09/05/2020
Tercera parte: El padre psicológicamente andrógino
“Recientemente pedí a una de mis clases que escribiera su fantasía de lo que sería un buen padre. La clase estaba básicamente formada por mujeres de entre veinte y treinta y cinco años, pero también había unos pocos hombres. La suma de sus descripciones da una imagen así: el padre es un hombre fuerte, estable, digno de confianza, firme, activo, aventurero; a la vez es cariñoso, amable, compasivo, tierno, comprometido y ofrece sustento y cuidados. Su fantasía del padre era una persona andrógina, es decir, alguien que ha integrado en sí tanto los elementos masculinos como los femeninos.
Un tema que se repitió una y otra vez era que el padre debería guiar, tanto en le mundo exterior como en el interior, pero sin sermones ni exigencias. “Guiar y enseñar, en vez de imponer y sermonear” es el modo en que pensaban que el padre debería ayudarles a formar sus propios límites, principios y valores y a equilibrar la disciplina y el placer. Subrayaron que el padre ha de guiar con el ejemplo y ser un modelo de seguridad adulta, honradez, competencia, autoridad, valor, confianza, amor, compasión, comprensión y generosidad en los ámbitos del trabajo, la creatividad y los compromisos amorosos, éticos y sociales. A la vez, consideraría sus valores como exclusivamente propios y no intentaría imponerlos a su hija ni mostrarlos como “el único buen camino”. Como guía proporcionaría nutrición y consejo, pero animaría a su hija a ser independiente y explorar las cosas por sí misma. (…) Este padre sería sensible y estaría emocionalmente dispuesto cuando ella le necesitara en el curso de su crecimiento.
(…) Pero cuando ella estuviera lista para convertirse en adulta, él también lo percibiría y se retiraría del rol de padre hacia una mutua amistad con el amor y el respeto necesarios. Él también querría aprender de ella y sería capaz de hacerlo. Finalmente, el padre y la hija serían capaces de hablar y escucharse mutuamente, compartiendo experiencias vitales y aprendiendo el uno del otro.
Linda Shcierse Leonard