
16/08/2025
Del Muro de Luis Hornstein
15 de agosto .A 18 AÑOS DEL ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE SILVIA BLEICHMAR
Por Luis Hornstein Leer artículo completo: https://www.dropbox.com/s/ljq1rzlip177wge/ A
Heredera de la mejor tradición clínica argentina y de la rigurosidad conceptual de cierto psicoanálisis francés, Silvia Bleichmar propuso una reflexión sobre los vínculos entre historia, sexualidad, narcisismo, traumatismos. Teorizó sobre las conmociones (pulsionales, sociales, ideológicas) que afronta el psiquismo en su devenir. La producción de subjetividad consiste justamente en tramitar esas conmociones logrando una complejidad simbolizante. Intrépida, más que intrépida psicoanalista, Silvia no se asustó con los bordes de la clínica, los bordes de la teoría, las fronteras lábiles. Las pensó como fundantes. Elaboró sus propios conceptos situando con precisión sus debates principales: con el innatismo kleiniano, con el estructuralismo lacaniano, con el reduccionismo nosografista, con un pragmatismo del “todo vale”. Su obra testimonia una trayectoria. La trayectoria de alguien que debate (se debate) con la clínica, con los textos, con su historia, con sus diversas filiaciones teóricas. De alguien que se impuso la libertad de un incesante trabajo de pensamiento. La clínica actual nos interpela. Y la vida de Silvia fue lucha, debate. Muchos debates atravesaron su obra y la nutrieron: relación realidad-fantasía; teoría del sujeto; repetición o neogénesis; tiempos reales o míticos; series complementarias (historia lineal o recursiva); infancia: destino o potencialidad; constitución del inconsciente. Hay pasión cuando el objeto de placer deviene necesidad. ¿Existe esa relación en el conocimiento? ¿Qué objeto inviste la pasión de conocer? Si fuera sólo lo ya
pensado o lo ya escrito o lo ya descubierto,el sobreinvestimiento de lo producido detendría la interrogación. Esa es una de las raíces del dogmatismo.
Sería una pena que solo nos apegáramos a la figura de Silvia en lugar de profundizar su obra realizando con ella ese trabajo de filiacion. La pulsión de saber sería reemplazada por una idealización alienante. El deseo de no tener que pensar es la victoria de la pulsión de muerte que convierte al pensamiento en una actividad ecolálica, estereotipada, mimetizada con lo idealizado.
Silvia promovió una historización y actualización de los fundamentos para
problematizarlos y renovarlos haciendo que lo instituyente repercuta sobre la práctica y que ésta vuelva a actuar sobre los fundamentos. Si su obra dejara de ser punto de partida para ser un punto de llegada, se convierte en una identificación imaginaria, cristalizada.Fue para alumnos y colegas una alternativa a ese mundillo psicoanalítico que oscila entre la crispación y el desánimo. Invitó (sigue invitando) a combatir la perplejidad sin repliegues
nostálgicos sino revalorizando la reflexión crítica. Apostó a la incómoda complejidad de las teorías y a las incómodas teorías de la complejidad. Una teoría compleja requiere una recreación permanente. La simplificación
tecnológica conserva de la teoría solo lo que es operacional, con lo que deviene un recetario técnico. En la simplificación dogmática el universo conceptual impone su propia idealidad sobre la práctica en lugar de entrar con ella en un
fructífero diálogo. En este caso y sin que uno lo advierta, aprender se convierte en repetir.
Elijamos. Silvia eligió. Leyó a Freud, a los posfreudianos. Profundizó problemáticas cruciales del psicoanálisis contemporáneo. Porque Freud no basta, estuvo con Lacan. Porque Lacan “atrapa”, se escapó. Pero no para refugiarse en una isla ni para inventar un nuevo solipsismo sino para pensar, sin dejar nunca de ser ella misma. Sigamos leyendo a Silvia, sigamos estudiándola. Sus debates son también nuestros debates.Hasta siempre, Silvia