18/07/2020
Siempre que pensamos en películas animadas asumimos que sólo los niños pueden disfrutarlas y aprender de ellas. Para nosotros llegan a representar un rato de diversión inocente que nos puede hacer olvidar momentáneamente los conflictos de la ajetreada vida adulta.
Estas películas siempre estimulan mi niña interior y me llevan a mundos mágicos donde, a pesar de muchas dificultades, todo es posible, el bien vence al mal, los sueños se cumplen y los héroes triunfan. Me dan una visión de cómo debería ser nuestra vida y aunque fantasiosas y lejanas, encienden una chispa de ilusión y esperanza en mí, ésa que a veces me hace tanta falta.
Entre las películas que despiertan momentos de autorrealización se encuentra “Kung Fu Panda”. Narra la historia de un panda llamado Po que toda su vida soñó con ser un guerrero del kung fu, pero vive en su zona de confort como cocinero, hasta que un día el destino parece sonreírle y lo coloca en el lugar y en el momento correcto para convertir su sueño en una realidad. Es a través de un viaje lleno de aventuras, desafíos y una lucha interna que Po logra superarse.
La historia nos deja muchas enseñanzas taoístas valiosas con diálogos y frases conmovedoras como la que comparto a continuación.