29/04/2025
Preguntas que no son casuales, ni superficiales. Preguntas que, en sí mismas, ya abren la puerta al trabajo analítico.
Cada inicio de análisis implica una ruptura y una apuesta: romper con modos conocidos de habitar el dolor, con silencios que se han vuelto cuerpo, con palabras que nunca fueron dichas. Y apostar a que algo de eso pueda encontrar otro destino, otra escucha, otro lugar donde desplegarse.
El primer encuentro es un espacio donde, por primera vez, el sufrimiento puede empezar a hablar en sus propios términos, sin exigencias, sin mandatos. El analista no está allí para juzgar, corregir ni definir al paciente, sino para alojar en un marco donde cada palabra, cada silencio, cada tropiezo tiene un espacio.
El psicoanálisis ofrece una escucha que apuesta a lo singular de cada sujeto, a sus modos de desear, de sufrir, de construir sentido.
No siempre el deseo de comenzar es claro. A veces es el malestar el que empuja, la angustia que ya no se puede negar, la repetición que empieza a hacerse insoportable. Y ese mismo acto de acercarse —aunque esté lleno de dudas— ya constituye un gesto fundamental: un primer movimiento hacia el trabajo psíquico.
No hay comienzos ideales. No hay estados perfectos de disposición para analizarse. Hay, sí, un paciente que llega con su historia, su sufrimiento y su deseo, y un analista que aloja ese dolor y acompaña en esos procesos.
Como en toda creación subjetiva, se trata de una apuesta. Y en esa apuesta, tal vez, puedan nacer nuevos modos de estar en el mundo.
Lic. Sofía Odda.