11/12/2024
Sobrevivir, convivir, comprender.
La primera pregunta que surgiría frente a estas tres palabras, siempre expresaría la curiosidad frente a la manera de relacionarlas. Pero hasta se puede calificar de fácil.
Veamos
Hace un par de meses, expuse la idea acerca de un “triángulo de hierro” de los conflictos transgeneracionales, tres conflictos a los que califiqué de “esenciales” para nuestra estructura emocional. La idea es que estos tres conflictos, que son causa y efecto uno de otro, trabajan de manera conjunta, uno se destaca y muestra la característica de las principales afecciones, ya sean físicas o emocionales, de cada persona; podríamos situarlo en el vértice superior de ese triángulo. Pero todo triángulo tiene un vértice superior y dos inferiores, Y en esos vértices inferiores aparecen los otros dos conflictos, con una intensidad equivalente.
Esos tres conflictos son: desvalorización, abandono e identidad.
La posición de cada uno puede variar, en algunos casos se ve uno, en otros aparecerá otro. Pero siempre estarán los tres.
Y no podemos llevarlos a un valor cero, apenas podemos llevarlos a su valor “natural”. Tener un exceso de conflicto siempre representará un problema, pero tener uno de estos tres en un valor ínfimo o cero, nos pondría en una situación invivible.
¿Y cuál es el motivo de esa necesidad de un cierto nivel de esos conflictos?
Si pudiéramos llevar la desvalorización a un nivel cero, no es difícil comprender que estaría en un extremo opuesto a esa desvalorización. Y lo contrario es la autoestima. Además, lo opuesto de cero, es lo infinito. Tendría una autoestima infinita, la soberbia absoluta.
O sea que la desvalorización me permite “mantener los pies sobre la tierra”. Mantenerme vivo.
Sobrevivir.
Ahora observemos el tema del abandono con la misma idea de llevar el conflicto a un punto cero.
Si suponemos que cada persona es espejo de otro, que no puedo ver en otro lo que no tengo en mí, “Como es adentro es afuera, como es afuera es adentro”, si no tengo un grado de abandono, no puedo ver ese abandono en otros, ni puedo ver el riesgo de ser abandonado. Y si no veo el abandono en “el otro”, no veo nada, no podría interactuar.
Convivir.
Y finalmente, el conflicto de identidad, lo que soy.
La primera identidad viene del padre, a través del apellido, después vendrá mi propia construcción de esa identidad, en qué me voy convirtiendo con el crecimiento.
Pero siempre estará presente el conflicto transgeneracional de esa identidad, los conflictos con mi padre. Aunque algunas veces pareciera que no lo hay, es fácil llegar a encontrar que ese padre los tuvo con su propio padre, el triángulo conflictual siempre está.
Y si cuestiono mi identidad, aparece la pregunta fundacional: “¿Quién soy?”. Esa pregunta es la que permite comenzar la búsqueda de mí mismo a través de diferentes caminos o técnicas, La necesidad de encontrarme en esa identidad, parte heredada y parte construida.
Comprender.
Y entonces se resuelven todos esos conflictos transgeneracionales, se resuelve el triángulo de hierro llevándolos a sus valores naturales.
Ese es, finalmente, el concepto de la “piedra filosofal”, la famosa búsqueda de los alquimistas de la antigüedad que querían convertir el plomo en oro y lograr la inmortalidad y la juventud eterna. El error que cometieron, fue buscarlo en un mundo real, no comprendieron que siempre fue algo simbólico.
Comprender será ver la luz interior, la que, finalmente, nos llevará a un estado de iluminación. Como almas que repiten su ciclo material, la necesidad de aprender estará cubierta, habremos encontrado el camino interior partiendo de nuestros conflictos, lo más elemental.
Nuestro “plomo” se convertirá en “oro” de forma simbólica.
Finalmente, las tres funciones más importantes de nuestra existencia.
Sobrevivir.
Convivir.
Comprender.
Espero haber sido claro
Omar Adrian Charo – Biodescodificación Emocional Integral