
04/07/2024
👉🏼 ¿Por qué, como directivos, nos es tan difícil que lo que planificamos durante largas jornadas de trabajo, tanto en relación a las decisiones sobre cambios y mejoras necesarias como a la transmisión de la filosofía y los valores institucionales, lleguen a destino y terminen, finalmente, sucediendo?
¿Por qué a veces llegan, pero de forma desordenada, asincrónica, generando confusión y rumores? ¿Por qué se implementan proyectos y, al poco tiempo, no logran sostenerse?
Quedan en los papeles y archivos que nadie revisa hasta que, quizás, ya es tarde. Nos es difícil saber dónde se corta la línea ejecutora y, frecuentemente, escuchamos que “hay problemas de comunicación”. Dicho así, pareciera haber un responsable: LA COMUNICACIÓN.
Y directivos, colaboradores, pacientes y familiares somos las víctimas de eso. Como si fuera un ser con vida propia, ajeno a nuestras organizaciones. Una especie de fantasma.
Recuerdo la película Sexto Sentido, donde el personaje es un niño a quien se le presentaban fantasmas. El niño, aterrado, se escondía hasta que descubría que los fantasmas estaban angustiados y le venían a pedir ayuda.
Dejó de escapar y los escuchó; perdió el temor y se involucró en sus historias para ayudarlos. Pocas son las organizaciones de salud que, hasta hace un tiempo, contaban con una estructura (formal o informal) de comunicación sana, que, de forma incipiente, al menos, trataban de acercarse al fantasma. Pero, hay que decirlo también, cada vez son más.
Cada espacio libre que quede sin llenarse con comunicación institucional de calidad será, indefectiblemente, completado por el rumor, el “radio pasillo” que surge a partir de la incertidumbre.
La comunicación organizacional comienza por un diagnóstico, para poder comprender, antes que nada, de manera realista, el impacto que cualquier planificación, cambio y nuevo proyecto implicará en el corazón de la cultura de la institución. De este modo, la comunicación no corre tras los cambios que la Dirección ha decidido, sino que se involucra mucho antes de la decisión, previendo el impacto que cualquier transformación tendrá en esa cultura de trabajo.
La comunicación, si es realmente valorada como “estratégica”, no tiene como última función “contar” los proyectos. Antes, tiene como primer paso entender el alcance de los mismos y también su impacto, para saber cómo acompañarlos. Del fantasma tenemos que hacernos cargo. Gestionarlo e involucrarlo en nuestras estructuras. Hacernos responsables de él en lugar de resignarnos como víctimas.
Desde 1996 ejerzo la dirección médica y hace tiempo participo, junto con colegas de todo el país, en la Comisión de Directores Médicos (CDM) de Adecra+ Cedim, un espacio donde se tratan aspectos técnicos y académicos para mejorar y jerarquizar la función de conducción.
Escribo estas reflexiones no como experto en comunicación, sino como quien ha padecido al fantasma y ha aprendido de él algunas lecciones también. El origen de todas las iniciativas de la CDM para mejorar la gestión es, primeramente, reconocer los problemas y sus orígenes. Así se gestó la Diplomatura “Dirección de Establecimientos de Salud”.