19/05/2023
Estamos transitando la semana mundial del parto respetado.
Este año el lema es “Cuidar del nacimiento es también cuidar de las familias”.
Sin duda alguna este lema es muy verdadero, ya que sabemos el impacto que tiene la violencia obstétrica en esa familia que la padece. En la mujer que pare, en el bebé que nace y muchas veces sus secuelas llegan a la pareja, testigo de estas escenas.
La violencia obstétrica tiene secuelas muy GRAVES. Muchas veces la misma es resignificada muchos años después o con la siguiente gestación. Trastornos mentales cómo la depresión posparto, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático, pueden desencadenarse a partir de la misma.
Lo más complejo de este tipo de violencia es su normalización.
Frases como “No fue para tanto”, “Vos y tu bebé están bien, eso es lo que importa”, son sentencias que muchas veces acompañan a la mujer, que busca creer esto, mientras se escinde, para poder seguir adelante.
Al mismo tiempo, la violencia obstétrica es padecida repetidas veces antes las pérdidas gestacionales, sobre mujeres en shock e inmersas en un profundo dolor.
También en las consultas obstétricas, en la infantilización de la mujer gestante, en los protocolos impuestos desde las instituciones que privan a las mujeres de decidir sobre su propio parto.
Estos días leí que hablar de parto respetado es como hablar de s**o consentido. Cuanta claridad trae esta analogía.
Es enorme lo que hay aún que trabajar para lograr un cambio, pero yo creo que cada uno desde su individualidad, en el lugar donde esté acompañando, puede marcar una gran diferencia para esa mujer que está pariendo.
Es importante formarse, comprender la fisiología del parto y las necesidades de la mujer.
Es necesario deconstruirse, revisarse y trabajar mucho sobre nuestras propias emociones. El parto es uno de los eventos más movilizantes para el ser humano.
Agostina Caruso
Dra. en psicología
Directora de Beza