30/06/2015
ARGENTINA: LA HIPOTECA DE LAS GENERACIONES FUTURAS
De desnutridos a pequeños burgueses
Un niño desnutrido, malnutrido o poco estimulado tiene el cerebro en peligro. El desarrollo del cerebro, que se produce desde la gestación en el útero de la madre hasta pasados los 20 años, afronta durante ese tiempo diferentes períodos sensibles en los cuales genera nuevas conexiones. Su evolución óptima requiere los nutrientes adecuados, pero también un ambiente estimulante desde el punto de vista cognitivo y emocional, en el que exista una interacción productiva con un entorno que contribuya con su desarrollo. Cuando un niño crece en la pobreza o en la indigencia, la maduración de su cerebro puede sufrir un impacto negativo.
Hoy la Argentina tiene la capacidad de producir alimentos para 400 millones de personas. Es una inmoralidad y un genocidio naturalizado por todos los dirigentes de este país cuando permiten que existan chicos que no tenga garantizada su buena alimentación y protección. Nada, absolutamente nada puede justificarlo. Más grave cuando los dirigentes y funcionarios niegan la realidad, la esconden y persiguen a los mensaje-ros, cuando intentan con ministerios e instituciones científicas cómplices tocar las tablas de valoración nu-tricional para que los datos no sean tan crueles.
En esta gran población de argentinos hay también niños que tienen alimentos y exceso de consumo, que se aburren, que los encargados de acompañar y guiar sus vidas los transforman en pequeños burgueses, sin contemplar la clase social educándolos en el dios consumo, le enseñamos a los hijos a competir y edu-camos para “defenderse” en la vida; como si está fuese una guerra… Y así andamos; miramos para otro la-do, nos encerramos en nuestros hogares y nos transformamos en militantes de los medios; creyendo que decidimos con el control remoto mirando a tal o cual formador de opinión, o cuando nos hacen sentir que elegimos cada cuatro años a los mismos que cambian de camiseta de acuerdo a su mejor postor, miramos para otro lado, nos entretenemos con el nuevo celular, con tal o cual noticia de la farándula, somos hinchas y seguidores del “circo para todos” con deportistas multimillonarios pero si; de vez en cuando reaccionamos cuando cortan la luz en verano o en invierno, cuando aumenta el cable, y nos transformamos en grandes solidarios, y decimos los argentinos somos solidarios, porque para tal inundación donamos la ropa vieja en grandes bolsas , o cuando el frío pega duro sacamos de la alacena de nuestra casa ;que está llena de alimentos alguno no perecedero para intentar cubrir nuestra conciencia y seguir con nuestra vida rutinaria de pequeños burgueses que dicha clasificación no contempla condición socio económica y no se salva por te-ner grandes o bajos ingresos.
Una mala nutrición, la exposición a toxinas ambientales y la deficiente atención prenatal pueden causar tras-tornos en la formación del cerebro del niño. A esto puede sumarse la falta de estimulación cognitiva y afectiva producto de una calidad educativa deficiente o del poco tiempo que muchas veces los padres consiguen dedicarles a sus hijos, habida cuenta de que están exigidos a trabajar una interminable cantidad de horas por día, de lunes a lunes, para lograr una mera subsistencia. Por supuesto, esto es mucho más rotundo si el impacto se debe a la realidad del chico obligado a cumplir con su propio trabajo, o mucho más si ese niño no va a la escuela, no tiene cama donde dormir ni una familia que lo ampare.
Es imprescindible comprender que el comportamiento influye sobre la biología y, al revés, que la biología in-fluye sobre el comportamiento. Estas relaciones pueden observarse, por ejemplo, en las carencias nutricionales que traen aparejadas, ineludiblemente, deficiencias cognitivas. Uno de los nutrientes más importantes en el desarrollo del niño es el hierro. La carencia de hierro en los primeros años de vida está asociada a comportamientos deficitarios en el lenguaje, la motricidad y áreas socio-afectivas. Estudios longitudinales vinculan una pobre nutrición con deficiencias en el desempeño escolar y con una reducción en el campo cognitivo.
La pobreza afecta y disminuye el tamaño del cerebro de los chicos y adolescentes, así como su desempeño cognitivo. La falta de una buena alimentación impacta negativamente en el cerebro de manera temprana y genera, también, un nivel más profundo de nocividad en cuanto a angustia, depresión y estrés, si se lo com-para con cerebros bien nutridos.
Los cerebros de los argentinos son el capital más importante que tenemos como nación. Ni Vaca Mu**ta, ni los campos sembrados de soja, ni las reservas del Banco Central valen más que eso. Entonces, que los cerebros de nuestros niños están mal nutridos y mal estimulados representa, además de una inmoralidad, una hipoteca social. Esos cerebros deben ser en el futuro próximo los que innoven, los que creen, los que sigan construyendo el país. La pobreza, la discriminación y la ignorancia restringen el crecimiento. La desigualdad y la falta de oportunidades generan desesperanza, apatía y violencia. La inversión en educación, en nuevas ideas y en la investigación científica y tecnológica incluye y crea trabajo. No se trata de lujos de los países desarrollados, sino de los cimientos de los países que quieren desarrollarse de una vez por todas.
Uno se plantea si después de tantos años las verdaderas políticas de estado de estos dirigentes de todas las extracciones partidarias, la mayoría millonarios, cómplices y socios de las corporaciones, fue la de pro-ducir cerebros débiles condicionando para adiestrar las generaciones futuras y construir la cultura de la dominación, del condicionamiento asistencialista plagado de “planes” que desde la sumisión y el clientelismo hacen al pueblo más esclavo y sin poder decidir su propio destino.
Estamos a tiempo. Así como la ciencia nos lleva a través de datos a precisar la cruel realidad de lo que pasa con un cerebro desnutrido o poco estimulado, también nos abre la puerta a cierto optimismo y, en eso, a la posibilidad y la necesidad de intervención urgente a través de las políticas. Tenemos una chance más. Como lo sugiere la evidencia científica de las intervenciones cognitivas, un contexto desfavorable no genera un impacto irreversible para un niño pobre, aunque sin dudas esa realidad no sea la mejor forma de iniciar el desarrollo. El cerebro es plástico, cambiante, maleable y produce nuevas conexiones durante toda la vida. Aun el niño que haya tenido una infancia con falencias en nutrición, cognitivas y emocionales, puede benefi-ciarse en el transcurso de su vida futura de los tipos adecuados de nutrición y estimulación cognitiva y afec-tiva. Para que esto suceda debe involucrase no sólo al niño, sino también a sus padres y a su entorno. La educación y el estilo de los cuidados de los padres son un factor clave. Y esto es urgente, porque cuanto antes ocurre en la vida del chico, mejor.