27/04/2025
El Número 3: La Tríada Sagrada en la Masonería 🌿
El número tres ha acompañado al hombre a lo largo de su historia, no solo como un número matemático, sino como una estructura profunda que refleja el orden universal. En la Masonería, este número se erige como un símbolo de equilibrio y perfección, como el eje sobre el que gira todo el trabajo del iniciado. Y no es por azar que la tríada esté tan presente en los rituales y enseñanzas masónicas. Cada vez que se menciona el tres, se hace eco de una verdad profunda y universal: la creación misma está fundada sobre tres principios.
Imagina por un momento un masón en su primer grado, de pie frente a los tres grandes pilares que adornan su camino hacia la sabiduría. Cada uno de estos pilares representa un aspecto fundamental del ser humano: Sabiduría, Fuerza y Belleza. Estos tres valores son los cimientos sobre los que se construye el Templo del alma, y cada masón, al avanzar en su iniciación, está llamado a cultivarlos, a integrarlos en su vida.
Sabiduría. La primera de las tres. Es el conocimiento profundo, no el conocimiento superficial que puede adquirirse en libros o en la escuela, sino aquel que proviene de la experiencia vivida, de la reflexión interna, de la búsqueda constante de la verdad. La sabiduría es lo que permite al masón discernir entre el bien y el mal, lo que le permite ver más allá de las apariencias y penetrar en la esencia de las cosas. Sin sabiduría, el masón está como un ciego buscando una luz que no sabe que existe.
Fuerza. La segunda. No es la fuerza bruta, la de los músculos o el poder físico, sino la fuerza interior, la que impulsa al masón a levantarse después de cada caída, la que le da la determinación para superar los obstáculos, tanto internos como externos. La fuerza es la resiliencia ante la adversidad, la capacidad de mantenerse firme y recto en medio de la tormenta, sin perder el rumbo. Sin fuerza, el masón podría ser fácilmente arrastrado por las dificultades de la vida, perdiendo su rumbo y olvidando su propósito.
Belleza. La tercera. A menudo se piensa que la belleza es solo algo estético, algo que se puede ver con los ojos, pero en la Masonería, la belleza es mucho más que eso. Es la armonía, la armonización de la vida, el equilibrio entre lo material y lo espiritual, lo interno y lo externo. La belleza es la pureza de las intenciones, la elegancia del alma. Es lo que da forma y sentido a las otras dos cualidades. Sin belleza, la sabiduría sería árida y la fuerza, destructiva. La belleza es lo que suaviza, lo que da vida a la estructura.
El masón avanza a lo largo de su camino, y poco a poco empieza a darse cuenta de que estos tres principios, Sabiduría, Fuerza y Belleza, no son entidades separadas, sino una unión perfecta que refleja el mismo orden universal que se observa en la naturaleza, en la creación y en el ser humano mismo. Son tres aspectos de un mismo todo, tres caras de una misma moneda, tres fuentes de luz que, al unirse, iluminan el camino del iniciado.
Pero la tríada del número tres no se limita a los tres pilares del Templo del alma. En el viaje masónico, el número tres se repite una y otra vez, como un recordatorio constante de la trinidad que habita en cada uno de nosotros. Tres son los grados simbólicos de la masonería: Aprendiz, Compañero y Maestro. Tres son los pasos fundamentales en el trabajo del alma: Nacimiento, Muerte y Resurrección. Tres son las herramientas fundamentales del masón: Compás, Escuadra y Nivel. Todo en la masonería gira en torno a la fuerza del tres.
Cada uno de estos tres grados, estos tres principios, estos tres momentos, se enlazan entre sí en una danza sagrada que refleja el ciclo eterno de la vida y la muerte, del aprendizaje y la trascendencia. En cada grado, el masón experimenta una transformación, un renacer, que lo acerca cada vez más a la perfección espiritual, a la sabiduría infinita. Cada paso que da hacia el siguiente grado es un recordatorio de que el trabajo del masón nunca termina. La búsqueda de la verdad es eterna, y el número tres es el símbolo de esa perfección en constante movimiento.
El número tres, entonces, se convierte en mucho más que un simple número: es una llave, una herramienta mística que abre las puertas de la percepción más profunda, que guía al masón hacia el conocimiento verdadero, que ilumina el camino hacia la luz.