Salud Emocional

Salud Emocional Bio Neuro Emotion está destinada a concientizar sobre la responsabilidad que tenemos sobre nuestras Salud Emocional adhiere a estos principios.

El Dr. Hamer y sus seguidores han logrado plasmar un método para llegar a la salud, el cual busca a nivel inconciente las causas emocionales de la enfermedad.

LA CULPALa culpa es una de las emociones más complejas y, a la vez, más comunes en la experiencia humana. Nos invade cua...
30/04/2025

LA CULPA

La culpa es una de las emociones más complejas y, a la vez, más comunes en la experiencia humana. Nos invade cuando sentimos que hemos cometido un error, cuando creemos que nuestras acciones o decisiones han dañado a alguien o cuando no hemos actuado de acuerdo con nuestras propias expectativas.
Pero, ¿realmente entendemos de dónde proviene este sentimiento y cómo podemos abordarlo de una manera saludable y constructiva?

Por qué sentimos culpa y cómo nos afecta
Por la concepción judeocristiana de culpa, en el inconsciente colectivo se instaló la idea de que quien tiene la culpa merece un castigo. En tanto, desde una perspectiva psicológica, la culpa no solo es una respuesta emocional, sino también un mecanismo que influye en la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás.
Muchas veces, este sentimiento se origina en las normas y valores inculcados en nuestra infancia. La educación, la cultura y el entorno social establecen límites sobre lo que está «bien» y lo que está «mal».

Su peor efecto: el castigo
Cuando sentimos que hemos transgredido esas reglas, aparece la culpa. Y, con ella, reprimendas y reproches del o hacia el entorno.
Aun así, la consecuencia más significativa del sentimiento de culpabilidad es el autocastigo. Si nadie más lo hace, nos castigamos nosotros mismos, consciente o inconscientemente.

Esta emoción no siempre es racional
En muchas ocasiones, cargamos con culpas que no nos corresponden o que han sido heredadas de generaciones anteriores.
La psicogenealogía explica cómo los patrones emocionales se transmiten de padres a hijos. Entonces, por ejemplo, podemos sentir una responsabilidad culposa que no está basada en nuestras acciones, sino en mandatos familiares inconscientes.

Culpa y proyección: cómo responsabilizamos a los demás
Uno de los mecanismos psicológicos más comunes ante la culpa es la proyección: lo que nos molesta forma parte de nuestra propia forma de ser, pero esto nos resulta difícil comprender y aceptar. Así, tendemos a culpar a factores externos o a otras personas por nuestras propias equivocaciones.
Cuando culpamos a alguien de algo, estamos juzgando aquello que no consideramos correcto para nosotros, pero trasladamos la responsabilidad de nuestras emociones a los demás.
Lo vemos en frases como «Me hiciste enojar», «Este jefe me hace la vida imposible», “Esa persona arruinó nuestro matrimonio”, entre otras.

La culpa y la sombra
Cuando no reconocemos que lo que vemos en los demás forma parte de nuestra personalidad, lo rechazamos y reprimimos. Así, relegamos estos aspectos propios a la sombra, al inconsciente.
No obstante, es muy probable que esta información se manifieste en las situaciones y personas que forman parte de nuestra vida diaria. Hasta que tomamos conciencia de ello.
Para deshacer estas proyecciones hemos de integrar la sombra para, entonces, poder ser libres de todos estos condicionamientos, de la culpa y del castigo.

«Cuando culpas y criticas a los demás, evitas algo de verdad sobre ti mismo.» Deepak Chopra

La culpa y el perdón
Al estancarnos en el sentimiento de culpabilidad o responsabilizar a los demás de lo que nos sucede, nos consideramos víctimas inocentes. Creemos merecer la simpatía y la compasión de los otros, además de demandar un castigo para el culpable por el error que consideramos ha cometido.
Este victimismo nos lleva a no movernos, a no cambiar nuestra forma de ser, ya que creemos que el castigo sobre el otro resolverá nuestro sufrimiento.

La culpabilidad y la integración de la sombra
No nos damos cuenta de que aquello que queremos castigar es lo que castigamos en nosotros. Por lo tanto, la única manera de resolver el conflicto es perdonar al otro.
Al hacerlo, nos perdonamos a nosotros mismos. Más bien, perdonamos nuestros propios juicios que proyectamos sobre los demás. El corregir nuestra percepción sobre eso que dolió es la naturaleza del perdón real.
Solo entonces podemos liberarnos de las cadenas que nos atan a nuestros mandatos inconscientes y que la vida, tan fervientemente, quiere que hagamos conscientes.

«Una persona que se siente culpable, se convierte en su propio verdugo.» Séneca

Cómo abordar la culpa para recuperar el equilibrio emocional
El hábito de culpar a factores externos nos desconecta de nuestra capacidad para gestionar nuestras propias reacciones. Si bien es más fácil encontrar culpables afuera, la verdadera transformación ocurre cuando tomamos conciencia de que nadie tiene el poder de hacernos sentir de determinada manera sin nuestro consentimiento.
La clave está en asumir la responsabilidad emocional y, desde un lugar de autonomía y autoconocimiento, elaborar lo que sentimos.

Una autoindagación sensata y práctica
El primer paso es reconocer la culpa sin juicios ni castigarnos por sentirla. En lugar de evadirla, es mejor permitirnos explorar qué oportunidades nos abre esa emoción.
Una herramienta eficaz es la reflexión consciente sobre la situación que generó la culpa. Preguntarnos si nuestras acciones realmente fueron dañinas nos permite diferenciar entre una culpa justificada y una culpa infundada.
Si es justificada, podemos responsabilizarnos y hacer algo al respecto. Esto es constructivo porque aprendemos, evolucionamos, resignificamos, transformamos.
También mejoran nuestras relaciones, sobre todo la que tenemos con nosotros mismos. Ya no nos castigamos ni nos evadimos, sino que tomamos las riendas de nuestros actos.
Por otra parte, podemos indagar si estamos respondiendo a expectativas externas, a mandatos familiares, a creencias heredadas o lealtades invisibles. Al analizar objetivamente el contexto, podemos convertir ese sentimiento en una oportunidad de aprendizaje en lugar de en un obstáculo.

La culpa arraigada puede ser un trampolín a la liberación interior. Ejemplos
Veamos algunos casos que, aunque simplificados, muestran el poder de afrontar la culpa desde la responsabilidad emocional y su impacto positivo en nuestra vida:
--Culpa por no seguir el camino familiar
Ana proviene de una familia de médicos, pero ella eligió ser artista. Aunque ama su profesión, siente culpa porque cree que ha “fallado” a sus padres y ese autosabotaje le impide vivir de su arte. Al comprender que su camino no define su valor en la familia, suelta la culpa y se permite prosperar y disfrutar de su vocación.
--Culpa por disfrutar más que los antepasados
Marcos creció escuchando historias sobre las dificultades económicas de sus abuelos. Ahora que tiene una vida cómoda, siente culpa al darse gustos. Reflexiona y entiende que su bienestar no deshonra su historia familiar, sino que representa la evolución que sus ancestros han deseado.
--Culpa heredada en la maternidad
Elena es madre y, aunque cría con amor, se siente culpable cuando no está con sus hijos todo el tiempo. Al analizar su historia, se da cuenta de que su propia madre llevaba esta misma culpa heredada. Decide romper con ese mandato y disfrutar sin exigirse tanto.
--Culpa por desobedecer mandatos familiares
Julián es el primer hombre de su familia en expresar abiertamente sus emociones, algo que sus antepasados reprimían. Al principio siente culpa, pero luego entiende que al permitirse ser auténtico, también sana una carga emocional de silencios y represiones que su linaje llevaba por generaciones.
--Culparse por poner límites
Desde pequeño, Martín ha sentido culpa por decir “no” a los demás, pues en su familia siempre le enseñaron que debía priorizar a los otros. Al tomar conciencia de este patrón, comienza a establecer límites sin sentirse egoísta.

«Eres responsable de tu vida. No puedes seguir culpando a alguien más por tu disfunción. La vida se trata realmente de seguir adelante.» Oprah Winfrey

La llave para soltar la culpa
La culpa y su objetivo, el castigo, no sirven para solucionar ningún conflicto. No obstante, el perdón tampoco significa justificar una acción o minimizar sus consecuencias, sino integrar lo ocurrido como parte de nuestro aprendizaje.
Aceptar nuestra humanidad, reconocer que cada experiencia es una oportunidad de crecimiento y permitirnos avanzar sin la carga del pasado es un acto de amor propio.
Así, lejos de ser un enemigo, la culpa puede convertirse en una guía poderosa para nuestro desarrollo personal. Al asumir la responsabilidad de nuestras emociones, recuperamos nuestro poder y avanzamos hacia una vida más consciente y auténtica.

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RINITIS  (Tomado de J. Casla)La rinitis es una molesta inflamación de la mucosa nasal que, en cualquiera de sus variante...
23/04/2025

RINITIS (Tomado de J. Casla)

La rinitis es una molesta inflamación de la mucosa nasal que, en cualquiera de sus variantes y más allá de cuál sea su intensidad, se presenta habitualmente acompañada de uno o varios síntomas inequívocos como estornudos, ojos llorosos o diversas alteraciones nasales. Además del picor habitual, con la rinitis aparecen inequívocas secreciones nasales líquidas transparentes. Es muy común que la congestión propia de la rinitis provoque también escozor y lagrimeo de los ojos, sobre todo al comienzo del día. Aunque algunos síntomas son comunes, esta afección no debe ser confundida con el resfriado, ya que éste implica la existencia de fiebre y su vigencia no suele prolongarse más de diez días.
Debido a la inflamación de las mucosas nasales, las personas que padecen rinitis ven disminuida sensiblemente su capacidad respiratoria. Esto explica por qué es tan frecuente que quienes sufren esta enfermedad puedan acabar presentando también sinusitis y otras alteraciones como dolores de cabeza, trastornos del sueño e irritabilidad.
La Biodescodificación o Descodificación Biológica permite realizar una lectura emocional del síntoma, partiendo del hecho de que en la vida nada es casual, todo es causal, todo tiene un sentido porque es resultado de algo que estamos enfrentando o hemos enfrentado, algo que no ha sido resuelto. En síntesis, la Biodescodificación o Descodificación Biológica del síntoma representa un enfoque emocional del síntoma o problema que vive la persona; en función de cómo, cuándo y dónde se expresa el inconsciente —spiritus rector— de la persona, es posible advertir qué traumas emocionales no resueltos alberga, es decir, qué conflictos emocionales están generando, sosteniendo o nutriendo ese programa de adaptación al que denominamos síntoma. Desde un punto de vista biológico y simbólico, las anomalías, malestares y dolores relacionados con la nariz hacen referencia al reconocimiento que uno tiene de sí mismo. Cuando, además, se ven implicados los senos paranasales, normalmente es porque nos irrita y nos molesta la presencia de alguien o de algo que forma parte de nuestro entorno habitual. Descargamos nuestras frustraciones contra eso o contra esa persona, juzgándole o culpándole de nuestros males. Los problemas que disminuyen, alteran o bloquean nuestra capacidad olfativa—respiratoria manifiestan que encontramos dificultades para sentir—aspirar auténtica y libremente la vida porque existe algo o alguien que nos genera asco, rechazo o miedo.
Hay un anhelo inconsciente de no querer oler a alguien que rechazamos o no querer oler algo que nos suscita alarma o temor.

Nunca se trata de presencias esporádicas sino habituales. La descodificación biológica de la rinitis pone de manifiesto que siempre existe un conflicto de separación. De modo más concreto, la rinitis muestra que la persona que la padece vive inconscientemente un conflicto de separación con sensación de peligro; anticipa de forma negativa y pesimista problemas que vislumbra, pero que aún no han tenido lugar. Es decir, peligros que todavía no se han hecho presentes ni probablemente visibles. Problemas que quizá la persona sólo pueda llegar a intuir; pero que todavía no visualiza. Biológicamente, la persona que tiene rinitis constata con los síntomas propios de esta enfermedad que vive inmersa en un estado de angustia; intuye y “olfatea” algo peligroso, sucio. Sospecha que se está tramando o forjando algo que le puede resultar lesivo. Por todo ello, es muy común que la rinitis exprese el deseo de alejar o expulsar del territorio o de las inmediaciones algo o a alguien sospechoso o potencialmente peligroso.
Cuando estornudamos, expresamos un anhelo —normalmente inconsciente— de expulsar o alejar algo o a alguien de nuestras inmediaciones. Cuando el estornudo se presenta de forma reiterada, como suele ocurrir cuando se tiene rinitis, es porque se siente una gran contrariedad referida a alguien cercano o con respecto a una situación que provoca rechazo, asco, disgusto. Si, además, hay prurito o picor nasal, la persona vive con insatisfacción y remordimientos las situaciones previamente descritas. Es decir, rechaza y desea alejarse o alejar a alguien; pero, al mismo tiempo, pueden surgir dudas internas que le hagan reprocharse esa actitud. La persona puede culparse de su propia agresividad respecto a la situación o persona objeto del rechazo. Hay, por tanto, una agresividad reprimida que se expresa inconscientemente a través del estornudo; pero, a la vez, inseguridad, contrariedad y culpa hacia uno mismo.

Por otra parte, la rinorrea que acompaña siempre a la rinitis, o sea, el drenaje y la secreción nasal líquida, expresa biológicamente una callada petición de ayuda, muestra de una falta de autovaloración. Simbólicamente, la persona con rinorrea reprime un llanto infantil y adopta una actitud de víctima.

Dependiendo de la duración de los síntomas, debemos considerar rinitis aguda, o catarro nasal, por un lado, y rinitis crónica, por otro. La rinitis aguda es la que se manifiesta por períodos inferiores a seis meses; mientras que se considera rinitis crónica a la que puede aparecer y desaparecer incluso durante años. En ambos casos, los síntomas habituales son los previamente descritos, o sea, picores en la garganta y la nariz, estornudos intensos, secreción y congestión nasal.
Cuando la rinitis es crónica manifiesta biológicamente un conflicto de separación referido a algo que se considera sucio, asqueroso.
Si, además, esa rinitis crónica es inflamatoria pone de manifiesto ira y rabia reprimida en la persona con respecto a eso que le provoca asco y rechazo, esto es, el contacto cíclico o episódico con esa situación termina generando en la persona una especial susceptibilidad al respecto.

Si atendemos a las causas que provocan esta enfermedad para establecer una clasificación de los diversos tipos, distinguimos entre rinitis alérgicas y no alérgicas. Se calcula que aproximadamente un 40% de las personas sufren cualquier tipo de rinitis a lo largo de su vida, sobre todo la alérgica. Las rinitis alérgicas son las más comunes, ya sean persistentes (también llamadas perennes) o intermitentes (conocidas también como estacionales). La rinitis alérgica representa un conflicto de hedor y suciedad; hay deseos de separarse de algo o de alguien que, real o simbólicamente, se rechaza porque produce asco o porque se intuye que representa un peligro potencial. Como toda alergia, este tipo de rinitis activa un programa de rechazo para evitar determinadas situaciones que en el pasado fueron vividas con rabia y que quedaron etiquetadas en nuestro inconsciente como peligrosas o tóxicas. Por tanto, la rinitis alérgica constituye una “alarma”.

Entre las rinitis no alérgicas se consideran diversos tipos, como la infecciosa, producida por virus; la medicamentosa y la vasomotora, provocadas por el uso de determinados medicamentos; o la rinitis física, que surge principalmente en situaciones de frío y humedad. Entre las rinitis no alérgicas se considera también la del embarazo. Este tipo de rinitis expresa cómo la mujer anticipa escenarios futuros; visualiza y presiente miedos e incertidumbres con respecto a su nueva condición de embarazo y, sobre todo, a los cambios que deberá asumir en la vida con su nuevo rol de madre. Otra rinitis no alérgica es la mecánica, que aparece habitualmente por la presencia de vegetaciones y tumores, o por la desviación del tabique nasal. Por último, entre las rinitis no alérgicas se encuentra la más traumática, la atrófica, en la que ya se observa una degeneración del cartílago nasal, lo que origina frecuentes sangrados.
Biológicamente, la rinitis atrófica muestra un rechazo más profundo, un deseo de no volver a exponerse a situaciones o personas previamente rechazadas.

Otras veces, la rinitis atrófica pone de manifiesto que la persona, pese a todo, no logra dar salida a sus descontentos; sigue reprimiendo su cólera, de modo que no logra superar o controlar la situación conflictiva.
La persona que sufre cualquier tipo de rinitis debe analizar las situaciones y personas que forman parte de su vida habitualmente y, sobre todo, qué posibles conflictos y contrariedades le causan su cercanía, su presencia o su existencia. Es necesario que tome conciencia de qué o quién le están causando temor, sensación de peligro, rabia, preocupación, ira, asco o rechazo. Precisamente, esa toma de conciencia le va a permitir contemplar esas situaciones o relaciones de modo muy distinto porque podrá comprender que para alcanzar la coherencia emocional debe pasar a la acción. Debe atender los mensajes que su inconsciente le está enviando a través de su biología —de su síntoma— y llevar a cabo los cambios precisos en situaciones particulares o en las relaciones que mantiene. Sólo así, revisando y corrigiendo aspectos de su vida, podrá liberarse definitivamente de la rinitis.

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INVERTIR EL PENSAMIENTO: LA SOLUCIÓN A LOS CONFLICTOS¿Alguna vez te has sentido atrapado en una situación que te provoca...
16/04/2025

INVERTIR EL PENSAMIENTO: LA SOLUCIÓN A LOS CONFLICTOS

¿Alguna vez te has sentido atrapado en una situación que te provoca dolor y no encuentras la forma de salir? La inversión de pensamiento puede ser la clave para transformar esa sensación de impotencia en un motor de cambio profundo y liberador.
Esta herramienta poderosa nos permite cambiar nuestra perspectiva sobre los problemas, dejar de sentirnos víctimas de las circunstancias y asumir nuestra responsabilidad. Y, en última instancia, transformar un sufrimiento que nos estancaba, en una solución.

Qué es la “inversión de pensamiento”
Es una práctica sencilla y compleja a la vez. La inversión de pensamiento implica dejar de señalar la responsabilidad en el otro para reconocerla en uno mismo.
Buscar culpables es un recurso común, sobre todo cuando nos sentimos afectados por una situación que aparentemente está fuera de nuestro control. A su vez, la inversión de pensamiento no es un proceso automático, requiere de un ejercicio consciente de reflexión y autoconocimiento.
En lugar de buscar culpables o sentirnos víctimas, nos propone mirar hacia adentro y observar cómo nuestras propias creencias, pensamientos y emociones están contribuyendo a nuestra forma de percibir y experimentar lo que vivimos. Es un cambio de perspectiva: en vez de preguntar “¿Por qué me pasa esto?”, comenzamos a cuestionarnos “¿Qué puedo aprender sobre mí de esto?”.

La clave está en mirar desde otro ángulo
Cuando analizamos un poco más a fondo nuestras conductas, podemos reconocer intenciones inconscientes que nos mantienen en el papel de víctima. De este modo nos impedimos integrar el aprendizaje que nos trae esa experiencia.
En lugar de aferrarnos a la historia que nos paraliza, podemos explorar qué beneficios ocultos obtenemos al permanecer en ese rol.
¿Nos da seguridad? ¿Recibimos atención, reconocimiento o afecto? ¿Evitamos arriesgarnos, exponernos, afrontar el miedo a la incertidumbre, a fallar? Al responder estas preguntas, dejamos de ser víctimas y podemos hacer algo para mejorar.

Ejemplos que reflejan la transformación
Para comprender mejor cómo funciona la inversión de pensamiento, veamos algunos ejemplos concretos:
La pareja de Verónica nunca está en casa y ella se ocupa de todo. Esta situación puede ser muy frustrante y llevarla a etiquetar a su pareja como irresponsable o abusiva.
Sin embargo, con la inversión de pensamiento, Verónica podría descubrir que, en realidad, no se está ocupando de ella misma. Tal vez está desatendiendo sus propias necesidades y sacrificando su bienestar por mantener una fachada de orden.

Pedro, tras perder su empleo, en lugar de hacer el viaje que tanto deseaba, se involucra con una pareja que le pide dinero que nunca devuelve.
Al invertir el pensamiento, Pedro podría ver cómo se estaba saboteando a sí mismo porque, en el fondo, tenía miedo de apostar por su propio bienestar. Esta revelación no es un juicio, sino una oportunidad para cambiar la narrativa interna y comenzar a priorizarse.

«Cuando cambias el modo en que ves las cosas, las cosas que ves cambian también.»
Wayne Dyer

Ver lo positivo en lo que juzgábamos como negativo
La inversión de pensamiento también nos ayuda a encontrar lo positivo en situaciones que antes juzgamos como negativas. Por ejemplo:
Alicia aprendió a ser dócil y sumisa al percibir a su madre como víctima de la violencia verbal de su padre. Así, en un intento inconsciente de protegerla, Alicia adoptó una actitud complaciente en el trato con los demás.
Al invertir el pensamiento, pudo ver que su madre no supo detener esa violencia con confianza en sí misma y firmeza. Así, en lugar de perpetuar la victimización, Alicia comprendió y dejó de juzgar esta característica de su padre, lo cual le permite ejercerla cuando es necesario, marcando sus propios límites y confiando en sí misma.

Analizar la historia que nos contamos a nosotros mismos
Encontrar la información inconsciente detrás de nuestros juicios y creencias nos permite transformarlos y elegir de nuevo. Desde este cambio de percepción, podríamos encontrar respuestas como las siguientes:
No supero la muerte de mi madre > No quiero desapegarme de mi madre.
Nunca encuentro un trabajo que me guste > No me permito reconocer lo que sí me gusta de mi trabajo actual.
Nunca tengo tiempo para mí > No quiero dedicarme tiempo.
No consigo vender mi casa > No quiero vender mi casa.
No me dan los papeles para vivir legalmente aquí > No quiero vivir aquí.

Convertir el conflicto en una oportunidad
Lo que percibimos inicialmente como un problema, a menudo puede ser la solución: el haber vivido estas experiencias nos permitió ver de otra manera nuestra historia y decidir cómo queremos vivir.
Cuando comprendemos que las experiencias difíciles pueden tener un propósito, dejamos de considerarlas un castigo y empezamos a percibirlas como maestros. Esto nos propone dar un giro radical a nuestra realidad, transformando cada conflicto en una oportunidad de crecimiento.
En el ejemplo de Alicia, la sumisión de su madre y la firmeza de su padre, pueden inspirarla a ser lo fuerte que su madre hubiera querido ser y lo determinante que su padre intentó ser. Ella ahora escribe su propia historia con gratitud y una renovada fortaleza.

Salir de la comodidad de la descripción
La inversión de pensamiento requiere compasión hacia nosotros mismos y coraje en cantidades similares. No se trata de juzgarnos, sino de liberarnos de las cadenas que hemos creado con nuestras creencias limitantes.
Lo que pasa es que nos aferramos a lo conocido, incluso si nos hace daño, porque nos da una falsa sensación de seguridad.
Por eso muchas veces nos quedamos en el análisis intelectual de lo que vivimos para justificar por qué somos como somos. Muchas terapias y técnicas se quedan en ese punto: describir qué nos pasó y cómo influye en nuestra forma de percibir, sentir y actuar hoy.

«La vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella» Marco Aurelio

El paso siguiente: actuar
La inversión de pensamiento nos ofrece una oportunidad única de reescribir nuestra historia: ¿Qué puedo hacer con lo que me ha pasado?
No se trata de fingir que todo está bien, sino de permitirnos ver la vida con nuevos ojos. Es un llamado a dejar de engañarnos y a tomar responsabilidad por lo que queremos crear en nuestra vida y pasar a la acción.
Detrás de cada historia que te limita, hay una versión de ti más libre, más auténtica y más conectada con la vida que deseas vivir. Atrévete a descubrirla.

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PSORIASISLa psoriasis no solo afecta a la piel; también puede relacionarse con una manifestación física de conflictos em...
09/04/2025

PSORIASIS

La psoriasis no solo afecta a la piel; también puede relacionarse con una manifestación física de conflictos emocionales no resueltos. ¿Te has preguntado alguna vez qué quiere decir nuestro cuerpo cuando nuestra piel se convierte en una coraza?
Las respuestas que buscamos en tratamientos externos pueden complementarse con una dimensión más profunda de nuestra salud: las emociones. Este artículo te invita a profundizar en el origen emocional de la psoriasis y a explorar nuevas perspectivas para comprenderla desde dentro.

Psoriasis: una enfermedad crónica con raíces profundas
La piel es el órgano más extenso del cuerpo humano y la primera línea de defensa contra agresiones y lesiones. Protege al cuerpo de agentes externos y ayuda al sistema inmunológico a mantener el equilibrio. Además, nos conecta con el mundo a través del tacto y elimina toxinas mediante el sudor y la regeneración celular.
A la vez, como veremos, también es el reflejo externo de nuestro mundo interior.
Una de las afecciones más comunes de la piel es una enfermedad inflamatoria crónica, la psoriasis. Se caracteriza por escamas blancas, enrojecimiento y escozor que suele aparecer en el cuero cabelludo, en codos y rodillas, resultado de un crecimiento celular acelerado.

El reto de un abordaje médico integral
La psoriasis afecta aproximadamente al 2% de la población mundial, es decir, a unos 125 millones de personas, y genera un impacto significativo en su calidad de vida.
Aunque se ha avanzado en su comprensión, su causa primaria sigue siendo investigada. Se considera que es una combinación de factores genéticos, ambientales y emocionales.
La elección del tratamiento debe ser personalizada, considerando no solo el estado clínico sino también el impacto emocional de la patología.

«Las reacciones físicas son solo una forma en que los problemas que nos inquietan pueden expresarse inconscientemente.» Carl Gustav Jung

La piel es uno de los órganos más afectados por el estrés
El estrés crónico juega un papel fundamental en el desencadenamiento y la exacerbación de la psoriasis. El eje hipotalámico-pituitario-suprarrenal (HPA), involucrado en la respuesta al estrés, puede inducir condiciones proinflamatorias que afectan la piel.
Además, se ha observado que las personas con psoriasis presentan niveles bajos de cortisol, lo que favorece la liberación de mediadores inflamatorios. Las emociones como el miedo, la ira y la culpa también estarían estrechamente relacionadas con esta condición.
Entre otros autores, el psicólogo Jorge Ulnik, en su libro El psicoanálisis y la piel (2004), sostiene que, si el estrés que se desencadena en el ambiente social y emocional está relacionado con una falta de protección o contacto, existe una mayor probabilidad de manifestar ciertos síntomas en la piel, como ocurre en el caso de la psoriasis.

Qué emociones esconden las escamas de la piel
Somos seres emocionales, una mente afectiva en un cuerpo sensible. Las afecciones del cuerpo pueden producir dolor en nuestra psique y las heridas de nuestra alma pueden producir manifestaciones sintomáticas en nuestro cuerpo.
Este camino de doble dirección, nos indica que debemos cuidarnos de forma integral.
En tal sentido, la piel es un órgano sensorial, capaz de percibir el contacto, la temperatura y el dolor. Desde un enfoque simbólico, la piel representa la conexión con el mundo y con los demás.

La necesidad humana del contacto físico
La piel es el órgano que nos conecta física y emocionalmente con lo que nos rodea.
Los bebés que al nacer son colocados piel con piel con su madre, son abrazados y acariciados, presentan una mejor regulación de la temperatura. A través de este contacto se estimula la lactancia materna temprana y se favorece el vínculo afectivo.
A cualquier edad, un abrazo nos hace sentir queridos y protegidos y, al mismo tiempo, nos permite dar afecto y cuidar al otro. Este intercambio genera bienestar, mejora el estado de ánimo y disminuye el estrés.
El ser humano necesita del contacto físico con otras personas. Cuando existe algún conflicto en este sentido, se genera un desequilibrio emocional inconsciente que se puede expresar a través de nuestro cuerpo.

Psoriasis: cuando el ambiente emocional deja huellas
La piel de nuestro cuerpo puede recibir mucho dolor y, al mismo tiempo, ser la receptora de placenteras caricias. La manera en la que nos desenvolvemos en nuestro entorno tiene un impacto directo en ella.
La psoriasis se ha asociado con la personalidad tipo D, caracterizada por la inhibición social y una tendencia a evitar expresar emociones para no generar reacciones negativas, lo que puede derivar en un estrés crónico. Asimismo, las personas con esta afección suelen experimentar afectividad negativa, como nerviosismo, miedo, disgusto, culpa e ira.

Posibles conflictos emocionales asociados a la psoriasis
En el caso de la psoriasis, las placas escamosas podrían simbolizar una barrera protectora. Sería un intento del cuerpo de establecer una distancia con el entorno, especialmente en personas que viven una dualidad entre la necesidad de proximidad y el deseo de protección.
En tal sentido, estaría mostrando un conflicto de separación: la sensación de haber sido apartado, rechazado o de no poder estar cerca de alguien querido. Puede surgir tras la pérdida de un ser querido, una ruptura, o la falta de contacto físico en la infancia.
Al mismo tiempo, tal vez exprese una necesidad de protección y autoprotección: la piel gruesa y escamosa simboliza una «coraza» contra heridas emocionales. Puede reflejar miedo a ser herido nuevamente o una necesidad de aislarse del exterior.
En consecuencia, es sencillo de entender que la psoriasis puede estar relacionada con la dificultad de expresar emociones reprimidas.
Un estudio encontró que estos pacientes utilizan con mayor frecuencia la supresión emocional, un mecanismo de regulación emocional considerado maladaptativo. Esto sugiere que las personas con psoriasis tienden a ocultar o reprimir sus emociones.

Infancia y psoriasis: cómo se siembran las semillas emocionales
Las experiencias en la infancia y juventud juegan un papel crucial en cómo enfrentamos la vida adulta. Los conflictos emocionales y los traumas que experimentamos en el presente no son «del presente», sino que encuentran su semilla en esas edades (e incluso antes).
Por ejemplo, si crecimos en ambientes de crítica constante, de falta de afecto o, incluso, de una sobreprotección que nos quitó libertad, podemos desarrollar una necesidad inconsciente de protegernos. Este mecanismo de defensa puede manifestarse físicamente a través de la psoriasis, creando una armadura visible en nuestra piel.
La psoriasis puede actuar como un escudo, una barrera que simboliza el límite entre uno mismo y el mundo exterior.
El primer caso documentado se remonta al año 1200 a C., cuando el curandero de un príncipe de Persia relacionó la psoriasis con la ansiedad que el joven padecía debido a la pérdida de su padre y el deber de heredar el trono.
Una investigación reveló que el maltrato infantil y el estrés psicosocial crónico pueden predisponer a la manifestación de esta dolencia.
Estén o no relacionados este tipo de conflictos emocionales con la psoriasis, que uno resuelva un estrés de este tipo, al final, siempre favorece nuestra salud física y psíquica.

Preguntas que nos liberan
La autoindagación es una herramienta poderosa para identificar las raíces emocionales de la psoriasis. Algunas preguntas que pueden guiarnos en este proceso son:

Conflicto de separación
¿He experimentado una separación o rechazo que aún me duele?
¿En qué momentos de mi vida me he sentido excluido o alejado de alguien importante?
¿Cómo me relaciono con el contacto físico y la cercanía emocional?

Necesidad de protección y autoprotección
¿Considero que necesito una “coraza” para protegerme del mundo?
¿De qué o de quién me estoy defendiendo con mi piel?
¿Qué emociones o experiencias temo enfrentar sin esta muralla que me construí?

Dificultad para expresar emociones
¿Me permito expresar lo que siento libremente o suelo reprimirlo?
Cuestionar nuestras creencias, identificar traumas no resueltos y reconocer lealtades familiares inconscientes puede abrir la puerta a una sanación profunda y genuina. Al atrevernos a mirar hacia adentro, podemos empezar a desmantelar los obstáculos que nos impiden vivir plenamente y permitir que nuestra piel, y nuestra vida, respiren con libertad.

«Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior.»
Frida Kahlo

Un camino para tratar la psoriasis desde adentro
La BioNeuroEmoción propone un abordaje integrador que invita a las personas a explorar el origen emocional de sus síntomas físicos. En el caso de la psoriasis, se sugiere indagar en las experiencias de vida que puedan haber generado la necesidad de protección excesiva o de evitar (o necesitar) el contacto emocional.
Reconocer e integrar las propias emociones para aprender a expresarlas de manera saludable son herramientas clave para empezar a tratar las afecciones de la piel desde nuestro interior.

El viaje hacia la verdadera sanación emocional
A través de la psoriasis podemos recordar la sabiduría que esconde nuestro cuerpo. Más allá de ser un órgano físico, la piel es un espejo de nuestras emociones.
Abordar esta enfermedad implica no solo tratar los síntomas físicos con el tratamiento médico adecuado, sino también conectar con nuestro mundo interior, soltar ese blindaje y permitirnos el contacto genuino con los demás.
La verdadera sanación comienza cuando nos atrevemos a mostrarnos tal y como somos, vulnerables y auténticos.

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