07/01/2019
La ansiedad es un síntoma muy común en la mayoría de las personas; todos en algún momento de nuestras vidas hemos sentido ansiedad en respuesta a numerosos eventos, pero en algunas ocasiones la ansiedad se presenta también sin un desencadenante aparente; la ansiedad tiene un fin determinado, la supervivencia del individuo; cuando nos enfrentamos a un peligro nuestro organismo se prepara para defenderse o para huir, es decir, se prepara para sobrevivir; entre los cambios que se producen para esta supervivencia hay físicos y psicológicos; los físicos incluyen incremento de la frecuencia cardiaca y del flujo sanguíneo hacia los músculos esqueléticos, tensión muscular; piel fría por disminución de la circulación sanguínea a este nivel; incremento de la presión arterial; sensación de mareo, náusea, etc.; entre las sensaciones psicológicas podemos contar la sensación inicial de miedo que nos moviliza para alejarnos del peligro,; la sensación más intensa de pánico y la sensación de muerte inminente, es decir, de que en ese preciso momento podemos morir; todos las sensaciones anteriores sirven, como hemos dicho, para movilizarnos y alejarnos del peligro, para sobrevivir; pero cuando todas estas respuestas ocurren en situaciones que no lo requieren, entonces empezamos a hablar de un trastorno de ansiedad, y los síntomas son todas las sensaciones ya descritas pero cuando ya se trata de un trastorno de ansiedad los síntomas pueden ir en aumento; inicialmente podemos sentir ansiedad de baja intensidad en situaciones determinadas, posteriormente esta ansiedad incrementa en gravedad hasta volverse pánico; y las situaciones se extienden a otras similares, es decir, que si inicialmente nos producía ansiedad caminar solos de noche, después ya nos produce ansiedad el solo hecho de salir a la calle, agravándose los síntomas hasta tener una verdadera crisis de pánico. La crisis de pánico es una de las formas de presentación más frecuente dentro de los cuadros de ansiedad y es muy incapacitante; sin previo aviso comenzamos a tener miedo, pánico, sensación de muerte inminente, se eleva la frecuencia cardiaca y la presión arterial, sentimos mareos, náuseas, sensación de dolor en el pecho, falta de respiración, sudoración fría, entre otros; al paso de los minutos estas sensaciones van disminuyendo hasta desaparecer por completo, pero nos dejan la sensación de que ocurrirán en cualquier momento, lo que nos incapacita para llevar una vida normal.
La consulta al profesional de salud mental posibilita el correcto diagnóstico y tratamiento ya sea con psicoterapia, psicofármacos o la combinación de ambas terapéuticas.
Un buen tratamiento llevado por un profesional idóneo y realizado en los tiempos correspondientes, suele arribar en resultados positivos mejorando la sintomatología, la calidad de vida y disminuyendo la tasa de recaídas.
Referencias Bibliográficas: 1.- Stein D; Hollander E; Fenomenología del trastorno de angustia, en Tratado de los trastornos de ansiedad. Ars Médica. 1ª edición, Madrid España. 2006. p. 291-301. 2.- Kaplan H; Sadock B; Trastornos de ansiedad, en Sinopsis de psiquiatría. Editorial médica panamericana, 8ª edición, Madrid España. 2010. p. 711-729. 3.- López Ibor J. Trastornos de ansiedad, en DSM IV Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Tomo II. 1ª edición. Masson S.A. Madrid; 2009. p. 477-543. 4.- Gelder M; López J; Andreasen N; Trastornos de ansiedad. En Tratado de psiquiatría. Tomo II. 1ª edición. Ars Médica. España; 2010. p. 935-989. 5.- Gabbard, G. Trastornos de ansiedad. En Gabbard, G; Tratamientos de los trastornos psiquiátricos; 1ª edición: Editorial Ars Médica; 2009. P. 156-167.