
01/07/2024
Don José estaba bien de salud, hasta que un día su mujer le dijo:
- José, vas a cumplir 68 años, es hora de que te hagas un chequeo médico.
-¿Y para qué? si me encuentro muy bien.
-Por prevención.
Así que José fue al médico, y éste le mandó hacer pruebas y análisis de todo.
A los quince días el doctor le dijo que estaba bien, pero que había que mejorar algunos valores.
Entonces le recetó Atorvastatina para el colesterol, Losartán para la hipertensión, Metformina para la diabetes y Loratadina para la alergia.
Eran muchos medicamentos y había que proteger el estómago, y le recetó Omeprazol.
José, fue a la farmacia y se gastó parte de su pensión en medicinas.
Como no recordaba si las pastillas verdes para la alergia, las debía tomar antes o después de las del estómago, y si las amarillas para el corazón, iban durante o al terminar las comidas, volvió al médico.
Éste, lo notó tenso y con contracturas, y le recetó Alprazolam y Sucedal para dormir.
Don José, en lugar de estar mejor, cada día estaba peor. Apenas salía de casa, porque no pasaba momento en que no tuviera que tomar alguna pastilla.
A los pocos días José se resfrió y su mujer lo hizo acostar, y llamó al médico. Éste le dijo que no era nada, pero por prevención le recetó Tabsín y Sanigrip con Efedrina. Como empezó con taquicardia, el doctor le agregó Atenolol y Amoxicilina. Después le salieron hongos y le agregó Fluconazol con Zovirax. Para colmo, José leyó los prospectos de los medicamentos que tomaba y se enteró de las contraindicaciones, las advertencias, las precauciones, las reacciones adversas, los efectos colaterales.
Todo lo que leía eran cosas terribles. No sólo podía morir, sino que además podía tener arritmias, úlceras, sangrado, náuseas, hipertensión, cólicos, insuficiencia renal, parálisis, mareos...
Asustadísimo, José llamó al médico, quien trató de tranquilizarlo.
- Tranquilo, Don José, no se alarme, y le recetó Rivotril, un antidepresivo. Como le empezaron a doler las articulaciones le añadió Diclofenaco.
Cada vez que José cobraba su pensión, se dejaba la mitad en la farmacia.
Tan jodido estaba que se murió.
Al entierro fueron todos, pero el que más lloraba era el farmacéutico.
Su esposa afirma que menos mal que lo mandó al médico a tiempo, porque si no, seguro que se hubiese mu**to antes.
Si Don José hubiese seguido comiendo conejo, pollo sin piel, aceite de oliva, frutas, verduras, nada de azúcar, una copita de vino y caminando cuarenta y cinco minutos diarios, aún estaría vivo y coleando.