20/11/2025
Hay diálogos que duelen por lo certeros, y este es uno de ellos. La respuesta corta y superficial de que la política es "aburrida" recibe un golpe de conciencia con la verdad profunda: "Porque no te interesa cambiar un mundo tan cómodo para ti."
Esta es la trampa del privilegio, el velo que nos permite creer que nuestra vida está desvinculada de las grandes estructuras. Desde una mirada sistémica, la apatía política no es una falta de interés, sino una postura política activa que favorece el statu quo. Si el mundo funciona lo suficientemente bien para ti (tienes acceso a salud, seguridad, educación y justicia), la necesidad de cambiarlo se desvanece, y la lucha de otros se vuelve un ruido de fondo que puedes ignorar.
Pero si hacemos una deconstrucción consciente, entendemos que lo personal es radicalmente político. La calidad del transporte público, la seguridad en las calles, las leyes laborales, el acceso al ab**to seguro... todo eso que impacta nuestra cotidianidad y nuestro cuerpo, es política. Para quienes vivimos en los márgenes o cargamos con el peso de la desigualdad histórica, la política nunca ha sido un lujo, sino una cuestión de supervivencia.
El trabajo terapéutico y social, en este sentido, implica una invitación a la incomodidad. La incomodidad es el motor del cambio. Es el punto de partida de la agencia. No podemos quedarnos en la simple crítica; la solución reside en dejar de ver la política como un juego lejano de hombres trajeados y empezar a verla como el tejido que conecta nuestras vidas. El primer paso para cambiar el mundo no es necesariamente un voto, sino reconocer la propia comodidad y usar esa posición para amplificar las voces de quienes no pueden permitirse el lujo del silencio.
¿Qué tema político que antes te parecía "ajeno" o "aburrido" ha tocado tu vida personal y te ha obligado a tomar acción? ¿Qué pequeña incomodidad estás dispuesta/o a asumir hoy para apoyar una lucha que no es directamente tuya, pero que es fundamentalmente justa?
Psic. Rubí Osorio Cruz