
16/05/2025
Hermanos y hermanas, el ego espiritual es una de las trampas más sutiles en el camino hacia la iluminación. Surge cuando, en nuestra búsqueda de crecimiento espiritual, el ego encuentra una nueva máscara para reforzarse. En lugar de disolverse en la humildad y la conexión universal, el ego se apropia de nuestra práctica, nuestra sabiduría y nuestros logros espirituales para engrandecerse.
El ego espiritual se manifiesta cuando comenzamos a creer que estamos más evolucionados que los demás, que nuestras prácticas son las "correctas" o que hemos alcanzado un nivel superior de conciencia que nos hace "especiales". En lugar de liberarnos, el ego nos atrapa en una nueva ilusión, disfrazada de luz.
El verdadero crecimiento espiritual no se mide por las técnicas que dominamos, los conocimientos que acumulamos o las experiencias místicas que vivimos. Se mide por nuestra capacidad de amar sin condiciones, de perdonar con sinceridad, de vivir con humildad y de servir a los demás sin esperar reconocimiento. Si nos encontramos juzgando o comparándonos con otros, estamos operando desde el ego, no desde el espíritu.
El ego espiritual nos separa, mientras que la espiritualidad auténtica nos une. Es una paradoja, porque el ego busca engrandecerse al mismo tiempo que intenta convencernos de que hemos trascendido. Es como caminar en un círculo creyendo que avanzamos.
¿Cómo evitar esta trampa? La clave está en la autovigilancia constante y en el cultivo de la humildad. Reconocer que somos aprendices en un universo infinito y que cada ser, sin importar su estado, tiene una lección que enseñarnos. Practicar la gratitud, recordar que todo lo que sabemos y experimentamos es un regalo del universo y que no somos mejores ni peores que nadie.
El ego espiritual se disuelve cuando dejamos de buscar ser "algo" y simplemente nos permitimos ser. Cuando aceptamos nuestra humanidad, nuestras imperfecciones y nuestra conexión inseparable con todos los seres. En el silencio del corazón humilde,