11/09/2019
EL PAÍS DE LOS GUARDAPOLVOS EN LA CALLE
(Por Sandra, por Rubén, por los pibes y las pibas, por la educación pública, ¡Feliz día a todas las maestras y los maestros!)
Había una vez, en un país muy cercano, cientos de miles de maestros y maestras que, un día, se cansaron del desprecio de los poderosos de turno y salieron a la calle. Salieron con su uniforme de trabajo: el guardapolvo, y también con sus ganas y sus conocimientos, con su bronca y su cariño, con su abrazo solidario y su grito de lucha, con su reclamo por un salario digno y su esperanza de que el Estado los escuche alguna vez. En el castillo lejano, los poderosos siguen con sus negociados, indiferentes al temblor que se propaga en la ciudad. Nadie mira por la ventana: después de todo, para ellos, para los dueños de todo, la educación pública es un capricho de la historia a eliminar. Porque todos ellos, patroncitos e hijos de ricos, gerentes y estancieros, se criaron en escuelas de nombre anglosajón. No aprendieron mucho, es verdad, pero eso no importa. Saben lo suficiente: la educación es un gasto a eliminar en su planilla de excell, y los pibes y las pibas, apenas un asterisco en sus formularios. Ahí están, encerrados en sus barrios privados y fortificados, protegidos por un ejército de uniformados y de mercenarios con micrófono que bien los cuidan y castigan a quien protesta y se rebela.
Pero la tierra tiembla, vibra. Son miles, son decenas, son cientos de miles de maestros y maestras, armados con el conocimiento (¡qué arma letal tan peligrosa!), con la experiencia de convivir con pibes y pibas con problemas y necesidades, con la espalda ancha de pelearle todos los días a la realidad, con la certeza de ser vehículos de un saber más importante incluso, que el que pueda transmitir cualquier manual escolar: la única forma de obtener lo que uno merece y quiere, es pelear por ello y nunca resignarse. El único modo de defender la justicia y la solidaridad es dar el ejemplo, es salir a la calle y buscar otros con las mismas inquietudes. Nunca esconderse detrás de la pantalla de un celular o de una tele, para repetir como ignorantes el caramelo masticado por los poderosos. Nunca.
Ahí avanzan los guardapolvos, y las calles tiemblan. Los poderosos no los escuchan, siguen absortos en sus planillas de hambre, de ajuste, de privilegios para pocos y negocios para sus amigos. Pero el país de los guardapolvos blancos empieza a crujir. Ya no hay manera, la tierra se parte como hojarasca y el piso se abre. Del fondo del terruño, brotes verdes emergen y se hacen raíz. Ahí están, en los bolsillos del maestro y la maestra que camina, que grita, que pelea.
En un rato, el bolsillo de cada uno de esos maestros, de esas maestras, desbordará de semillas. Acaso, todos y todas estén listos para la siembra.
Ilustración de Gerardo Canelo
Seguinos en Instagram: https://www.instagram.com/sudestadarevista/
y en Twitter: