06/04/2025
Hoy vamos a hablar sobre una tendencia preocupante que estamos viendo en el ámbito de la salud mental: el uso de la inteligencia artificial como reemplazo de los psicólogos y terapeutas. Si bien la tecnología puede ser una herramienta valiosa, debemos ser muy cuidadosos con el lugar que le estamos dando.
La salud mental no es un problema que se pueda resolver con respuestas automatizadas ni con algoritmos programados para imitar empatía. Las personas que enfrentan ansiedad, depresión, duelos, traumas o conflictos personales necesitan algo más que un chatbot que les diga “todo va a estar bien”. Necesitan ser escuchadas de verdad, comprendidas por alguien que pueda interpretar no solo lo que dicen, sino cómo lo dicen, lo que callan, lo que sienten profundamente. Y eso, no lo puede hacer una máquina.
Además, confiar en la inteligencia artificial como única fuente de apoyo emocional puede ser peligroso. Estos sistemas no tienen la capacidad de hacer un diagnóstico real, ni de intervenir en situaciones de crisis graves.
También está el tema de la privacidad. Estamos entregando datos muy sensibles a plataformas que, en muchos casos, no están bien reguladas ni garantizan una protección adecuada. Nuestra salud mental no puede ser tratada como un producto más en el mercado digital.
No estamos diciendo que la inteligencia artificial no tenga ningún valor. Puede ser un complemento, un recurso adicional. Pero nunca debe ser vista como un reemplazo del vínculo humano que se crea entre un paciente y un terapeuta. Porque la verdadera sanación no viene de una respuesta automática, sino del encuentro humano, del trabajo conjunto, del compromiso emocional y ético que solo un profesional real puede ofrecer.