07/05/2025
Anoche pensaba en lo mucho que me dolía no encajar en algunas dinámicas: familia, amistades, grupos del colegio, grupos de estudio.
Sería exagerado e insensato decir que era la excluida, pero forcé muchas relaciones porque no podía entender que no funcionaran.
Entonces hacía todo lo que creía que los otros esperaban de mí.
Aun así, no funcionaba. La frustración era una tortura.
¿Qué pasa conmigo? ¿Por qué no fluye, si hago todo, si me esfuerzo, si a todo digo que sí, si estoy siempre ahí?
Sonaban todas las alarmas, y yo fingía demencia.
Por querer quedarme quedaba vacía....vacía para mí.
Pero anoche pensé en lo que me habría perdido de mí misma si no se hubiera cortado esa soga que yo misma envolvía alrededor de esas personas.
Probablemente me habría arrastrado a lugares muy densos, porque cuando el otro no nos elige pero tampoco nos suelta, todo se tensa y se va minando de capas invisibles pero evidentes: fastidio, angustia, agotamiento. Una bomba de tiempo que nadie detona. Y eso es lo peor. Nadie asume la responsabilidad
afectiva porque nadie quiere hacerse cargo de lo obvio.
Ya sea por funcionalidad para que el otro nos necesite- o por control -para que la inseguridad ajena nos perfume el ego-, en ambos casos la manipulación es ley.
Qué importante irnos, corrernos antes de que la cuerda se vuelva n**o, y naturalicemos tanto destrato y falta de registro.
Ojalá no hiciera falta que todo explote para entender que se rompió hace rato, y que lo único que hacemos es pegar piezas constantemente, emparchar y remendar lo que ya ni forma tiene.
Es que a veces lo que más duele es saber que si nos vamos, nadie va a ir a buscarnos.
Tal vez el gran acto de amor y piedad con una misma sea desatar la soga antes de que nos enredemos por completo.
Y evitar terminar ahorcadas por nuestro propio deseo de encajar.
Cuando en resonancia no es, no es.
Habitar el vacío es habitarnos y esto nunca será en vano.
Con amor Lore🦋
❤️