
24/07/2025
Este es Bosco.
No exagero si les digo que es un poderoso pastor alemán.
La fuerza de su mordida supera las 290 libras por pulgada cuadrada. Si se lo propone puede destrozar un antebrazo o incluso una tibia, el hueso de la pierna de un adulto.
Lo bueno es que no se lo propone.
El es un muchacho muy amable, cariñoso, dócil y juguetón. Especialmente con los niños. Sus fuertes colmillos no le hacen ni el menor rasguño a mi sobrinita de 6 años que le quita la pelota del hocico.
Es un perro socializado con otros perros y con la gente.
Por eso no me preocupé cuando una nenita de unos cinco años llegó corriendo a donde estaba echado, trepó en su lomo y le acarició la cabezota, así sin avisar, sin decir “agua va”.
Ya después de que la nenita y Bosco eran grandes amigos, lo que ocurrió en unos ocho segundos gracias a la química que existe entre mi perro y cualquier niño, fue cuando la mamá que venía detrás, me preguntó:
- No muerde, ¿verdad?
Veamos. Bosco no muerde. A no ser que yo se lo pida. Entonces sí, pero eso no viene al caso.
Qué tan imprudente fue la señora, contando del 1 al 10:
La respuesta es 11.
Jamás permitas que tus hijos se acerquen así a un perro desconocido. El riesgo es enorme y habrá dos víctimas potenciales, el niño, que se llevará cuando menos un buen susto (cuando más no quiero ni pensarlo), y el perro, que como lo agarraron desprevenido y además no está socializado y educado como Bosco, reacciona con un mordisco. Al pobre Firuláis a lo mejor hasta lo duermen.
Cualquier perro puede morder si lo tomas desprevenido, si le picas los ojos, le jalas el rabo o le meten los deditos en las orejas.
Hasta el Bosco.