15/07/2021
Usar arcilla, plastilina o masas de sal, trae muchos beneficios para ejercitar la conexión con lo sensorial. Percibir diferentes texturas, ya sean frías, tibias, pesadas, resbalosas, con diferentes olores y colores, ver cómo van tomando formas diversas entre las manos, que las podemos moldear y modelar libremente, es placentero y apacible. A través de esta técnica aprendemos a que todo tiene su proceso, su tiempo, su armar y desarmar. Experimentar la tridimensión, nos ayuda a internalizar los distintos puntos de vista que tienen todas las situaciones de la vida, nos ayuda a comprender las distintas miradas, lo multidimensional.
La arcilla o cualquier otra masa, entraña una manera muy primaria de expresión y comunicación, ya que implica el hecho de tocar, palpar, modelar. Al ser un material que se extrae de la tierra, nos recuerda a nuestros orígenes humanos, es un símbolo del nacimiento, de la vida como de la muerte. Además, como podemos manejarla, modelar, quitar o extraer con las manos, despierta en nosotros, distintas sensaciones y emociones. Nos recuerda los vínculos primarios, sumergiéndonos en una actividad relacionado con el hogar, con la cocina, donde se prepara la comida para compartir y subsistir como clan, como grupo familiar. También es particularmente ventajoso cuando se desea explorar y canalizar los sentimientos de ira, pues debido a la preparación de la arcilla para ser trabajada, se la debe amasar bastante y con fuerza, es muy adecuada como vía de escape, evitando la acumulación de emociones y sentimientos negativos.