23/12/2023
Dos épocas hay en el año que me conducen a adentrarme en mí. Una, la semana previa a mi cumpleaños y la segunda es la Navidad. Suponen momentos de reflexión que de algún modo frenan mi modo de estar permanente, mi carácter competente que se marca frecuentes objetivos, que los busca, que va siempre contrarreloj, que no para y que busca la tranquilidad aunque sea ya a las 11 de la noche. Quizás la razón no sea otra que simplemente estar en vacaciones y restar “urgencia” a las obligaciones. Lo cierto es que sea lo que sea, en Navidad me embarga ese “espíritu” que llamamos navideño y, logro multiplicar por mil un montón de emociones.
Me preocupaba hace tan solo dos días mi estado casi anhedónico en este final de 2023. Llegué a considerar seriamente qué factores estaban o habían provocado en mí tal alexitimia. Frente a una Navidad en el 2022 cargada de novedades, fiestas, regalos, ilusiones y creencias de éxito y amor compartido, me encontraba ante una en 2023 en la que no se despertaban mis emociones. Sintiéndome bien y sin tensiones, no entendía que me diera todo igual y que la ilusión de la gente no se me contagiara, como siempre había sucedido. Es verdad que este año he vivido situaciones algo extremas, decepciones, vivencias de dolor en los míos, conflictos en el trabajo, hasta robos para rematar. He llegado a sentirme vulnerable, no correcta, colérica e incluso malintencionada.Me he aislado de personas. He deseado no perdonar para no olvidar. He pretendido, en fin, ser otra. Así que no sería tan extraño que en la temporada del amor, la amistad y la alegría conjunta, yo descubriera que efectivamente ya era otra y que ningún “espíritu de la Navidad” iba a lograr recuperarme como la boba sensible que lagrimea por todo y que suele aterrizar en estas fechas.
Pues si, no soy la misma, pero bastó salir ayer por las calles y comprobar la felicidad en otros para reencontrar mi parte empática. Gracias a cuántos me pararon, me felicitaros y me abrazaron, a mis niños del centro que corrían hacia mi al verme alegres por el encuentro, a mi familia que no duda en juntarse de nuevo. Gracias al espíritu navideño, externo e interno, que extingió rápidamente mi apatía y me llenó nuevamente de emociones y, gracias, a mi Yo, fuerte y sabio, que me enseña a convivir disfrutando con los que Sí y con los que No, a medir hasta dónde, cómo y con quién, a no sentir vergüenza, a arriesgarme y sobre todo a experimentar.
Gracias a la vida, a las personas y a La Navidad.
¡Qué el Espíritu de la Navidad, os traspase y se instale en cada uno de vosotros!