gritos, arañones y humores mezclados.

Ahora era ella, luego de "tantas cosas", de sus dos hijos que volaron tras su mayoría de edad, de postegar su viaje a la montaña y a Taxco, un lugar que jamás conocieron juntos, de la concreción de sueños y de frustraciones perdidas en el tiempo... no, la vida no parecía justa, pues ella, también, debería haber vivido cien años más.

Y las campanas de gloria que anunciaron al mundo la buena nueva de que el tiempo incontable de la eternidad por fin habí...
03/11/2024

Y las campanas de gloria que anunciaron al mundo la buena nueva de que el tiempo incontable de la eternidad por fin había terminado.

El Otoño del Patriarca
(Gabriel García Márquez)

El ABOTONAMIENTO DE LOS COMPADRESAutora: Graciela Yar TPara: ELIXIR DE MIEDOEsta es una historia que se remonta a muchos...
04/10/2024

El ABOTONAMIENTO DE LOS COMPADRES

Autora: Graciela Yar T
Para: ELIXIR DE MIEDO

Esta es una historia que se remonta a muchos años atrás, transmitida de generación en generación, envuelta en sombras oscuras y ecos de miedo, ya que es un hecho basado en la vida real.

Mi abuela contaba que, en el pueblo donde vivía, había una pareja formada por Josefa y Gabriel. A pesar de haberse casado hace tiempo, no podían tener hijos, lo que sumía a Josefa en una profunda y constante tristeza. Gabriel, intentando devolverle la alegría, decidió adoptar un hijo.

Cuando el pequeño bebé llegó a su hogar, Josefa se sintió completa, como si hubiera llenado el vacío que la consumía.

Todo parecía felicidad, o al menos eso creían. Los días transcurrían en aparente calma, hasta que una mañana Gabriel dijo:
—Nuestro hijo ya tiene un año con nosotros, así que es tiempo de que lo bauticemos, que reciba la gracia de Dios.
Josefa estuvo de acuerdo, y comenzaron con los preparativos. Decidieron pedir a una pareja cercana que fueran los padrinos del niño.

Sin embargo, cuando Josefa vio a Manuel, el futuro compadre, sintió una atracción inmediata y casi hipnótica por él. La química entre ambos era tan intensa que se desnudaban con la mirada.

Un día, durante una charla entre compadres, Josefa se dirigió a la cocina. No pasó mucho tiempo cuando Manuel se ofreció para ayudarla.

Estando a solas, Manuel le confesó sus sentimientos, a lo que Josefa confirmó sentir lo mismo. Decidieron verse en secreto, fijando un lugar y una hora para su encuentro.

Cuando llegó el día, Josefa, algo temerosa, salió al encuentro de Manuel. Al estar frente a él, no pudo contener el deseo que sentía. Se entregaron a su amor prohibido, sumidos en la pasión y el peligro.

Gabriel comenzó a notar a su esposa distante, fría y pensativa, siempre a la defensiva cuando intentaba confrontarla.

El rumor empezó a correr en el pueblo. La gente murmuraba que algo extraño ocurría entre los compadres, Josefa y Manuel. No solo hablaban de la infidelidad, sino de algo turbio y oscuro: se decía que Josefa y Manuel se transformaban en "cagones" —criaturas similares a perros gigantes con ojos brillantes y colmillos afilados. Estas bestias descendían por los caminos oscuros, gimiendo y aullando, dejando escuchar las palabras: "Por vos, compadre, por vos, comadre", un eco que helaba la sangre de quienes lo escuchaban.

Una noche, cansado de la frialdad de su esposa y sospechando de algo siniestro, Gabriel decidió seguirla sigilosamente. La vio salir de la casa y adentrarse en el bosque, donde la sombra de Manuel la esperaba.
Quedó atónito, helado, al observar a su esposa en plena infidelidad con el compadre. Pero lo que más lo aterrorizó fue ver cómo Josefa adoptaba una forma inhumana. Sus pies y brazos se alargaban, sus huesos crujían mientras Manuel, en un estado similar, gruñía con una mezcla de placer y dolor. Ambos entraron en lo que se conocía como el "abotonamiento", unirse de tal manera que no podían separarse de sus deseos carnales, mientras repetían: "Por vos, compadre, por vos, comadre".

El horror se apoderó de Gabriel. Empezó a sudar frío, sus piernas temblaban. Desesperado, corrió hacia su hijo, pero en su huida pisó una rama, revelando su posición a las criaturas. Los ojos rojos e infernales de Josefa se posaron en él. Ya no era su esposa lo que tenía enfrente, sino algo peor: una abominación nacida de la traición y el deseo prohibido.

Esa noche, Gabriel y su hijo desaparecieron sin dejar rastro. Los habitantes del pueblo nunca supieron si Gabriel enloqueció al ver el horror o si ambos fueron devorados por las criaturas diabólicas. Lo único que quedó claro fue que Josefa y Manuel nunca más fueron vistos en el pueblo, aunque los aullidos infernales continuaron resonando en la oscuridad de la noche.

En tierra de mujeres hermosas el ciego es rey.
05/08/2024

En tierra de mujeres hermosas el ciego es rey.

Me preguntaron por ellaJesús Pintor Hecho ovillo Manuel esa tarde se arrinconó afuera de su casa en el resquicio, ya la ...
02/08/2024

Me preguntaron por ella

Jesús Pintor

Hecho ovillo Manuel esa tarde se arrinconó afuera de su casa en el resquicio, ya la calle empezaba a empaparse, una lluvia fina caía en esa área conurbada de la cabecera municipal. Lloraba.

Sus 47 años de edad y su impedimento para moverse libremente por haber perdido las dos piernas, lo hacían sentir inútil, objeto del uso mezquino, adentro, una voz femenina emitía sonidos de placer, era su esposa quien, ya descaradamente se había soltado a los gustos carnales.

No había inhibición ni impedimentos, la actitud del hombrecillo era de permisividad, ¿cómo impedir la burla?, en un rato más empujaron la puerta desde el interior para hacer casi caer a Manuel, sin disculpas de por medio como sí una mirada de lástima y rechazo, fue rebasado a grandes zancadas por un hombre regordete mayor que él.

Ingresó a la casa para limpiarse las gotas de la llovizna, Yadira, su esposa, yacía boca abajo, con solo la ropa interior cubriéndola, quiso acariciarle el trasero pero empujó groseramente y emitió un quejido de incomodidad.

—¿Te traigo agua, amor? —Preguntó tímidamente el hombrecillo.
—Ve a comprarme una cerveza, mejor y, deja de estar chingando.

Cumplió la orden y llevó, previniendo que más tarde le pidiera café, galletas de chocolate, las que le gustaban a su amada esposa. Ingresó suavemente, para no molestarla, abrió la lata y le dijo con suavidad "aquí está tu cerveza, amor", en espera de un regaño "abrón, mestoy muriendo de sé y a la hora que llegas, en media hora te sales a comprar pan y te tardas en el parque, vavenir mi novio".

A esas palabras el hombrecillo las sintió como una bofetada fuerte, no podía acostumbrarse a esa falta de respeto, a esa burla. Sentado en un rincón esperó que trascurriera el tiempo indicado mientras pensaba en el momento en que empezó a cambiar todo en esa mujer que decía amarlo y que le pedía que nunca lo dejara porque "me voy a morir si te vas".

Ya había olvidado la tibieza de sus labios y la humedad de su intimidad, Manuel apenas sí hablaba, pensaba mucho, pero sus labios muy poco dejaban escapar algún sonido. Ya en la calle pasado el tiempo pedido por la mujer para que abandonara la casa, recordó el momento en que perdió sus piernas: el viejo carro que manejaba chocó contra un camión de volteo estacionado.

Yadira se preocupo más por los regalos que Manuel le había prometido que por él mismo y el in****no empezó para el hombrecillo, solo la primera noche se quedó con él, el resto del tiempo de recuperación y ya amputadas las piernas, el hombrecillo tuvo que conformarse con llamadas y luego con esa ausencia que le seguía doliendo.

—¿Puedo dormir contigo, amor, esta noche? —le dijo a su mujer ya disponiéndose a descansar.
—Mañana, las sábanas huelen mucho a hombre —le dijo con desparpajo la hembra esbozando una sonrisa burlona.

Mañana, esa misma que le había prometido un acercamiento, la hembra salió de fiesta con el maestro nuevo de la escuela donde había llevado a sus hijas, quienes por cierto, vivían y las cuidaba la abuela de ellas, les llevaba dinero ocasionalmente, en un mismo ritmo que preguntaba "¿y se portan bien las cabronas?". Manuel esa noche no pudo dormir, se quedó esperando a su esposa y cayó vencido por el sueño, sentado en su silla de ruedas, con la cabeza en la almohada y un brasier de Yadira en la nariz.

A las tres de la madrugada se abrió la puerta de la casa y luego de la recámara donde la mujer sorprendió dormido a Manuel, "¡vete a tu petate, no chingues, vete ya, tus mamadas, deveras!", ordenó estentórea y con golpes. Manuel despertó aturdido tras el primer manotazo en la espalda. ¿Pensó alguna vez en morir?, no, Manuel albergaba la esperanza de recuperar el amor de su esposa, pero eso equivaldría a que las piernas le volvieran a salir.

Tumbado en el petate maloliente en la bodega que había sido habilitada como dormitorio para el hombrecillo, apenas cubrió su cuerpo hasta su pecho y empezó a llorar con una intensidad tal, que la hembra lo escuchó, un grito de enfado surgió de la recámara, varios más en seguida. Manuel estaba incontenible. Lloró todo lo que no había hecho, lloró todo lo que tanto se había aguantado.

—Ve por dos cervezas y te me sales en unos 10 minutos, vavenir otra vez mi novio —pronunció la hembra al mismo tiempo que pateaba las costillas de su esposo.

Manuel no respondió, al jalarlo hacia ella, en el rostro del hombrecillo la mujer solo pudo apreciar tranquilidad, los ojos estaban casi entrecerrados viendo a la nada, pero el rostro, pese a su palidez, reflejaba una paz inmensa, la expresión quizá era hasta de felicidad adornado con los labios enchuecados hacia arriba.

Préstale los 500 qué le hacen falta, dice la aspirante al servicio íntimoEn un matrimonio que tenía problemas de dinero,...
01/08/2024

Préstale los 500 qué le hacen falta, dice la aspirante al servicio íntimo

En un matrimonio que tenía problemas de dinero, la crisis obligó al esposo pedir a la mujer a prostituirse. La esposa muy confundida le dice:
Camilo, ¡Pero yo no sé nada de eso!
Y él le dice:
Cuando tengas alguna duda sólo me preguntas, estaré detrás del poste.

Así quedaron Llegó la primera noche y la mujer se vistió bien apretadita y escotadita, ella esperando en la esquina y el marido detrás del poste.

Llegó el primer cliente en un auto último modelo, se detiene donde está la mujer y ella se le acerca.
- ¿Cuánto?, le dice el cliente.
- Pues no sé, espéreme aquí.
Y corre hasta el poste.
- Oye Camilo, ¿qué cuánto?

El marido dice:
A ver, pues, dile que... a ver, si trae buen carro...dile que 1,000 pesos.
La señora regresa y le responde:
- Que 1,000 pesos. Y él le dice:
- No tengo 1,000 pesos, solo traigo 500 pesos.

Otra vez le dice la mujer:
Espéreme... y corre hasta donde está el marido.
- Camilo, dice que sólo trae 500 pesos.
Y le contesta el marido:
- No, no, dile que entonces sólo s**o oral.

La mujer corre otra vez con el cliente y le dice:
-Oiga, que sólo s**o oral.
Responde él:
Esta bien, súbase.

Y el tipo comienza a bajarse la bragueta del pantalón....y saca aquello, y la mujer se queda sorprendida y emocionada exclama:

-¡¡¡WWOOOOOOOWWWWW!!!
- Espéreme aquí, ahora vengo. Se baja del carro y corre desesperada hacia su marido y le dice:
- No seas malo Camilo, ¡¡¡PRESTALE 500 PESOS!!!

Sí, es el vecino, dicen que está loco●Lo vi amar bonitoJesús PintorCasi siempre se levanta entre las tres y cuatro de la...
29/07/2024

Sí, es el vecino, dicen que está loco

●Lo vi amar bonito

Jesús Pintor

Casi siempre se levanta entre las tres y cuatro de la mañana, a cantar primero, así es como despierta a todos, y se escapa, religiosamente, el clamor "dejen dormir" de la casa del fondo. Es el vecino, un tipo de edad madura que terminó solo y sin perro.

Canta, bien, si he de decir algo a favor, luego se escuchan jicarazos de agua. Se baña en medio de la oscuridad, debe disfrutar eso pues no se pierde un solo día. Al rato se escapa el olor a café que invade casi toda la colonia y empieza un acto que parece una obra de teatro.

"¡Pero ya te dije que no vas a ir!", dice y calla por unos segundos, "dile a tus amigos que tienes novio y me vas a decir dónde van a ir si quieres salir a tomar cerveza con ellos a solas"... y casi la describe, en un tono suplicante "¿cómo quieres que te deje ir sola con ellos?, ve tu cabello, tu cuello, tus ojos, tu cuerpo, cualquiera quisiera acariciarlos, no, así no".

Debe estar loco... a veces creo que habla con el fantasma de su pareja mu**ta, pues mas tarde se oyen ruidos en la cama, ese rechinido característico de cuando hay acción íntima. A veces llora, a veces ríe. Y cuando sale, debidamente cambiado, con ropa sencilla pero limpia, casi todos nos asomamos para ver quién sale con él.
.. Don Serafín aseguró que una vez iba con una joven apiñonada, a la que le hacía cariñitos... ese día que refiere, yo iba saliendo de casa, justo cuando el vecino loco iba hacia la calle, lo vi lanzar un beso, supuse que a la niña de la fuente, la de piedra y cemento, lo vi balancear la mano como si compartiera el movimiento. Lo vi amar bonito.

Hay una cosa que no te he dicho aún Jesús Pintor Un golpe de puñal le perforó el pulmón derecho y la sangre entonces, sa...
15/07/2024

Hay una cosa que no te he dicho aún

Jesús Pintor

Un golpe de puñal le perforó el pulmón derecho y la sangre entonces, salió en chorro implacable. La muerte no llegó pronto, Mario se desangró en el suelo hediondo a orines, el dolor lo revolcó en desesperación mientras instintivamente la mano derecha intentaba tapar el sangrado y la izquierda se asía a lo que creía su esperanza para salvarse: el brazo de su atacante. Al fondo, allá donde la oscuridad le permitía perderse, unos ojillos veían todo.

Se le vio atónita, solo veía, quizá poseída de sorpresa o resignación. Al final ya nada se podía hacer, concluyó egoísta pues era "su Mario" al que se le escapaba la vida y ella no podía evitarlo. No quiso verlo morir, quien lo había apuñalado ya le había quitado todo su dinero y un reloj que ella misma le regalara el día de su cumpleaños hacía apenas una semana. Sentada frente al café que aún humeaba y que era para Mario, se abrazó tratando de reconfortarse y lloró entonces.

Afuera ya llegaba una ambulancia y la policía, pronto el ruidero y luces azules y rojas iluminaron el lugar, "¡Edelmira, Edelmira, mataron a Mario, lo mataron!" gritó una voz femenina desde fuera al mismo tiempo que golpeaba la puerta, la mujer estaba bañada en lágrimas pero no se movió, así la encontró la policía y se la llevaron para que rindiera su declaración: as*****to por asalto, se concluyó el caso.

Ahora sola en casa. A los pocos minutos llegó Samuel, el tortillero que siempre la molestaba al verla pasar, la advertencia "algún día serás solo mía" que dejaba escapar cada que le chuleaba el trasero parecía que había llegado, "no estés triste, Ede, así son las cosas a veces", la abrazó en seguida, la mujer no tenía fuerzas para nada y se dejó apretar sin dejar de llorar. El hombre la llevó a la cama y la quiso recostar pero Edelmira se negó.

Un poco de agua pronto le ofreció, la mujer bebió con presura y solo entonces aflojó el cuerpo rígido hasta ese momento, para acostarse en la cama, ¿qué venía para ella a partir de ese momento?, no había espacio en la red neuronal para pensar en ello. Samuel empezó besando los cabellos y pronto el cuello y la boca, la mano allá abajo, hurgaba afanoso en la entrepierna. El olor a saliva era propietaria de los pechos a la cabeza y así, sin movimiento de la hembra, el tipo la poseyó.

Los quejidos iniciales cambiaron a gritos de placer. La hembra se dejó disfrutar y se permitió volver a sentir, Mario tuvo todo el tiempo del mundo pero solo trabajaba mañana, tarde y noche, quería un carro y se afanó en ahorrar para ello mientras la hembra esperaba ansiosa. Nunca llegaba, solo trabajaba, comía y dormía en un ritual desesperante. María se sentía abandonada pero no podía decirlo. ¿Cuánto tiempo hablaba con su marido?, siete palabras contó un día que le dijo su hombre, su Mario, y lo hizo para distraerse, para ocupar la mente en algo... ahora tenía a otro hombre allí.

Las gotas de sudor masculinas cayeron en su pecho para hacer un hilillo que correría, por la gravedad y el movimiento, hacia los costados directo a la sábana morada, la favorita del Mario de la hembra que en ese momento era atendida en su necesidad, en su urgencia ¿insana?, quizá. Cuando el hombre se fue, un par de horas después, sin palabras de cariño ni de despedida, la hembra quedó allí tendida, atónita, con las piernas abiertas y la mirada perdida.

Al otro día sirvió dos tazas de café como de costumbre, disciplinada a levantarse temprano, se sentó a esperar a alguien que nunca iba a llegar. En los labios estaba ese reclamo no permitido salir, algo tenía que decirse cada mañana mientras bebían café, único momento en que convivían y podían decirse algo. En términos estrictos "algo". ¿A quién le diría que necesitaba a Mario con ella, tendidos en la cama y disfrutando a dos vidas, en un ritmo interminable? Se quedaría con esta historia que se le escurriría entre sus dedos.

Mujer presumiéndose empoderada, aunque no habla del que le tomó la foto, su patrocinador que oculta pues no quiere parec...
26/05/2024

Mujer presumiéndose empoderada, aunque no habla del que le tomó la foto, su patrocinador que oculta pues no quiere parecer fácil.

Sí, la foto se tomó con temporizador.

No importa la opinión de la gente fría Jesús Pintor Enmedio de libros de Derecho, Isa la Moreliana, como gustaba le llam...
15/05/2024

No importa la opinión de la gente fría

Jesús Pintor

Enmedio de libros de Derecho, Isa la Moreliana, como gustaba le llamaran, se sumía en ese mar absorbente de artículos y leyes, todos entes controladores de la conducta humana.

Sus 32 años de edad la colocaban en un punto atractivo para desempeñar su actividad, pero sobre todo, como mujer explosiva. Isa la Moreliana era una mujer solitaria pese a todo. Había hombres de varias edades dando vueltas sobre el eje femenino, pero todos recibían un severo rechazo.

La mujer quien, luego de las agitadas mañanas y a veces, tardes, llegaba a casa para ser envuelta, tras el umbral, en un sórdido silencio, penetrante y que encuadraba en la semioscuridad que le otorgaba la lámpara de 40 watss de su estudio.

Su ritual llevaba una carga insolente a pesadumbre, hasta le dolía moverse, sus ojos cansados de la soledad, miraban sin ver, pero al llegar a la recámara, el mórbido colchón casi se atragantaba con el cuerpo de la hembra quien, al cerrar los ojos hacía renacer su propio universo.

Allí ella era solo mujer.

Los dedos expertos sabían dónde tocar para iniciar el armónico concierto a dos manos, que la engullían en ese paraíso sin forma. El Derecho y sus triquiñuelas hacían conversión a hembra ardiente.

Una hora cuando menos en el frenético evento y luego otra vez la calma. El ruido y los problemas ya no eran suyos. La paz.

"Por favor, abogada, haga todo para sacarme libre", la voz suplicante del hombre que había robado, luego de hackear cuentas, varios millones de pesos, recordó la hembra, ya volaba a New York, dispuesto a recobrar su vida y así como el, la mujer había sido capaz de liberar a una docena más de delincuentes.

Su fiereza era ampliamente conocida pese a su franco aspecto femenino, una mujer que seguía sin poder vivir sola, pero era algo que no podía evitar. Las noches eran suyas y no las prestaba a nadie.

Y es que "pero qué nos importa la opinión de la gente fría, siempre que nuestras almas, más ardientes y más nobles que las suyas, sepan disfrutar de lo que ellos no perciben", regodeó la frase del Marques de Sade, el escritor pe******do e inmoral que muchos, espantados santiguados, lo veían como su gurú.

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