13/10/2018
Lo supe desde el principio. Tomé la decisión de ser psicóloga desde muy niña, pero no surgió de la nada, como todo deseo, nace y se despliega de un otro. En este caso era mi tía, ella estudiaba psicología cuando yo tenia apenas 8 años. Fue entonces como escuchándola estudiar un poco y viendo más tarde su desempeño como tal, lo decidí.
Hay que decir que no fue fácil. De donde vengo la psicología no está tan afianzada como acá. Digamos que ser psicólogo era recibir la etiqueta de “loquero”, si, el loquero que atiende a los locos. Pero la gente a veces sin querer es presa de su propia ignorancia y aunque poco a poco con el pasar de los años, esa imagen se ha ido ido desvistiendo, aún queda mucho trabajo por hacer, sobre todo en los países de centro América y de la costa norte.
El caso es que aunque muchos admiran lo que ser psicólogo se refiere, mucha gente reniega de ello. No cree, no simpatiza con la idea abrirse frente a un otro y tomarlo como referente. Pero ¡hey! Todo argumento es válido y no creo que a ninguno de nosotros nos quite el sueño todas las etiquetas que se nos colocan.
¿Pero qué es ser psicólogo, no? ¿Realmente puede definirse tal cosa? No creo que tenga que explicar una vez más que mi orientación siempre estará determinada por el caso por caso y la singularidad de cada uno, por tanto, no hablaré por todo el resto. Hablaré de lo que significa para mi. Y para mi tiene algo que ver con ver con el deseo. Pero no cualquier deseo, sino el deseo de saber y es un saber que tiene que ver con uno, porque querer saber sobre uno es querer saber sobre el otro.
Uno y uno hacen dos, ¿no es cierto? Por tanto uno está unido a un otro en relación al significante. Pero no voy a complicarlo más, sólo quiero que sepan que agradezco a todos los que leen Desatando Nudos, porque eso también es mi deseo, un deseo desplegado que va en conjunción a un otro... Y ese otro son ustedes.