09/06/2025
Complejo de Caín dentro de la Iglesia
Algunas personas cercanas a la figura pastoral, aquellos que son líderes de confianza, servidores brillantes, maestros incansables, coordinadores fieles, adoradores extraordinarios, pueden verse contaminados por este complejo, tal y como le pasó al hijo mayor en la historia de la parábola del Hijo Pródigo.
Cuando el menor se fue de casa, provocó una alegría en el Mayor. “Al fin se fue el que me robó mi espacio”, decía. Ahora él tenía de nuevo toda la atención y admiración de su padre y de toda la hacienda. Y resulta que cuando el que se fue, regresó, el Complejo de Caín en el mayor salió más agudizante. Y en lugar de alegrarse; se molestó, se irritó, se frustró, reclamó, se sintió herido, invadido, despreciado. Para él, llegó su rival, y tiene de nuevo la atención de su padre que, por cierto, le hace fiesta; el anciano está alegre por su hijo que está de vuelta; así mismo los mayordomos, los trabajadores, las cocineras, los jardineros y todos están celebrado, excepto él; está furioso de que se le ponga atención al rebelde, al pecador, al malhechor.
Cuando su hermano se fue, se alegró, cuando regreso se molestó. ¿Por qué? Por el Complejo de Caín. ¿Qué deseaba que se hiciera con el que regresó? Que lo corrieran, que desaparezca, que no regrese; que consideren los argumentos que él tiene para no dejarlo entrar; él ya los tiene claros, su hermano es un rebelde, fornicario, que se acostaba con rameras, derrochador, borracho, mal agradecido, etc. y anhela que todos oigan sus argumentos; aunque en el fondo esconde sus miedos, complejos y traumas. Desearía que destierren a su hermano de por vida, que nunca más regrese. Toda la culpa es del menor, según su interpretación, y si no hace un análisis interno, puede convertirse en un asesino, tal y como Caín. El síndrome haciendo de las suyas.
Así muchas personas dentro de la iglesia, quieren ser exclusivas del pastor o los pastores, y solo desean la atención de sus autoridades para sí. No soportan ver a sus líderes principales conviviendo con otros, y que estos les brinden oportunidades a nuevos integrantes, ya sea cantando, tocando algún instrumento, ministrando, predicando, etc. En el fondo de su corazón piensan: “Ya no me van a tomar en cuenta”, “Mis pastores prefieren a los nuevos”. Y posterior a esta clase de ideas delirantes, buscan como llamar la atención, como si no la tuvieran; y en lugar de hacer fiesta por el nuevo coordinador o nuevo integrante en el liderazgo, el complejo los ciega y solo les permite ver a un rival de vuelta, a un oponente que viene a quitarles prestigio, medallas y reconocimientos. Una iglesia no puede crecer si terminamos asesinando a nuestros propios soldados.
Loreto Eliseo