27/10/2020
La cuarentena presentó un espacio de encuentro aumentado. Una oportunidad de encuentro con uno mismo, con su rutina, con sus proyectos y con la pareja. El encierro se vivencia diferente según el periodo que traviese la pareja (enamoramiento, desenamoramiento, post enamoramiento y amor), según el ciclo vital de la pareja (La edad de sus integrantes, el tiempo y tipo de la relación, la presencia y edad de los hijos) según la historia de la relación, las crisis atravesadas (con o sin exíto) la dependencia o independencia con otros sistemas, segun la vivencia de sexualidad o falta de ella, los tipos de comunicación y los proyectos compartidos. Pero además en las parejas que no se encuentran distanciados, la cuarentena presentó una oportunidad de un acercamiento necesario, un bálsamo para la cotidianeidad sin respiro de las dinámicas y exigencias ya acostumbradas. Dio lugar a un tiempo muy especial para reencontrar la mirada del otro. Pero también dio lugar a los desencuentros, a convivir de lleno con la diferencia y la ajenidad de la pareja. Y es esta polaridad justamente un equilibrio vital para el sostén vincular. En donde no haya lugar para encuentros y desencuentros, para la palabra y la quietud, para acuerdos y límites, para lo privado y lo íntimo, posiblemente haya malestar. !Y que esfuerzo es lidiar con el malestar en una situación de por si ansiógena por tanta incertidumbre! !En donde uno mismo se pudo haber visto involucrado en enfrentar cambios que exigen un plus de trabajo personal! Es entonces que la deconstrucción de antiguas dinámicas y la co construcción de un nuevo modo vincular abre camino a transitar el encierro resignificando la identidad de la pareja: La definición que cada uno se da a sí mismo y le da al otro (cómo quiero que me veas, piense, sientas o trates), la definición que cada uno hace del otro (cómo te veo, pienso, siento o trato) y la definición que cada uno recibe del otro