25/09/2019
Sabemos que, al estar insertos en una cultura, no somos individuos libres, ya que esta cultura debe reprimir determinados instintos pulsionales para que podamos vivir en sociedad. Cómo decía Freud: “el hombre ha resignado un poco de libertad individual por la seguridad de vivir en comunidad”. La entrada en el lenguaje nos divide, nos convierte en sujetos del lenguaje, sujetos de un inconsciente, y además sujetos de la angustia y de deseo en tanto que el instinto se pierde.
Venimos al mundo a través del deseo, somos sujetos que dependemos para sobrevivir del deseo del Otro. Y este encuentro con el deseo del Ptro es un trauma subjetivo, que genera angustia.
Lavan enuncia que la angustia es un afecto que no engaña, lo que existe es un vacío. Es la falta estructural del ser hablante, en tanto que algo se ha perdido para siempre y es eso lo que genera la angustia, pero que al mismo tiempo genera el deseo: es la falta lo que genera al deseo.
La angustia no se puede reprimir. Lo que se reprime son las representaciones o significantes que lo amarran. Mientras, la angustia sigue ahí deslizándose hacia otras representaciones. No se trata de huir, sino de atravesar la angustia. Y sabiendo que la falta es estructural, cada sujeto con su singularidad deberá buscar una forma de enfrentarse y lograr un saber hacer con el deseo del Otro.