19/08/2020
Todos los seres humanos, por el hecho de serlo, tenemos un determinado s**o. Si nos atenemos estrictamente al sentido de esta palabra, quiere decir que somos incompletos, finitos y por ende necesitamos de la proximidad de otra persona para construir sociedades y estructuras que nos permitan subsistir. Por ende, somos seres relacionales, o sea que tejemos relaciones, somos sociables, y utilizamos distintas herramientas de comunicación, como la seducción, para llamar la atención de aquellos que nos interesan.
La historia cultural se ha basado en una estructura llamada patriarcado, en la cual, es el varón el que desempeñaba un papel importante en la sociedad, el encargado y sostén de la familia, el hacedor de placer, el que ocupa puestos importantes y toma las decisiones trascendentales. Este sistema político y social ha generado la imagen del hombre decidido, confiado de sí mismo, que avanza sobre lo que quiere y lo arrebata cual trofeo de guerra.
Lo cierto es que al ser sexuados o sea incompletos, tanto mujeres como hombres, somos vulnerables y frágiles, pero a la vez diversos y complejos. Lo que para muchos puede ser algo placentero, para otros puede ser incómodo o vergonzoso. Por ende, no todos los hombres disfrutan de la seducción directa y frontal.
(Esta nota me fue publicada en la edición de junio 2015 de la revista Cosmopolitan )