02/04/2025
QUE ES LA EPIGENETICA Y COMO EXPLICA QUE LOS HIJOS HEREDEN LOS TRAUMAS DE LOS PADRES
BIODESCODIFICACION CIENTIFICA ARGENTINA
Andres Frontalini y Martha Henriques
BBC Future
4 mayo 2019
Heredamos memorias: estudios de investigación
¿Sabías que heredamos memorias y otros factores de nuestras familias que inciden en la forma en que se manifiesta nuestra biología, en la manera en que nos comportamos y en las respuestas de estrés que tenemos frente a determinadas situaciones?
Existen estudios con animales que sugieren que “el comportamiento puede verse afectado por eventos en generaciones anteriores y que se transmiten en forma de memoria genética”.
Heredamos memorias: estudios de investigación
Bruce Liptom,Brian G. Dias , Kerry J. Ressler son profesores del Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Emory School of Medicine de Atlanta y también investigadores del Yorkes National Primate Research Center. En 2013 publicaron en la reconocida revista Nature Neuroscience, el artículo (“La experiencia olfativa de los padres influye en el comportamiento y la estructura neuronal en las generaciones posteriores”) donde explican sus experimentos con ratones para examinar “la herencia de la exposición traumática de los padres, un fenómeno que se ha observado con frecuencia pero que no se entiende”.
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A un grupo de ratones llamados F0 los condicionaron a sentir temor a un determinado olor, les inducían estrés al oler flor de cerezo, de manera que el estrés quedaba grabado en su memoria. Justo el olor a cerezo, no a otro tipo de olor. Este condicionamiento se realizaba antes de la concepción de su descendencia. El grupo de ratones F1 son la siguiente generación y “muestra mayor sensibilidad conductual ante el mismo estímulo”. Lo más sorprendente es que el grupo de ratones F2, que son la tercera generación, presentan claramente una respuesta de estrés al olor de cerezo cuando nunca han sido entrenados para ello.
“Nuestros hallazgos proporcionan un marco para abordar cómo la información ambiental puede ser heredada transgeneracionalmente a niveles conductuales, neuroanatómicos y epigenéticos”.
Bruce Liptom y Kerry J. Ressler
Esta memoria de “evitar la flor de cerezo” también generó cambios en la estructura cerebral. “Las experiencias de un padre, incluso antes de concebir, influyen marcadamente tanto en la estructura como en la función en el sistema nervioso de generaciones posteriores”. Según el Dr. Dias los hallazgos proporcionan evidencias de una “herencia epigenética transgeneracional” en la que el ambiente puede afectar la genética de un individuo que “a su vez puede ser transmitida”. Y afirma rotundamente que “no hay duda de que lo que sucede con el es***ma y el óvulo afectará a generaciones posteriores”.
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Por su parte el profesor Marcus Pembrey del University College de Londres subraya que estos hallazgos proporcionan una “evidencia convincente” de que una forma de memoria podría pasar entre generaciones. E insta a los investigadores de la salud pública “a que se tomen en serio las respuestas transgeneracionales humanas” porque sospecha que “no vamos a entender el aumento de trastornos neuropsiquiátricos o la obesidad, la diabetes y las alteraciones metabólicas en general, sin considerar el enfoque multigeneracional”.
La Biodescodificacion y las memorias heredadas
Desde la Biodescodificacion sugerimos que la información que contiene nuestra historia familiar es un patrimonio personal que no podemos obviar.
Conocer experiencias de nuestros antepasados y sobretodo cómo las vivieron, es decir, las sensaciones que les hicieron sentir mientras las vivían nos permite comprender nuestra forma de vivir las experiencias actuales. Y al mismo tiempo, observar nuestras sensaciones en determinadas situaciones pueden servirnos de pista para comprender cómo vivieron nuestros ancestros sus propias circunstancias.
“¿Qué somos nosotros, qué es nuestro carácter sino la condensación de la historia que hemos vivido desde nuestro nacimiento, antes de nuestro nacimiento incluso, dado que llevamos con nosotros disposiciones prenatales? Sin duda no pensamos más que con una pequeña parte de nuestro pasado; pero es con nuestro pasado todo entero, incluida nuestra curvatura de alma original, como deseamos, queremos, actuamos.”
Henri Bergson.
Cuando una persona realiza una sesión en Bioneuroemoción accede a esta información y la relaciona con su propia vivencia, entonces puede tomar conciencia de sus memorias transgeneracionales. La toma de conciencia da sentido a cosas que hasta ese momento no había entendido de su propia vida y esa comprensión genera una sensación de paz.
¿Qué huella dejan los traumas vividos?
En 1864, cerca del final de la Guerra Civil de Estados Unidos, las condiciones en los campos de prisioneros de guerra de la Confederación estaban en su peor momento.
Hubo tal hacinamiento en algunos campamentos que los prisioneros, soldados del Ejército de la Unión del norte, tenían el espacio en metros cuadrados equivalente a una tumba. La cifra de muertes de los presos se disparó.
Para muchos de los que sobrevivieron, la desgarradora experiencia los marcó de por vida.
Cuando la guerra acabó, volvieron con problemas de salud, peores perspectivas laborales y menor esperanza de vida.
Pero el impacto de todos estos problemas no se limitó únicamente a quienes los sufrieron en primera persona.
Los efectos se extendieron a los hijos y los nietos de los prisioneros, en una herencia que parecían pasar a través de la línea masculina de las familias.
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Si bien los hijos y nietos no estuvieron en ningún campo de prisioneros de guerra, y pese a que no les faltó de nada durante su infancia, sufrieron tasas de mortalidad más altas que el resto de la población en general.
Al parecer, los prisioneros transmitieron parte de su trauma a sus descendientes.
Pero a diferencia de la mayoría de las enfermedades hereditarias, esto no se produjo como consecuencia de mutaciones en el código genético.
Herencia oscura
Los investigadores analizaron un tipo de herencia mucho más oscura: cómo las cosas que le pasan a alguien a lo largo de su vida pueden cambiar la forma en que se expresa su ADN, y cómo ese cambio puede transmitirse a la próxima generación.
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Este es el proceso llamado científicamente epigenética, donde la legibilidad o expresión de los genes se modifica sin que se produzca un cambio en el código del ADN.
Es decir, existen pequeñas etiquetas químicas que se agregan o eliminan de nuestro ADN en respuesta a los cambios en el entorno en el que vivimos.
Estas etiquetas activan o desactivan los genes, posibilitando la adaptación a las condiciones del entorno sin causar un cambio más permanente en nuestros genomas.
La epigenética juega un papel clave en nuestro árbol genealógico.
El hecho de que estos cambios epigenéticos puedan transmitirse a las generaciones posteriores tendría unas implicaciones enormes.
Supone que las experiencias vividas por una persona, especialmente las traumáticas, tendrían un impacto muy real en su árbol genealógico.
Existe un número creciente de estudios que apoyan la idea de que los efectos de un trauma pueden transmitirse a las siguientes generaciones a través de la epigenética.
En los campamentos de la Confederación, estos cambios epigenéticos fueron el resultado del hacinamiento extremo, el deficiente saneamiento y la desnutrición.
Los hombres tuvieron que sobrevivir con pequeñas raciones de maíz, y muchos murieron de diarrea y escorbuto.
"En este período de inanición intensa, los hombres se volvieron esqueletos andantes", dice la autora del estudio Dora Costa, Neurocientifica de la Universidad de California, en Los Ángeles.
Costa y sus colegas estudiaron los expedientes médicos de casi 4.600 niños cuyos padres habían sido prisioneros de guerra y los compararon con los de más de 15.300 niños de veteranos de guerra que no habían sido capturados.
Los hijos de los primeros tenían una tasa de mortalidad un 11% más alta que los hijos de veteranos que no fueron prisioneros.
Los investigadores hallaron que otros factores, como el estado socioeconómico del padre y el trabajo y el estado civil del hijo, no podrían explicar esa mayor tasa de mortalidad.
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Estas mayores tasas de mortalidad se debieron principalmente a mayores ratios de muerte por hemorragia cerebral.
Los hijos de los veteranos de guerra que habían sido prisioneros también eran ligeramente más propensos a morir de cáncer. Sin embargo, sus hijas parecían ser inmunes a esto.
El genoma es el abecedario del ADN, del material genético, y el epigenoma es toda la regulación de ese genoma.
Este patrón inusual ligado al género de la descendencia fue una de las razones que levantaron las sospechas de la Dra.Costa.
Empezó a pensar que estas diferencias de salud estaban provocadas por cambios epigenéticos. Pero, primero, Costa y su equipo tuvieron que descartar que fuera un efecto genético.
Los niños nacidos antes y después de la guerra debían tener la misma probabilidad de reducción en la esperanza de vida. Pero "si miras dentro de las familias, solo hay efectos entre los hijos nacidos después, pero no antes de la guerra", dice la experta.
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Así que una vez descartadas las causas genéticas, la explicación más plausible que quedaba era un efecto epigenético.
"La hipótesis es que hay un efecto epigenético en el cromosoma Y", dice Costa.
Efectos en los descendientes masculinos
Este efecto es consistente con los estudios en aldeas suecas remotas, donde la escasez en el suministro de alimentos tuvo un efecto generacional en la línea masculina, pero no en la línea femenina.
Pero ¿qué pasaría si este mayor riesgo de muerte se debiera a un legado del trauma del padre que no tuvo nada que ver con el ADN?
El código epigenético se superpone al código genético, es decir tenemos una instalación eléctrica que serían las bombillas, los cables, el genoma. La epigenética sería la serie de interruptores de la luz.
¿Qué pasaría si los padres traumatizados tuvieran más probabilidades de abusar de sus hijos, provocando consecuencias de salud a largo plazo?
Una vez más, comparar la salud de los niños dentro de las familias ayudó a descartar esto.
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Los niños nacidos de padres en una fecha anterior a que fueran prisioneros de guerra no mostraban un aumento en la mortalidad. Pero los hijos de los mismos hombres nacidos después de su experiencia en la guerra sí lo hicieron.
"Descifrar esto supone descartar las otras opciones posibles", dice Costa.
"La mayor parte del caso es una prueba por eliminación y ver cuál es la explicación más consistente", añade.
Muchas de las veces en las que se cree que el trauma se ha transmitido a través de la epigenética están vinculadas a los momentos más oscuros de la historia.
Se cree que las guerras, las hambrunas y los genocidios han dejado una marca epigenética en los descendientes de quienes los sufrieron.
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Algunos estudios han resultado más controvertidos que otros. Un análisis de 2015 descubrió que los hijos de los sobrevivientes del Holocausto tuvieron cambios epigenéticos en un gen que estaba vinculado a sus niveles de cortisol, una hormona involucrada en la respuesta al estrés.
"La idea de una señal, un hallazgo epigenético en la descendencia de los sobrevivientes puede significar muchas cosas", dice Rachel Yehuda, directora de la División de Estudios de Estrés Traumático de la Escuela de Medicina Mount Sinai de Nueva York y autora de dicho estudio.
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"Es emocionante que esté ahí".
El estudio fue pequeño. Evaluó solo a 32 sobrevivientes del Holocausto y a un total de 22 de sus hijos, con un pequeño grupo de control.
Varias generaciones
Los investigadores han criticado las conclusiones del estudio. Sin mirar varias generaciones y buscar más ampliamente en el genoma, no podemos estar seguros de que sea realmente una herencia epigenética.
La Dra. Acosta reconoce que los resultados fueron exagerados en algunos informes, y se necesitarían análisis más amplios que evalúen varias generaciones para sacar conclusiones firmes.
"Fue solo un estudio pequeño, una sección transversal de adultos, muchos años después del trauma de los padres. El hecho de que recibimos una pista fue una gran noticia ".
El epigenoma representa cambios químicos que no afectan a la secuencia de ADN pero pueden modificar la expresión de los genes, activándolos o silenciándolos.
Saber que las consecuencias de nuestras propias acciones y experiencias podrían afectar la vida de nuestros hijos, incluso mucho antes de que sean concebidos, podría dar un giro muy diferente a cómo elegimos vivir.
A pesar de la evidencia de estos ecos de traumas a lo largo de las generaciones, hay un gran obstáculo en la investigación de la herencia epigenética: nadie está seguro de cómo sucede.
Algunos científicos piensan que en realidad es un hecho muy raro.
Una de las razones por las que puede no ser muy conocido es que la gran mayoría de un tipo de marca epigenética en el ADN -llamada metilación- se borra en el momento de la concepción del embrión.
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"Tan pronto como el es***ma ingresa al óvulo en un mamífero, se produce una rápida pérdida de la metilación del ADN del conjunto paterno de cromosomas", dice Anne Ferguson-Smith, una investigadora que estudia epigenética en la Universidad de Cambridge, Reino Unido.
"Esa es la razón por la que la herencia epigenética transgeneracional es una sorpresa".
"Es muy difícil imaginar cómo alguien podría tener una herencia epigenética cuando hay un proceso que elimina todas las marcas epigenéticas previas y coloca otras nuevas en la próxima generación".
Hay, sin embargo, partes del genoma que no se limpian.
El epigenoma es más flexible de lo que jamás se imaginó en el pasado y esto podría tener enormes implicaciones en el campo de la salud en el futuro.
Un proceso llamado impronta genómica protege la metilación en puntos específicos del genoma. Pero estos sitios no son aquellos donde se encuentran los cambios epigenéticos relevantes para el trauma.
Hay investigadores convencidos de que han encontrado las características de la herencia epigenética para varios rasgos, tanto en humanos como en animales. Además, creen haber hallado el mecanismo que la hace funcionar.
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Podrían ser moléculas similares al ADN, conocidas como ARN, las que están alterando el funcionamiento de los genes.
Un reciente artículo reveló pruebas sólidas de que el ARN puede desempeñar un papel en la forma en que se heredan los efectos del trauma.
"Nuestro modelo es bastante único", dice Isabelle Mansuy, de la Universidad de Zúrich, Suiza, quien dirigió la investigación. "Imita las familias desintegradas, o el abuso, la negligencia y el daño emocional que a veces vemos en las personas".
La epigenética es lo que ayudaría también a explicar las diferencias entre los seres humanos y otros primates.
Esta investigación, al igual que muchos estudios en ratones, se centra en el es***ma y la herencia epigenética en la línea masculina.
Esto no significa que los científicos crean que este fenómeno solo sucede en los hombres.
Es mucho más difícil estudiar los óvulos que estudiar los es***matozoides.
Los esfuerzos para descifrar la herencia epigenética en la línea femenina es el siguiente paso en la investigación.
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"Teníamos que empezar por algún lugar", dice Mansuy. "Pero estamos buscando tener un modelo que muestre cómo se produce la herencia tanto a través de mujeres como de hombres".
Diversos experimentos con ratones revelaron a los investigadores que los procesos de "desensibilización" revertían el efecto.
Y sugirió que si los humanos heredan el trauma de manera similar a como lo hacen los ratones, el efecto en nuestro ADN podría deshacerse utilizando técnicas como la terapia cognitiva conductual.(Biodescodificacion)
Curar los efectos de traumas vividos puede detener el proceso epigenético para que no lo hereden generaciones posteriores.
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Los miedos que ya estaban ahí: ¿podemos heredar el trauma de nuestros antepasados?
En 1992, la especialista en psiquiatría y neurociencia Rachel Yehuda empezó a notar un aumento cada vez mayor de hijos de supervivientes del Holocausto que buscaban ayuda terapéutica. Sentían culpa, presión y ansiedad por separación
La herencia, esa trenza que recorre el tiempo atravesando los cuerpos como si estos fueran una fórmula matemática de la que hay que ir separando números, letras, imágenes y sonidos, pero sobre todo emociones y sentimientos para llegar a un único individuo, para llegar a entender a este como tal, para que este pueda entenderse. Tal vez lo hayas notado alguna vez, como una punzada fuerte y repentina, un ardor profundo que nos explica que nuestras historias familiares y nosotros mismos estámos vinculados; que el núcleo de nuestro ser existió de alguna forma, incluso antes de que fuéramos concebidos. "La historia de un pueblo se mueve como una canoa atrapada por la corriente, siempre de vuelta al origen. Mientras yo crecía, mi familia localizó los vínculos tribales que la historia había deshilachado, pero no destruido. Encontramos a gente que conocía nuestros verdaderos nombres. Y en el primer amanecer en Oklahoma en que escuché un mensaje de gratitud hacia las cuatro direcciones (la ofrenda hecha en la antigua lengua del tabaco sagrado) me pareció que era mi padre el que lo pronunciaba. El idioma era distinto, pero el espíritu era idéntico", dice la botánica Robin Wall Kimmerer .
Al tiempo que Kimmerer recorre de esta forma su vida y trata de hilar deshilando esa trenza que conforman las generaciones del pueblo Potawatomi en América del Norte, su tribu, la escritora británica Zoë Grünewald reconocía que siente "imposible que alguien me entienda a mí y a mis valores sin una explicación de la historia de mi abuelo". Grünewald, de ascendencia judía, llegó a Canadá con 19 años por interés propio. "Como adolescente independiente y extrovertida, mudarme a un país diferente parecía el tipo de aventura que debería tener", pero el duelo, la nostalgia y la separación la hicieron volver rápidamente a casa. No sabía qué había ocurrido, quiso tratar de averiguarlo, y fue entonces cuando su terapeuta le mencionó el término por primera vez: Trauma hereditario.
La memoria de nuestros antepasados
Se trata de una posible explicación acerca de respuestas irracionales y altamente emocionales que algunas personas experimentan de pronto en entornos o espacios nada fuera de lo común. Es, como su nombre bien indica, la memoria de nuestros antepasados encapsulada en la nuestra. "Resulta que podría haber estado experimentando el trauma de mis abuelos, un miedo heredado de incidentes que tuvieron lugar mucho antes de que yo naciera".
Su abuelo fue víctima directa del Holocausto n**i. Su abuela atravesó sola el Atlántico, desde Ontario, cuando tan solo tenía dos años. Ambos crecieron como huérfanos exiliados en un país extranjero. Grünewald viajaba sola por primera vez como adolescente, lo había elegido ella, también había elegido su destino, porque pudo elegir. En 1992, la especialista en psiquiatría y neurociencia Rachel Yehuda empezó a notar un aumento cada vez mayor de hijos de sobrevivientes del Holocausto que buscaban su ayuda terapéutica. Sentían culpa, presión y ansiedad por separación que relacionaban con las historias de sus padres. Para entonces, una posible explicación desde los diferentes campos científicos que estudian los cambios de conducta y emociones era fruto de una cuestión ambiental: tal vez las madres y los padres asustados o sobreprotectores estaban causando que sus hijos se sintieran estresados a muy temprana edad.
"No olvidamos, ni por asomo"
Sin embargo, Yehuda y su equipo comenzaron a preguntarse si había algún elemento de herencia biológica en juego. Decidieron así examinar los niveles hormonales de aquella descendencia del Holocausto. Lo que encontraron en su estudio parecía un nuevo camino de significados. Las personas estudiadas presentaban las mismas anomalías hormonales que sus padres, o lo que es lo mismo: las etiquetas epigenéticas que se adhirieron al ADN de sus padres en respuesta a su trauma fueron evidentes en la próxima generación. Encontraron indicios de que los síntomas y desencadenantes de sus cuadros traumáticos se transmitían de generación en generación; el trauma podía ser, al parecer, hereditario.
Kimmerer escribe: "Nuestro pueblo era un pueblo de agua y canoas. Hasta que nos hicieron caminar. Hasta que levantamos los campamentos junto al lago y nos obligaron a sustituirlos por ranchos tierra adentro, por polvo. Nuestro pueblo era un círculo, hasta que nos dispersaron. Nuestro pueblo compartía un mismo idioma para agradecer los días, hasta que nos obligaron a olvidar. Pero no olvidamos, ni por asomo". No olvidar, de eso va todo esto. Lo cierto es que, si bien solemos pensar en herencias como entramados materiales, existen otras formas: nuestras palabras y las historias que nos contamos. En ese sentido, el terapeuta Mark Wolynn escribe en su libro 'No comenzó contigo' sobre la importancia de entender el lenguaje que usa la gente cuando describe sus ansiedades y miedos como un "rastro de migas de pan".
El legado multigeneracional
Un experimento de 2013 reforzó la teoría de Yehuda a través de ratones. Los autores confirmaron que los roedores pueden heredar el miedo de sus padres o abuelos: el estudio descubrió que los ratones cuyo padre o abuelo había aprendido a asociar el olor a flor de cerezo con una descarga eléctrica estaban más nerviosos por el olor. "Conceptos como 'aspectos intergeneracionales del trauma' y 'legado multigeneracional del trauma' son algunos de los términos más utilizados para describir este fenómeno de nostalgia" Asimismo, otro estudio también llevado a cabo en 2013 por las Neurocientifica Ximena Faúndez , Marcela Cornejo y el Dr. Andres Frontalini estudiaron la Transmisión Transgeneracional del Trauma Psicosocial' explicaban que "aspectos intergeneracionales del trauma" y "legado multigeneracional del trauma", son algunos de los términos más utilizados para describir este fenómeno de nostalgia. Sin embargo, muchos expertos siguen siendo escépticos a la corriente. Un artículo publicado en 2021 en 'The Guardian' declaraba que el caso de la herencia epigenética transgeneracional en humanos se había "desmoronado". El caso es que Yehuda siempre ha reconocido las limitaciones de su estudio, describiendo la atribución de cualquier mecanismo epigenético específico en la descendencia de sobrevivientes de trauma como "prematuros", además de aceptar que la transmisión biológica no significa que "la biología es el destino", pero parece haber cada vez más evidencias de que, sea lo que sea, existe algo más en ese duelo tan ajeno como propio.
Herencia epigenética
Mientras que la genética describe la secuenciación del ADN, la epigenética analiza cómo los genes pueden activarse y desactivarse a través de etiquetas químicas que se adhieren a nuestros genes en respuesta a cambios en nuestro entorno y comportamiento. Es por ello que cada vez más psicólogos y psiquiatras consideran que las palabras pueden llevarnos de vuelta al trauma inicial. Otro factor importante del también conocido como "efecto segunda generación" son el silencio y el secreto que a menudo envuelven un acontecimiento traumático A eso mismo se refiere Kimmerer cuando explica, en forma casi de recuerdo vívido, que entre las costumbres de su tribu, "en invierno, cuando la verde tierra descansa bajo un manto de nieve, llega el momento de las historias. Los narradores han de invocar, antes de dar comienzo a su historia, a aquellos que vinieron antes que nosotros y nos las transmitieron. No somos más que mensajeros".
Otro factor importante del también conocido como "efecto segunda generación" o ESG, apunta la Neurocientifica Iria Salvador a 'EFE Salud' son el silencio y el secreto que a menudo envuelven un acontecimiento traumático. "A veces un miembro de la segunda generación puede empezar a manifestar síntomas que no comprende, que no sabe de dónde vienen y que, en algunos casos, son un efecto de ese acontecimiento significativo vivido en la familia y ocultado", dice. En este sentido, Salvador señala que es importante que los padres que han sobrevivido a una situación traumática puedan sanarla para poder reanudar sus vidas y seguir adelante, y "que puedan hablar de lo que pasó y llegar a aceptar que forma parte de la historia individual y de la historia familiar". Por supuesto, esto requiere un esfuerzo que a veces escapa de las propias víctimas. Hasta el momento, la ciencia sigue averiguando pistas en torno a esta posible capacidad.