
01/11/2024
Deportología
Dr. Rafael Agüero. Especialista en Deportología (15 n°4030 Gonnet. 221-560.7913)
La violencia en el deporte
Vivimos los argentinos una época de cambios de todo tipo, reacomodamientos culturales, vaivenes económicos y alteraciones del medio ambiente, que sumado a la agitación política nacional y mundial, hacen el fondo sociológico propicio para que la violencia, a manera de catarsis, sea una opción, interpretada como válida, para cada vez más personas.
Hablo de opción, porque se la elige, dejando de lado otras maneras de hacerse valer, entender o escuchar.
El deporte, como una de las expresiones artísticas de nuestra época, no podía estar ajeno a lo que ocurre en su entorno. Así, vemos que tanto jugadores de futbol como entrenadores “se salen de las casillas” permanentemente,
Ahora bien, no siempre la violencia se manifiesta con un golpe al rival o con gritos intemperantes, también lo hace como trampas y “jugarretas” no permitidas con tal de superar, amedrentar o engañar al rival y/o a los árbitros, en desmedro de la propia superación psicofísica, técnica y estratégica.
Y como ejemplo, valga el fútbol de la A, la B y todo el abecedario. El descontrol, el insulto y los gritos sobran, son moneda corriente, cuando no también patadas de todo calibre, empujones, “camisetazos” y lo que haga falta para anular la habilidad ajena y activar o poner de manifiesto la inhabilidad propia en neutralizar o superar al adversario.
Hasta aquí parece el comentario de un sociólogo o periodista deportivo más que de un médico deportólogo, sin embargo, en este punto se entrelaza el tema de la violencia con lo médico o más precisamente lo fisiológico.
Mucho se ha hablado acerca del “estado de nerviosismo” o tensión emocional en el que se encuentran los jugadores en pleno partido, que sus “pulsaciones son elevadas”, que el “calor del juego” no permite un razonamiento equilibrado y por ello las numerosas faltas al reglamento.
Es decir, se quiere justificar o atenuar todas estas inconductas con burdas explicaciones pseudo científicas. Nada más errado.
Un deportista entrenado, aún bajo condiciones tensas y/o extremas del partido, sea que no puede concretar un gol o sufre un resultado adverso en el marcador, no puede ni debe perder el control de sus actos, justamente porque esta entrenado y, no poca cosa, es un profesional y en ocasiones, le pagan inmensas cantidades de dinero por serlo.
O sea, esta preparado psíquica y físicamente (o debería estarlo) para sobrellevar la adversidad.
Es cierto que su sistema muscular, respiratorio y cardíaco utilizan grandes volúmenes de oxigeno, pero su cerebro y sistema nervioso en general, siempre reciben el aporte necesario para el correcto funcionamiento. Es decir, de modo automático nuestro cuerpo prioriza la llegada de oxigeno a este vital órgano.
Otros sistemas, como el digestivo, urinario y reproductor, sí disminuyen su flujo de sangre y por ende se oxigenan menos, pero ello es un mecanismo normal para asegurar nutrientes y oxígeno a los músculos, pulmones, corazón y vale resaltarlo, el cerebro.
Desde el punto de vista médico se podría explicar con detalle este funcionamiento orgánico, pero quizás aburriría al lector no entendido. Solo diré que en el ejercicio se produce lo que se llama “una redistribución del flujo sanguíneo”, de manera que los órganos nobles citados reciben siempre adecuadas cantidades de oxígeno.
Un jugador que realiza precisos y elegantes movimientos motrices, tiene su cerebro perfectamente oxigenado, por lo tanto su raciocinio está intacto. Lo que ocurre es que, muy a menudo, se juega “para la tribuna”, con actitudes extemporáneas y se ha hecho “carne” y costumbre culpar a otros de errores propios o simplemente sacar ventaja por medio de la queja constante.
O sea, aún en condiciones casi extremas, el cerebro continua oxigenado. ¿O alguien ha visto a un atleta de 400 metros llanos, prueba agotadora si las hay, hacer una zancadilla al oponente en los últimos 30 metros de la carrera? Y hasta en el rugby, actividad con fricciones y traumatismos permanentes, todos acatan las decisiones del árbitro y rara vez se observan agresiones. Y hablamos de sujetos de más de 90 o 100 kilos con un poderío físico superior.
Se podrá argumentar que son deportes de “elite” cultural, pero ¿qué me dicen del boxeo, en el otro lado del espectro? Allí tampoco hay desbordes, hay respeto por el árbitro y el contrincante, a tal punto que terminado el combate existe un sincero abrazo.
Entonces, desde mi punto de vista, queda claro que las inconductas son realizadas con plena conciencia. No existe, argumento fisiológico, como el cansancio o “la alta frecuencia cardiaca” para justificarlas. Solo la ignorancia las justifica.
El tramposo, el violento o el mal educado, no deberían tener lugar en el fútbol ni en ningún deporte, pero para ello es necesario educar desde las divisiones inferiores , la escuela y por supuesto la familia.
Da pena escuchar a muchos dirigentes y técnicos del fútbol infantil llenarse la boca hablando de sus “escuelitas” de fútbol. Quisiera saber que les enseñan, pues buenos modales y respeto por si mismos y los rivales, no.
¿Por qué lo digo y en que me fundamento? En lo que se observa todos los fines de semana. Si existiera realmente “buena educación”, no se verían los lamentables espectáculos de violencia física y verbal a que nos tienen acostumbrados los protagonistas, que con fanfarronería y vanidad hacen alardes de pseudo-cualidades solo validas para una sociedad salvaje, acostumbrada a la pedantería, al atropello, al valor del dinero y del éxito precario.
Cuando digo salvaje, me refiero a todo lo pasional e instintivo, en contraposición a civilizado, que significa ni mas ni menos que la inhibición de algunos de estos impulsos, para así poder vivir en sociedad, con respeto y en paz.
No menos lástima dan funcionarios y políticos del área educativa y hasta los mismos alumnos, que últimamente toman escuelas o cortan calles, para “mejorar la educación”.
Quisiera que cualquiera de ellos defina o explique el concepto de educación. Creen que es solo ir al colegio. Confunden educación con el espacio físico donde se desarrolla una parte de la educación. Los periodistas no les piden definiciones, ellos no las dan y la gente en general no pregunta.
¿Por qué? Sencillo. Porque no lo saben. Desconocen que significa la educación. No pueden traducirlo en palabras, ya que en sus mentes “educación” esta en una nebulosa, envuelta en guardapolvos blancos, tizas, mapas, hechos históricos, maestras y pizarrones.
Pues bien, la buena educación es una transformación dinámica del individuo, de todos o algunos de los componentes de su integridad, sea intelectual, afectiva y volitiva, en un marco histórico y cultural determinado, en el cual hay una transferencia de valores positivos y superadores.
Ello excede por mucho la mera enseñanza de simples datos y números fríos de las materias y ciencias tradicionales.
Así y regresando al tema que nos ocupa, si todos los involucrados (jugadores, dirigentes, periodistas y espectadores) cambian en algo, “se educan”, la violencia dentro y fuera de las canchas también disminuiría, ya que el espectáculo se concretaría en un marco de más calma y serenidad, aunque no por eso menos entretenido y apasionado.
Para finalizar, debo decir que en el mundo futbolístico, Argentina es reconocida por su buen juego, pero también por las artimañas de sus jugadores y la violencia de su público.
Está en nosotros, los argentinos, cambiar esa noción y comenzar un giro en nuestra conducta. Si lo logramos en el deporte, lo lograremos en otros aspectos de nuestra personalidad, o a la inversa…quizás sea lo mismo.