10/10/2020
No hay salud, sin salud mental😉
DIA MUNDIAL DE LA SALUD MENTAL
Las fechas balizan el continuo del tiempo. Señalan recurrencias, permiten percibir los movimientos, la velocidad de los procesos colectivos. Del mismo modo, hacen patentes los estancamientos y las detenciones.
Este 10 de octubre del año 2020 no es un día más. No es tan sólo otro Día Mundial de la Salud Mental. No sólo porque se dará en el marco de la pandemia, sino porque a su vez transcurrimos este 2020, año señalado como punto cúlmine de aquél camino de justicia y reparación que comenzó con la sanción de la Ley Nacional de Salud Mental, camino que también abrevaba en las experiencias y construcciones anteriores. Este año que señalaba a su vez el objetivo de un proceso de transformación de nuestra sociedad que debería liquidar necesariamente ese monumento a la miseria humana y la indignidad que el manicomio representa.
No podemos celebrar el haber llegado a tiempo, es cierto. Insistimos: la transformación cultural, política e institucional que reclama la concreción de los derechos en el campo de la salud mental, fue objeto de las mismas prácticas de destrucción y vaciamiento de sentido perpetradas en diversos campos por el último gobierno neoliberal.
Lo hemos denunciado activamente en su momento. El nombramiento al frente de la Dirección Nacional de un personaje manifiestamente contrario a la Ley, la desarticulación de la Comisión Interministerial, el desguace de los equipos territoriales, fueron algunos de los actos más significativos ligados directamente al ataque a lo que la Ley de Salud Mental representa, sufridos en aquellos cuatro años. No obstante, este desaliento y retroceso en cuanto a las políticas específicas se vió agravado aún más por el daño provocado a la población mediante el ataque sistemático al trabajo, la salud, la educación, la alimentación y la soberanía de nuestro pueblo. El resultado fue un Estado empobrecido y endeudado, con márgenes de autonomía reducidos frente a un poder cada vez más concentrado. A su vez, la desesperanza, la falta de proyectos para una amplia mayoría de nuestros jóvenes, la obligación de aceptar como inevitable un futuro incierto y precario dónde el éxito es sólo para aquellos individuos que mejor se adaptan y dónde se condena al descarte a gran parte de la población, otra vez como un destino inapelable.
Sin embargo, esos años de ataques feroces fueron también de resistencia, de articulación con otros actores, de acercamiento y colaboración en la diversidad. Como Colegio hemos participado fuertemente en estas construcciones. Las y los psicólogxs formamos parte de diversos procesos colectivos en la calle y en las instituciones. Desde los Festivales y manifestaciones hasta el Consejo Consultivo Honorario en Salud Mental y Adicciones, desde los efectores de salud hasta las aulas de la Universidad, hemos sido siempre actores consecuentes y activos en la defensa de los derechos y en la lucha por una sociedad más justa.
Hoy más que nunca se pone de relieve que la concreción y el resguardo de los derechos no puede quedar en manos de intereses sectoriales. El cuidado y el respeto del otro como condición para una vida digna de ser vivida debe ser una tarea de todos y todas. Frente a la agresividad destructiva de quienes pretenden echar por tierra los derechos conquistados en virtud de un retorno a viejos y perimidos paradigmas, sostenidos por la fuerza bruta de los medios, hemos de oponer no la apatía cínica de la mortificación, sino la razón y la potencia del afecto propios del encuentro colectivo. En los territorios, con las y los trabajadores, con las y los usuarios, con la comunidad en su conjunto.
Aún si las políticas públicas no avanzan, el imperativo ético de una sociedad sin manicomios no se detiene. Nos obliga a celebrar este Día con la mirada puesta en nuestras potencialidades, en lo logrado, pero también en lo que falta. Y, tal y como lo demuestran algunas experiencias, la pandemia no puede ser una excusa para no transformar aquello que urge transformar, ni para terminar con aquello que ya no tiene ninguna razón de ser.
A lo largo de la historia, nuestra provincia ha sido escenario de múltiples y paradigmáticas experiencias. No podemos dejar caer esas marcas que nos sostienen y sin las cuales avanzaríamos a ciegas y a merced de los vientos tecnócraticos. Es hora de poner en acto esa potencia para construir sobre sólidos cimientos una salud mental que incluya la posibilidad de soñar, de proyectar con otros, de pensar juntos. Esa capacidad de amar y trabajar, sin la cual la vida quedaría reducida a un miserable durar y transcurrir.