21/07/2025
Pequeños gestos que pueden cambiar el mundo!
Sin ninguna duda 💜
“NADIE LE HABLABA EN LA ESCUELA… HASTA QUE EMPEZÓ A DIBUJAR SONRISAS EN LAS BORRACHAS DEL BAÑO”
A Camila le decían “la rara”.
Tenía 13 años y pasaba los recreos sola, en un rincón del patio.
No sabía hablar de maquillaje, ni de modas, ni de TikTok.
Le gustaba dibujar.
Llevaba siempre un cuaderno con hojas dobladas y lápices gastados.
A veces dibujaba personas que ya no veía.
Otras veces, inventaba mundos donde nadie la señalaba con el dedo.
Un día, mientras estaba en el baño de la escuela, notó algo:
En la puerta del cubículo había insultos escritos con marcador.
Palabras feas.
De esas que duelen aunque uno no quiera leerlas.
Camila no dijo nada.
Pero al día siguiente, trajo un plumón negro en el bolsillo.
Y en cada puerta, donde había un insulto, dibujó una carita feliz chiquita.
Abajo escribió:
“Si hoy no puedes con todo, empieza con respirar.”
Al día siguiente, alguien tachó el insulto de otra puerta.
En su lugar, Camila dibujó una flor.
Y escribió:
“Aquí también caben los que no encajan.”
Sin decirlo, empezó un ritual.
Cada vez que encontraba una frase cruel, la tapaba con un dibujo.
Un corazón, un árbol, un gato dormido, un sol.
No firmaba.
No pedía permiso.
Solo lo hacía.
Pronto, otras chicas comenzaron a hacer lo mismo.
Las puertas del baño, que antes eran un muro de insultos, se llenaron de frases pequeñas:
“Respira.”
“Te quiero aunque no te conozca.”
“Si hoy lloras, mañana floreces.”
Los maestros se dieron cuenta.
Pensaron en borrarlo todo.
Pero decidieron dejarlo.
Porque por primera vez en mucho tiempo, el baño de la escuela se había vuelto un lugar seguro.
Un lugar donde alguien, sin querer fama, estaba sembrando ternura en las paredes.
Camila nunca contó que era ella.
No hacía falta.
Un día, una compañera que siempre la ignoraba se le acercó y le dijo:
—“¿Me enseñas a dibujar como tú?”
Camila sonrió.
Sacó un lápiz.
Y comenzó.
La historia se supo cuando una maestra subió fotos a redes.
Se hizo viral.
Miles de personas comentaron:
“Ojalá todas las escuelas tuvieran una niña que borra insultos… con dibujos de amor.”
Hoy, en esa secundaria, las puertas del baño son un mural de pequeños gestos anónimos.
Y Camila, sin dejar de ser “la rara”, se convirtió en algo más importante:
La que cambió el rincón más triste de la escuela… en un refugio para los que no quieren rendirse.