
25/07/2025
Muchas veces usamos la palabra “ego” para señalar actitudes que nos resultan incómodas: egoísmo, ambición excesiva, necesidad constante de reconocimiento.
Pero lo que llamamos “ego” no siempre es simplemente deseo de más, sino una forma de defender algo que fue vulnerado mucho antes.
Quien parece egoísta quizás no aprendió a cuidar lo propio, sino que fue forzado a compartir cuando no estaba listo para hacerlo o simplemente no fue escuchado en sus deseos.
Por eso hoy guarda con recelo lo que tiene, como si soltar fuera sinónimo de perder.
Quien parece ambicioso tal vez creció sintiendo que nunca era suficiente, que lo obtenido se podía ir en cualquier momento.
Entonces sigue buscando más, no por codicia, sino por miedo a la pérdida.
Y quien busca constantemente ser admirado, probablemente fue ese niño o esa niña que solo se sintió valioso cuando lo elogiaban. No porque lo amaran como era, sino por lo que mostraba.
En el fondo, busca amor donde solo encuentra validación momentánea.
Desde la Mirada de las Escenas Matrices, el “ego” no es algo que hay que eliminar, sino comprender.
Detrás de sus formas hay una historia.
Y reconocer esa historia es el primer paso para empezar a sanar.
-