22/07/2025
Conocí a Natalio hace más de treinta años. Todavía guardo en mi memoria la imagen de aquel primer encuentro en una pequeña oficina del Instituto Argentino de Alergia: su traje marrón, sus anteojos (que después dejó de usar por un tiempo), y ese gesto tan suyo de pararse, darme la mano y saludar con respeto. Desde el inicio, me impresionaron su calidez humana y su pasión por enseñar. Me abrió generosamente las puertas de su consultorio y de su ciencia. Al finalizar las jornadas, solía ofrecerse a llevarme en su auto, siempre con esa actitud generosa y desinteresada que lo caracterizaba.
Fue él quien me acercó a Fundaler, la fundación que había creado con tanto amor junto a F***y, y desde entonces compartí gran parte de mi vida profesional y humana con él y con esa institución que tanto amaba. Siempre admiré la pasión que sostenía, incluso cuando los años le pesaban y sus fuerzas ya no eran las mismas. Un día, con esa mezcla de ternura y responsabilidad que lo definía, me dijo que ya no podía seguir, y que quería ofrecerme su lugar como Presidente de Fundaler. Hoy estoy acá, honrado por esa confianza y con el compromiso de cuidar el legado que en vida me confió.
Ayer lo acompañé en su camino final. Estaban sus hijas, sus nietos, y otras personas que no conocía. Pero había una paz profunda en ese momento. Creo que todos los presentes sentíamos tristeza, pero también serenidad, sabiendo que despedíamos a alguien que había dejado una huella imborrable. El rabino dijo que todo está escrito, que todos tenemos un fin en esta vida. Y creo sinceramente que Natalio lo cumplió. Al recordarlo, me vino a la mente ese poema de Bertolt Brecht:
“Hay hombres que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.”
Quienes tuvimos el privilegio de compartir con él parte de su recorrido, sabemos que su ausencia deja un vacío inmenso. Pero también nos queda la certeza de que su ejemplo, su obra y su espíritu seguirán vivos. Espero, con todo mi corazón, estar a la altura de ese legado.
Hasta siempre, querido Doc.