06/12/2020
PANDEMIA. INFLUENCIA RECIPROCA SOBRE SER RECONOCIDO y AUTOESTIMA
Tendría que comenzar definiendo a los motores, los impulsores que van a determinar la intensidad de nuestras acciones tanto en llevarlas a cabo como en inhibirlas, teniendo en cuenta que estamos hablando de seres humanos, es decir, de humus, barro por lo tanto flexibles, variables, dinámicos e individuales.
En el ser adulto reconocemos 4 impulsores:
Amor - S**o - Poder - Dinero
Estos factores no poseen forma pura, hay mixturas, variables a veces temporales y por supuesto culturales impregnadas de mandatos sociales y familiares. Pero este complejo panorama se simplifica en su origen: el niño recién nacido solo entiende o precisa un solo factor: el amor: queda claro por descarte que cero interés en s**o, poder y dinero.
Pero traduzcamos: que es el amor para un niño que recién entra al mundo con una indefensión absoluta, con una dependencia sobre todo hacia la madre que tras haberlo llevado en la intimidad, en su vientre lo atiende incansablemente, le calma sus tremendas extrañezas con abrazos, con su seno materno, con su calor y sus olores y su voz que el niño ha percibido en esos 9 meses de permanencia en su más profunda intimidad.
Sin duda una sola palabra es la respuesta válida: el amor. En su más pura esencia tiene una incondicionalidad tal que determina un permiso de vida absoluto, total para ese niño. Crea unas raíces que a manera de árbol determinaran la salubridad del tronco, de sus ramas y de sus frutos. Hay un mandato implícito en el amor materno expresado en su forma pura y natural: vive incondicionalmente, te amo sin pedirte nada a cambio. Para lograrlo la madre alimenta, toca, acaricia, habla, reconoce a ese niño y el amor juega solo en esa cancha. El padre, familiares, amigos juegan aquí roles secundarios, importantes pero no fundamentales equiparables al amor materno.
Como contrapartida sabemos de experiencias nefastas efectuadas tal vez por deseos genuinos de investigar o como paso en tiempos pasados cuando la fiebre puerperal, es decir post parto era un importante factor de mortandad materno infantil, una clínica de Estados Unidos decidió que la mejor manera de proteger los bebes eran aislándolos, alimentándolos mecánicamente sin ser tocados y ningún niño murió por infección o fiebre, pero más de la mitad fallecieron de marasmo, que significa un estado de extremo abandono de la energía vital.
En una etapa posterior, a medida que el niño crece el hambre de amor siempre está vigente y mantiene una constante: precisa del reconocimiento y ese reconocimiento se traduce por su acto presencial, necesita ser notado, hablado, tocado y aquí van a intervenir el padre, familiares y hasta tíos y tías circunstanciales. Es preciso destacar en éste punto que el hambre de ser reconocido no tiene techo, por lo tanto hay una búsqueda incansable de satisfacerla y para ese niño también es válido el reto, la mirada severa, el grito, y hasta el castigo físico: todo es preferible antes que el abandono, el silencio y la indiferencia afectiva.
Esto crea desde estas primeras búsquedas un mandato de vive condicional. En este tramo el niño considera a modo de reflejo pavloviano que si una actitud quejosa o inhibida le atrae la atención y no importa tanto si esta es sonriente o crítica del adulto que lo cuida es muy factible que tome esta conducta lastimera como norma y que a manera de fotocopia la aplique luego en distintas circunstancias de su vida juvenil y más tarde adulta.
Lo mismo cabria decir si en esta experimentación el niño aplica conductas: travesuras riesgosas, obediencia sumisa, rebeldía descarada, incluso trastornos psicosomáticos como bronco-espasmos, síntomas gastro intestinales, alergias etc.
El mantener la incondicionalidad del amor no significando esto la sobreprotección, casi tan dañina como el abandono, si la corrección de las conductas inadecuadas del niño, la valorización de sus actos y nunca nunca cuestionar su valía humana ni identificar el amor, un te amo porque… van a dar como resultado una autoestima que no precisara de acciones para ser mantenida en su puntaje más alto. Hay un solo factor imprescindible y los tenemos todos los seres humanos que aquí y ahora habitamos este mundo: estoy vivo. No hubo otro igual a mí. Tampoco lo habrá en el futuro. Soy un ser único e irrepetible.
Como colofón es indudable que la pandemia representada por un corona virus que insidiosamente se filtra en los resquicios de nuestra armadura defensiva y hasta el momento que las vacunas logren consolidar estas grietas referentes exclusivamente al accionar patológico de este virus. Entendamos que la armadura es psico-biologica que hay un ida y un retorno entre ambos factores que podríamos asegurar en algún punto incluso se funden. Comprendamos asimismo que alguien que piense, esté seguro, afirme con actos y palabras que se valora por ser va a cuidarse y tendrá como motor más valioso el amor hacia sí mismo y hacia el otro, no tendrá en tanta valía motores como el s**o, poder y dinero salvo en sus formas medidas y justas.
Dr. Luis León Belitzky
Medico Psiquiatra
M.N. 82.498