23/11/2025
_Hay hogares donde todos miran hacia afuera buscando culpables mientras adentro la adicción derrite las paredes. Después se sorprenden de que nada cambie. No hay liberación cuando los familiares insisten en salvar al adicto del único desierto capaz de despertarlo._
_Los adictos dominamos el arte de las excusas disfrazadas de promesas rotas: “Mañana dejo”, “No es para tanto”, “Solo fue esta vez”. Una orquesta de mentiras que funciona porque alguien siempre decide creerla. Detrás de cada excusa hay un familiar con el corazón en ruinas que prefiere aferrarse a una ilusión antes que aceptar que su casa se incendia._
_Así se vuelven bomberos del caos: tapando quemaduras ajenas, pagando deudas, cubriendo vergüenzas. Sin saber que cada rescate prematuro es otra condena. Cada vez que tapan el dolor del adicto, lo empujan más hondo._
_Muchos prefieren opinar sobre lo que “debería hacer” el psicólogo, la comunidad o el Estado, etc, para no mirar que el verdadero problema duerme a metros de la cocina. Debaten afuera mientras adentro un alma se consume._
_Las parejas de adictos conocen esta danza mejor que nadie. Saben la verdad. La sienten en la espalda, en el silencio nocturno, en el brillo apagado de los ojos que aman. Pero deciden no verla. Y esa negación las encadena más que la adicción misma. Se quedan por el “qué dirán”, por el miedo a estar solas, por no querer admitir que el amor no alcanza para salvar a quien no quiere salvarse. Ese camino nunca termina bien. Nunca._
_El desierto es el único lugar donde el adicto deja de actuar y escucha su verdad. Cada vez que un familiar le evita ese desierto, le roba la oportunidad sagrada de reconocer su enfermedad y pedir ayuda desde el fondo real._
_El adicto cambia cuando vive la consecuencia completa de su consumo, no cuando lo rescatan, justifican o tapan. Cambia cuando se queda solo con su sed y su dolor. Ahí nace el milagro._
_Familias, libérense de la fantasía de ser salvadores. El amor verdadero no acolcha el fondo: permite que duela. Dejen de mirar afuera mientras su hogar se quiebra. Permitan que quien aman cruce su propio desierto sin quitarle ni un grano de arena. Porque ahí nacen el reconocimiento, la humildad y el pedido de ayuda. Ahí comienza la vida._
—A. Luna