
25/07/2025
Hace un mes y medio empecé a trabajar en un espacio para personas mayores, y la verdad… me está transformando. No voy a subir fotos, porque no se trata de eso. Pero sí quiero compartir algo de lo que esta experiencia me viene enseñando.
Quienes me conocen saben que soy una profe activa, energética, intensa. Pero en este espacio, todo se vuelve más lento, más suave… y más profundo.
Aprendí que las clases no pueden ser iguales que en otros lugares. Que el silencio no siempre está, que el ritmo cambia, que la paciencia se vuelve un pilar, y que no a todos les gusta lo mismo. Que a veces una clase no es solo moverse, sino recordar. Por eso las meditaciones se transformaron: ya no son tanto para irse lejos, sino para volver a uno mismo a través de una canción, de una imagen, de una palabra que les despierte algo lindo.
También cambié mi forma de explicar. Donde antes decía "exhalá con la boca abierta", ahora digo "exhalá como si quisieras empañar un espejo" o "como si apagaras una velita". Me di cuenta de que siempre creí que explicaba claro… pero a veces hay que traducirse en dulzura y ternura para llegar mejor.
Los movimientos son suaves, sostenidos, adaptados. No se trata de lograr posturas perfectas, sino de que se sientan acompañados. Y en esa búsqueda, muchas veces siento que hay personas que por primera vez están conectando consigo mismas… y eso también puede ser incómodo, generar ruido. Pero ahí estoy, con todo mi amor, sosteniendo.
Salgo de ahí más dulce, más paciente, más abierta. Me encanta esperar ese día. Me encanta ir y compartir. Y siento que este espacio, lejos de ser solo una clase, me está regalando una de las experiencias más hermosas que he tenido.
Caro 💫