
08/02/2023
Cuando dos sujetos, en el ámbito de su intimidad, dos seres únicos que en la soledad de su existencia logran encontrarse mutuamente, viendo en el otro la respuesta a su deseo, están inequívocamente ante el amor, algo de valor incalculable para el sujeto y para la humanidad en general.
Freud llegó a expresar que en el fondo de todo enamoramiento hay un deseo inconsciente de recuperar aquella primera experiencia, aquel primer amor que nada ni nadie podrá sustituir, la unión madre-hijo. Según él, “el encuentro con un objeto, es en realidad un reencuentro”, esta afirmación, implica que el sujeto, desde muy temprano, está preso de una inmensa nostalgia, fuente de la intensa e incesante búsqueda de un objeto amado.
Es la madre quien lo soporta narcisísticamente y él está insondablemente ligado a su deseo, es ella quien otorga los primeros cuidados y caricias al recién nacido y, es ella quien hace de su pecho fuente de alimento, por lo que la madre, adviene como el primer objeto para el bebé.
Y por eso el enamoramiento es considerado -desde el psicoanálisis- como una psicosis transitoria, porque quien lo experimenta es expulsado de la realidad, esculpiendo de manera ilusoria a su partenaire como aquel objeto primario (madre) a la medida de lo que fue su primer deseo. Es por eso que uno está más en riesgo cuando ama, pues allí, queda a merced de la voluntad de ese otro, cosa que no ocurre sin dejar a la persona frente a la angustia por la posibilidad de perder a ese ser amado y/o de perderse a sí mismo.